BABILONIA SIEMPRE BABILONIA EL NUCLEO DOCTRINAL ESOTERICO

BABILONIA SIEMPRE BABILONIA: EL MITO FUNDACIONAL DE LA CORRIENTE SUBTERRÁNEA 


DEL CULTO SOLAR BABILÓNICO AL ARQUETIPO UNIVERSAL: CÓMO EL MITO DEL DIOS QUE MUERE Y RESUCITA SE CONVIRTIÓ EN EL NÚCLEO DOCTRINAL DE LA CORRIENTE SUBTERRÁNEA

 

Para comprender el mecanismo operativo actual, es imprescindible rastrear su ADN doctrinal y organizativo hasta sus raíces más antiguas.

 

Este nuevo análisis se remonta a los orígenes babilónicos del mito del dios moribundo —arquétipo central del culto luciferino y la Cábala— y su asimilación por facciones heréticas del judaísmo durante el exilio del siglo VI a.C. Aquí no solo se identifica el núcleo teológico de la corriente subterránea, sino que se expone la primera gran operación de sincretismo religioso orquestada por los MAGOS CALDEOS, quienes fusionaron la magia babilónica con la tradición judía para crear un sistema ocultista destinado a perpetuarse a través de los siglos.

 

La importancia de esta serie es estratégica: demuestra que el objetivo final —la reconstrucción del Templo de Salomón y la instauración de un mesías luciferino— no es una invención moderna, sino la reactivación consciente de un programa ritualístico y escatológico formulado en la antigua Babilonia.

 

A través de un rastreo conectivo que vincula a Nimrod, el culto a Marduk/Baal, la Cábalera judía y la tradición mágica de los Magos, esta investigación revela cómo el paradigma de poder se codificó por primera vez en un lenguaje astrológico, numerológico y sacrificial que luego sería transmitido a través de los MISTERIOS ANTIGUOS, los TEMPLARIOS y, finalmente, la FRANCMASONERÍA.

 

La corriente subterránea encuentra su mito fundacional en la religión astral babilónica y su mecanismo de perpetuación en la fusión herética entre el culto al dios moribundo y la escatología judía, creando una tradición oculta que concibe la historia como un ritual dirigido hacia la realización de una profecía invertida: el advenimiento de un orden mundial basado en la adoración de Lucifer como dios liberador.

 

 

SIR JAMES GEORGE FRAZER Y EL ARQUETIPO UNIVERSAL

 

DE LA RAMA DORADA AL DOGMA OCULTA: CÓMO LA ANTROPOLOGÍA VICTORIAL LEGITIMÓ EL MITO FUNDACIONAL DE LA CORRIENTE SUBTERRÁNEA

 

 

 

 

EL DIOS MORIBUNDO DEL CULTO SOLAR BABILÓNICO AL ARQUETIPO UNIVERSAL: CÓMO EL MITO DEL DIOS QUE MUERE Y RESUCITA SE CONVIRTIÓ EN EL NÚCLEO DOCTRINAL DE LA CORRIENTE SUBTERRÁNEA


Si la corriente subterránea es una red transhistórica de poder oculto, su ADN doctrinal más antiguo se encuentra en un patrón mítico que atraviesa todas las civilizaciones: el dios que muere y resucita. Esta no es una simple metáfora agrícola ni una curiosidad antropológica. Es la plantilla ritualística primigenia que la corriente subterránea ha preservado, reactivado y utilizado como núcleo teológico de su proyecto.

 

A finales del siglo XIX, el antropólogo escocés Sir James George Frazer pareció "descubrir" este patrón en su obra magna La Rama Dorada (1890). Pero lo que realmente hizo fue algo mucho más estratégico: proporcionar el sello académico que permitió a sociedades secretas ocultistas camuflar sus doctrinas específicas —de origen babilónico-luciferino— como expresiones de una "ley religiosa universal".

 

Esta sub-sección revela cómo Frazer, probablemente sin saberlo, se convirtió en el puente involuntario entre la academia occidental y el esoterismo iniciático. Su trabajo no solo documentó un patrón, sino que lo despojó de sus orígenes históricos concretos, permitiendo que tradiciones ocultas específicas —como la masonería del Rito Escocés de Albert Pike— se presentaran como herederas legítimas de una sabiduría atemporal.

 

Nuestro análisis de la corriente subterránea ha demostrado hasta ahora su capacidad para operar a través de mecanismos modernos como la ingeniería social, la tecnocracia y la manipulación simbólica. Sin embargo, para comprender el corazón teológico de este paradigma transhistórico, debemos retroceder hasta su expresión más antigua y universal: EL MITO DEL DIOS MORIBUNDO.

 

Esta primera sección establece el fundamento arquetípico que unifica todas las manifestaciones posteriores de la corriente subterránea. Siguiendo la metodología conectiva, demostraremos cómo:

 

1.  EL PATRÓN MITOLÓGICO identificado por James Frazer en La Rama Dorada —el dios que muere y resucita en sincronía con los ciclos astrales— constituye la plantilla ritualística que la corriente subterránea ha preservado y reactivado a lo largo de los siglos.

2.  LA SINCRONIZACIÓN CON LOS CICLOS CÓSMICOS (solsticios, equinoccios, movimientos planetarios) no era meramente agrícola o astronómica, sino parte de un sistema de conocimiento oculto que equiparaba el destino humano con el destino de las estrellas.

3.  LA IDENTIFICACIÓN DE LUCIFER CON VENUS —la "Estrella de la Mañana"— y su rol como consorte del dios solar, establece la dualidad divina invertida que fundamenta la teología gnóstica de la corriente subterránea: el dios creador como opresor, y el dios caído como liberador.

4.  LA CONEXIÓN EXPLÍCITA entre este arquetipo universal y su encarnación babilónica específica en el culto a Marduk/Baal, que luego sería asimilado por facciones heréticas del judaísmo durante el exilio del siglo VI a.C., dando origen a la Cábala.

 

El mito del dios moribundo no es un relato folclórico disperso, sino el núcleo doctrinal conscientemente preservado por los iniciados de la corriente subterránea. Su universalidad no prueba su veracidad, sino su utilidad como herramienta de unificación ritualística que permite conectar tradiciones aparentemente dispares —desde los Misterios Eleusinos hasta la Francmasonería— bajo un mismo paradigma de poder basado en la inversión del orden divino tradicional.

 

La razón por la que los masones emplean el lenguaje de la masonería es porque su objetivo es lograr la finalización de la "Gran Obra" (Magnum Opus), simbolizada por la reconstrucción del antiguo Templo de Salomón, como se describe en la visión de Ezequiel. Según Morals and Dogma —la llamada "biblia" de la masonería, escrita por el exgeneral de la Guerra Civil Albert Pike (1809-1891), Gran Maestro de la masonería del Rito Escocés, y que había sido lectura obligatoria para todo masón del Rito Escocés— esa visión se completó en el Libro del Apocalipsis. Sin embargo, explica Pike, el poder de ese libro no se encuentra en la interpretación cristiana convencional, sino que transmite los secretos de la Cábala judía, una tradición mística que se remonta al siglo VI a. C., cuando el antiguo culto al dios moribundo se asimiló a la magia de los magos caldeos de Babilonia.

 

Sir James George Frazer (1854 – 1941), autor de La rama dorada, que propuso por primera vez la existencia del mito recurrente del dios moribundo.

 

El primero en reconocer el arquetipo recurrente de los dioses que mueren y resucitan fue James Frazer en The Golden Bough, publicado por primera vez en 1890, que ha tenido una influencia sustancial en la antropología y el pensamiento europeos. [1] El mito del dios moribundo llegaría a impregnar, no solo los sistemas místicos de la antigüedad, sino que transformaría la religión y la filosofía occidentales. Típicamente, el dios moribundo era un usurpador, que suplanta al dios creador original al vencer al Dragón, que era líder de una raza de gigantes. La mitología subyacente del dios moribundo involucraba el ciclo de las estaciones. El dios moribundo era una representación del Sol, que muere en el solsticio de invierno (Navidad) y resucita en el equinoccio de primavera, o Pascua. Otros festivales se sincronizaban con el solsticio de verano (Día de San Juan) y el equinoccio de otoño (Halloween, Víspera de Todos los Santos o Víspera de Todos los Santos). La diosa-esposa del dios moribundo era Venus, la "estrella de la mañana", aunque ambas eran vistas como aspectos duales de la misma deidad. El nombre latino de Venus es Lucifer. El dios moribundo era universalmente considerado el dios del inframundo, donde gobernaba a los "espíritus de los muertos", como muchas culturas primitivas interpretaban a las entidades desencarnadas.

 

Aunque se les prohibía hacerlo, los judíos del antiguo Israel habían sucumbido a la adoración del dios moribundo, y cuando fueron llevados al cautiverio en el siglo VI a. C., este culto se asimiló al de los antiguos magos. Comprender el culto de los antiguos magos, los supuestos sacerdotes del zoroastrismo, es esencial para comprender el desarrollo de los cultos y las filosofías de la era helenística y, por lo tanto, la historia posterior del ocultismo occidental, incluida la masonería y, en última instancia, el movimiento de la Nueva Era. Sin embargo, numerosos académicos han cuestionado el alcance de la influencia de los magos en el mundo antiguo, ya que el zoroastrismo claramente ejerció un impacto muy limitado. El enigma fue resuelto por Franz Cumont, uno de los más grandes académicos del siglo pasado, cuya investigación puede no haber causado impresión debido a que su obra más importante, Les Mages Hellénisés ("Los magos helenizados"), permanece sin traducir al inglés. El hallazgo clave de Cumont fue que los magos no eran zoroastrianos ortodoxos, sino herejes, a quienes rebautizó como «magusianos», quienes corrompieron su fe original con la magia babilónica. Sin embargo, lo que Cumont no señaló es que el siglo VI a. C., período durante el cual se desarrolló el culto herético a los magos en Babilonia, fue el mismo período y la misma ciudad donde los judíos estuvieron exiliados y desarrollaron la Cábala.

 

Y aunque los académicos convencionales cuestionan su papel, las sociedades secretas lo han reconocido abiertamente, considerándolos la fuente de sus enseñanzas. Aunque en gran medida anacrónico, Moral and Dogma de Pike ofreció una explicación de los orígenes de la historia oculta con un nivel de precisión y detalle que no se encuentra entre los académicos convencionales, señalando que los Illuminati, al igual que sus predecesores los Templarios, Rosacruces y Francmasones, eran herederos de la antigua tradición de la Cábala a través de los Magos:

 

La Ciencia Oculta de los Antiguos Magos estaba oculta bajo las sombras de los Antiguos Misterios: fue revelada imperfectamente o más bien desfigurada por los Gnósticos: se la adivina bajo las oscuridades que cubren los pretendidos crímenes de los Templarios; y se la encuentra envuelta en enigmas que parecen impenetrables, en los Ritos de la Más Alta Masonería.

 

El Magismo fue la Ciencia de Abraham y Orfeo, de Confucio y Zoroastro. Los dogmas de esta Ciencia fueron grabados en tablas de piedra por Enoc y Trimegisto. Moisés los purificó y los reveló, pues ese es el significado de la palabra revelar. Los cubrió con un nuevo velo al hacer de la Santa Cábala la herencia exclusiva del pueblo de Israel y el Secreto inviolable de sus sacerdotes. Los Misterios de Tebas y Eleusis preservaron entre las naciones algunos símbolos de ella, ya alterados, y cuya misteriosa clave se perdió entre los instrumentos de una superstición cada vez mayor. Jerusalén, asesina de sus profetas, y tan a menudo prostituida ante los falsos dioses de los sirios y babilonios, había perdido a su vez la Santa Palabra, cuando un Profeta anunciado por los Magos por la Estrella consagrada de la Iniciación [Sirio], vino a rasgar el velo desgastado del antiguo Templo, para dar a la Iglesia un nuevo tejido de leyendas y símbolos, que todavía y siempre ocultan a los Profanos, y siempre preservan para los Elegidos las mismas verdades. [2]

 

Rey Salomón (c. 970 a 931 a. C.)

 

La masonería se basa en la creencia de que las enseñanzas de los magos fueron adoptadas por el rey Salomón, quien las empleó en la construcción de su famoso Templo. Según el Corán, Salomón fue acusado falsamente de practicar magia por judíos apóstatas que aprendieron magia de los "Satanás" en Babilonia. En 1856, en Espiritismo, un delirio satánico y una señal de los tiempos, el pastor William Ramsey comentó:

 

Una de las pruebas más sorprendentes de la existencia personal de Satanás, que nuestros tiempos nos brindan, se encuentra en el hecho de que ha influenciado de tal manera las mentes de multitudes con referencia a su existencia y acciones, que les ha hecho creer que no existe. [3]

 

Una de las consecuencias de la tradición empírica inaugurada por la Ilustración del siglo XVIII es el rechazo a todo lo asociado con lo supuestamente "sobrenatural". Si bien la posibilidad de la existencia de entidades incorpóreas es ridiculizada en la academia occidental y considerada contraria a la ciencia y al empirismo, la creencia en dichas entidades a lo largo de la historia de la humanidad ha sido casi universal. Han recibido diversos nombres e interpretaciones a lo largo de los siglos, incluyendo fantasmas, duendes, demonios, duendes, elfos, hadas, y en el islam se les conoce como "jinns", popularizado en inglés como "genies". Más recientemente, también se les ha llamado extraterrestres.

 

Según el Corán, Satanás no era un ángel caído, sino que pertenecía a esta raza de genios, compuestos de "fuego sin humo". Esto quizás fuera una referencia, en el lenguaje del siglo VI d. C., a la energía. Según el islam, estos genios están sujetos al libre albedrío y mantienen una existencia invisible, aunque paralela a la de los seres humanos. Según la tradición islámica, los genios poseen numerosas habilidades, como transformarse en perro, gato o serpiente, o viajar grandes distancias instantáneamente. También pueden entrar y "poseer" la conciencia de un ser humano. Se sabe que escuchan las actividades del cielo más bajo y transmiten dicha información a los adivinos, a la vez que la mezclan con numerosas mentiras. El Corán relata que cuando Dios le ordenó a Satanás que se inclinara ante Adán, este se negó, y por lo tanto, Dios lo condenó por la eternidad. Sin embargo, Satanás pidió un respiro y la oportunidad de corromper a la humanidad, para intentar demostrarle a Dios que el hombre no era digno de su reverencia.

 

Caín matando a Abel

 

La Cábala es supuestamente la «Sabiduría Antigua» transmitida por los Ángeles Caídos, a quienes la Biblia llama los Hijos de Dios, quienes se cruzaron con las descendientes femeninas del maldito Caín. Tras su expulsión del jardín, Adán y Eva tuvieron dos hijos: Caín y Abel. Por celos, Caín asesinó a su hermano, y Dios le dijo:

 

Y ahora eres maldito de la tierra, que abrió su boca para recibir la sangre de tu hermano de tu mano; cuando cultives la tierra, ya no te dará su fuerza; serás un errante y vagabundo sobre la tierra; Y Caín dijo al Señor: «¡Mi castigo es demasiado grande para soportarlo! He aquí, me has expulsado hoy de la faz de la tierra; y de tu presencia me esconderé, y seré un errante y vagabundo sobre la tierra, y sucederá que cualquiera que me encuentre me matará». Entonces el Señor le dijo: «Por lo tanto, cualquiera que mate a Caín, será vengado siete veces». Y el Señor puso una marca para Caín, para que nadie que lo encontrara lo matara.

 

La Biblia relata que, tras el asesinato injusto de Abel a manos de su hermano, Adán y Eva tuvieron un tercer hijo, Set. Por lo tanto, se desarrollaron dos ramas que poblaron la tierra: una generación justa, descendiente de Set, y otra, descendiente de Caín, que llenó la tierra de violencia y corrupción. Según la leyenda, la raza de Caín se casó con los Hijos de Dios. [4] Sin embargo, en la Biblia, la historia se menciona solo brevemente y no se menciona que los Hijos de Dios se casaran con las Hijas de Caín. Su descendencia fue una raza de gigantes, conocidos como los Anaceos. Desconociendo el verdadero significado de la historia, los traductores de la Biblia han tenido dificultades con este tema y, en consecuencia, a menudo han traducido el tamaño de los Anaceos como una referencia a otras cualidades.

 

Por ello, suelen traducirse como «Hombres Poderosos de Renombre» o «Poderosos de la Eternidad». En Génesis 6:1-4:

 

Y aconteció que cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, los Hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran hermosas, y tomaron para sí mujeres de todas las que escogieron. Entonces el Señor dijo: «Mi Espíritu no contenderá con el hombre para siempre, porque él también es carne; sin embargo, sus días serán ciento veinte años». Los Nefilim estuvieron sobre la Tierra en aquellos días y también después. Aquellos hijos de los dioses que cohabitaron con las hijas de Adán, y les dieron hijos. Ellos fueron los Poderosos de la Eternidad (Anakim).

 

El diluvio de Francis Danby (1840)

 

La corrupción que llenó la Tierra por los descendientes de los Hijos de Dios enfureció a Dios, quien causó el Diluvio para destruir a la humanidad, a todos excepto a Noé y su familia, quienes sobrevivieron al construir el Arca. Según la Biblia, Noé había sobrevivido al Diluvio con sus tres hijos, Sem, Jafet y Cam. Después de un ataque de borrachera, Noé se durmió sin cubrirse. Cuando su hijo Cam entró en su tienda, vio a su padre desnudo y se rió. Sus otros dos hermanos, Sem y Jafet, fueron más sabios y entraron de espaldas en la tienda de su padre para cubrirlo. Por su pecado, Cam fue maldecido por Noé, pero debido a su cercanía en relación con él, puso la maldición no sobre Cam, sino sobre el hijo de Cam, Canaán, y sus descendientes, los cananeos. Noé entonces pronunció, según Éxodo 9:24-25, "Maldito sea Canaán; siervo de siervos será para sus hermanos".

 

El pecado de Cam resultó en la maldición pronunciada por su padre sobre Canaán, el hijo de Cam.

 

La corrupción que llenó la Tierra por los descendientes de los Hijos de Dios enfureció a Dios, quien causó el Diluvio para destruir a la humanidad, a todos excepto a Noé y su familia, quienes sobrevivieron al construir el Arca. Según la Biblia, Noé había sobrevivido al Diluvio con sus tres hijos, Sem, Jafet y Cam. Después de un ataque de borrachera, Noé se durmió sin cubrirse. Cuando su hijo Cam entró en su tienda, vio a su padre desnudo y se rió. Sus otros dos hermanos, Sem y Jafet, fueron más sabios y entraron de espaldas en la tienda de su padre para cubrirlo. Por su pecado, Cam fue maldecido por Noé, pero debido a su cercanía en relación con él, puso la maldición no sobre Cam, sino sobre el hijo de Cam, Canaán, y sus descendientes, los cananeos. Noé entonces pronunció, según Éxodo 9:24-25, "Maldito sea Canaán; siervo de siervos será para sus hermanos".

 

Una corrupción similar a la anterior al Diluvio regresó a la tierra bajo el reinado de Nimrod, hijo de Cus, hermano de Canaán, y gobernante de la antigua ciudad de Babilonia, donde tuvo lugar el fallido intento de construir la legendaria Torre de Babel. La Biblia insinúa que Nimrod debe identificarse con la constelación de Orión, un importante símbolo del dios moribundo. Nimrod fue mencionado en la Biblia como "un poderoso cazador ante el Señor", que la tradición judía identificó con la constelación de Orión. El dios moribundo fue simbolizado por Orión, una de las constelaciones más conspicuas. Ubicado a lo largo del ecuador celeste, Orión es visible desde prácticamente toda la tierra, al principio y al final del año.

 

Por lo tanto, Orión es el tema de muchos mitos y leyendas antiguas, y parece haber sido considerado el centro del universo. El asirio Adad, el hurrita Teshub, el dios del tiempo hitita sin nombre y el cananeo Baal, todos tenían apariencias similares y temas mitológicos que lo identificaban con Orión.

 

Constelación de Orión

 

Nimrod fue identificado con Bel, o Marduk, el dios principal del panteón babilónico. [5] La religión babilónica original estaba encabezada por una trinidad: Sin, Shamash e Ishtar. Sin, se convirtió en el dios de la Luna, considerado el padre de muchos hijos, entre los que se encontraban gemelos, hermano y hermana, Shamash e Ishtar, que se convirtieron, respectivamente, en el Sol y Venus. En la mitología, Shamash era hijo del dios de la luna Sin (conocido como Nanna en sumerio), y por lo tanto hermano de la diosa Ishtar (sumerio: Inanna), que representaba la gran "estrella" de Venus. En las primeras inscripciones, la consorte de Shamash era la diosa Aya, cuyo papel se fusionó gradualmente con el de Ishtar.

 

En la mitología astral babilónica posterior, Sin, Shamash e Ishtar formaron una tríada importante de divinidades, que aún hoy desempeña un papel importante en los sistemas astrológicos, aunque con diferentes nombres. Ninurta era Saturno, el hermano de Marte. Marte era Nergal, dios de la guerra, señor de los muertos y dios del Inframundo. Mercurio era Nabu, mensajero de los dioses, que presidía la sabiduría, la escritura y las cuentas, y era el patrón de los escribas y la escritura.

 

La obra de James Frazer fue mucho más que un simple catálogo antropológico. Al universalizar el mito del dios moribundo, despojó al arquetipo de sus raíces babilónicas específicas, permitiendo que el núcleo doctrinal de la corriente subterránea —el culto al dios que muere y resucita— se presentara como una verdad religiosa primordial en lugar de una herejía histórica concreta.

 

Este movimiento intelectual no fue inocente. Coincidió con el pico del resurgimiento ocultista de finales del siglo XIX, cuando sociedades secretas como la Golden Dawn y la masonería del Rito Escocés necesitaban desesperadamente legitimidad académica para sus enseñanzas. Frazer les proporcionó precisamente eso: un marco científico que transformaba sus doctrinas específicas en expresiones de una supuesta ley universal de la religión.

 

Lo que los iniciados como Albert Pike ya enseñaban desde 1871 —que el mito del dios moribundo era el secreto central de la tradición esotérica occidental— ahora podía respaldarse con la autoridad de la antropología moderna. El origen babilónico-luciferino del mito quedaba así camuflado bajo capas de respetabilidad académica, mientras su esencia operativa —la muerte ritual, la resurrección cíclica, la inversión teológica— se mantenía intacta y lista para ser activada.

 

El verdadero legado de Frazer no fue descubrir un patrón universal, sino proporcionar el disfraz científico que permitiría a la corriente subterránea operar en la modernidad sin ser reconocida como lo que realmente es: la continuación consciente de un proyecto espiritual que se remonta a los magos caldeos de Babilonia.

 

 

ANUNNAKI: LOS GIGANTES DEL INFRAMUNDO Y EL ORIGEN DE LOS ÁNGELES CAÍDOS

 

DEL PANTEÓN BABILÓNICO AL MITO DE LOS GIGANTES: CÓMO LA REBELIÓN CÓSMICA SE TRANSFORMÓ EN EL LEGADO DE LA CORRIENTE SUBTERRÁNEA

 

En los textos babilónicos más antiguos —especialmente en el Enuma Elish, la epopeya de la creación— los Anunnaki emergen como una raza de seres divinos que habitan los cielos y el inframundo. Su nombre, derivado de Anu (el dios del cielo) y Ki (la tierra), los sitúa como conectores cósmicos entre las esferas celestes y terrenales. Pero los Anunnaki no fueron simplemente deidades benevolentes. Según los mitos babilónicos, fueron jueces del inframundo, entidades que decidían el destino de los muertos y cuyo conocimiento era considerado peligroso para la humanidad.

 

Los Anunnaki eran siete en número —un detalle que los conecta directamente con las Pléyades en la astrología caldea y, más tarde, con los siete arcángeles en la tradición judía y cristiana. Sin embargo, su papel en el Enuma Elish es profundamente ambiguo: son descritos como dioses rebeldes que se levantan contra el orden divino establecido, siendo derrotados y desterrados al inframundo por Marduk. Esta narrativa de guerra celestial, caída y exilio se convertiría en el prototipo mitológico para todas las historias posteriores de ángeles caídos, titanes derrotados y gigantes antediluvianos.

 

Los académicos modernos, siguiendo la línea de Frazer, han tratado a los Anunnaki como meros personajes mitológicos. Pero para los iniciados de la corriente subterránea —desde los magos caldeos hasta los cabalistas medievales— los Anunnaki representaban algo mucho más tangible: la fuente primordial del conocimiento oculto. Su "caída" no era un castigo, sino una misión deliberada —una infiltración cósmica cuyo objetivo era transmitir a la humanidad los secretos que los dioses celestes querían ocultar.

 

Cuando el Enuma Elish describe cómo Marduk "capturó a los Anunnaki y los sometió a su voluntad", está narrando la primera gran usurpación de poder en la historia mítica —un tema que resonaría milenios después en la teología gnóstica, donde el Demiurgo (el dios creador maligno) encarcela a las chispas divinas en la materia. Los Anunnaki, al ser desterrados al inframundo, se convierten en guardianes del conocimiento prohibido, maestros de la magia, la astrología y la alquimia —disciplinas que, según la tradición oculta, fueron enseñadas a la humanidad por seres caídos.

 

Esta conexión entre Anunnaki y conocimiento secreto se hace explícita en los textos babilónicos donde se les describe como poseedores de las tablillas del destino —objetos que otorgan poder sobre el tiempo y el cosmos. En la lógica interna de la corriente subterránea, la posesión de este conocimiento por parte de los Anunnaki justifica la rebelión espiritual como un acto de liberación. No son meros ángeles caídos por soberbia, sino PORTADORES DE UNA GNOSIS SALVADORA que el dios establecido quiere suprimir.

 

La tradición judía posterior, especialmente en textos apócrifos como el LIBRO DE ENOC, transformaría a los ANUNNAKI en los VIGILANTES (אִירִים, 'irîm) —ángeles que descendieron al monte Hermón para unirse con mujeres humanas, enseñarles artes prohibidas y engendrar una raza de gigantes, los NEPHILIM. Este relato, que el Génesis menciona de manera críptica, es directamente heredero del mito anunnaki. Los Vigilantes, como los Anunnaki, son seres celestiales que transmiten conocimiento ilícito, y su castigo —el diluvio universal— refleja el mismo patrón de un dios que busca borrar la evidencia de una intervención no autorizada.

 

Para los magos caldeos y los primeros cabalistas, esta conexión era fundamental: LOS ANUNNAKI/VIGILANTES NO ERAN MONSTRUOS A TEMER, SINO MAESTROS A EMULAR. Su "caída" era en realidad una misión iniciática —el acto deliberado de traer la luz de la gnosis a una humanidad ignorante. Esta reinterpretación positiva de la rebelión celestial se convertiría en la piedra angular del LUCIFERIANISMO ESOTÉRICO, donde el ángel caído no es un villano, sino un héroe que desafía al tirano celestial.

 

LOS GIGANTES NEPHILIM —descendientes de esta unión entre Vigilantes y humanas— representan en la simbología oculta la hibridación entre lo divino y lo humano, la creación de una estirpe superior destinada a gobernar la tierra. No es casualidad que las élites ocultistas de diversas épocas —desde los faraones egipcios hasta los nobles del Renacimiento— hayan reivindicado descender de esta línea sanguínea. La sangre de los gigantes se convierte así en metáfora del linaje iniciático —la transmisión de un conocimiento y un estatus que separa a los elegidos del resto de la humanidad.

 

LA CONSTELACIÓN DE ORIÓN, asociada en múltiples culturas con el cazador gigante, es identificada en la tradición babilónica con Nimrod —el "poderoso cazador" bíblico, constructor de la Torre de Babel y descendiente directo de los Nephilim. Nimrod, en la exégesis ocultista, no es un rebelde castigado, sino un héroe cultural que intentó reunificar a la humanidad bajo un solo lenguaje y una sola torre que alcanzara los cielos. Su fracaso no invalida su intento, sino que lo convierte en mártir de la causa gnóstica —un prototipo del Prometeo griego, que roba el fuego divino para dárselo a los hombres.

 

Los rituales del festival de Akitu en Babilonia —donde el rey era humillado y luego restaurado, representando la muerte y resurrección de Marduk— contenían elementos que evocaban directamente el drama de los Anunnaki. En el momento culminante, el rey era llevado ante la estatua de Marduk, despojado de sus insignias y abofeteado por el sumo sacerdote. Si el golpe producía lágrimas, el año sería próspero. Este ritual de humillación y restauración no es solo agrícola —es una recreación anual de la caída y redención de los dioses rebeldes, un recordatorio de que el poder debe ser periódicamente cuestionado y renovado.

 

La corriente subterráterna adoptó esta narrativa como su mito de origen operativo. Si los Anunnaki pudieron rebelarse contra el orden celestial establecido y transmitir su conocimiento a la humanidad, entonces toda rebelión posterior contra órdenes establecidos —religiosos, políticos, sociales— podía justificarse como parte de este legado cósmico. La caída no era un accidente, sino el primer acto de una revolución espiritual que aún continúa.

 

El dios del Sol luchando contra el Dragón del Caos, según un grabado realizado por Ludwig Gruner.

 

El objetivo de la investigación de Frazer sobre el culto al dios moribundo era descubrir el origen de la antigua tradición religiosa del asesinato del rey sagrado. En el paganismo antiguo, el rey era percibido como la encarnación viviente del dios moribundo, y por lo tanto, la fertilidad de la tierra dependía de su salud. A medida que el rey se debilitaba con la edad, el éxito de las cosechas se veía comprometido, por lo que era necesario ejecutarlo para permitirle ser sucedido por un heredero más viril. Los antiguos monarcas eventualmente ejercieron su influencia, de tal manera que un sustituto, o chivo expiatorio, ocupaba el lugar del rey por un tiempo, y se le permitía disfrutar de su rol temporal, hasta que él mismo era sacrificado en su lugar durante un festival anual de Año Nuevo. [6]

 

El origen de la matanza sagrada del rey fue el Zagmuk, o festival de Año Nuevo, correspondiente a nuestra Pascua, cuando los babilonios celebraban la muerte y resurrección de su dios principal, Marduk, la deidad patrona de Babilonia, también conocida como Bel. Tres ceremonias importantes se realizaban en honor a Bel. Estos actos de adoración eran ritos de fertilidad, que hacían referencia al ciclo agrícola de la naturaleza, con la muerte de las cosechas en invierno y el regreso de la vida en primavera, pero también se consideraban una recreación del cosmos mismo. En Uruk, el festival se asociaba con el dios An, el dios sumerio del cielo nocturno. Ambos son esencialmente equivalentes en todos los aspectos al festival acadio Akitu.

 

Zagmuk, que literalmente significa "principio del año", era un festival mesopotámico que celebraba el triunfo de Marduk sobre las fuerzas del Caos, simbolizadas posteriormente por Tiamat. Así como la batalla entre Marduk y el Caos dura doce días, también dura Zagmuk. El punto culminante del festival tenía lugar en el equinoccio de primavera. [7] Primero se leía el Enuma elish, la epopeya babilónica de la creación, que narraba la reunión de los dioses Anunnaki para encontrar un dios que pudiera derrotar a los dioses que se alzaban contra ellos. Los Annunaki, siete jueces del Inframundo, hijos del dios Anu que vivieron en el cielo, pero fueron desterrados por sus fechorías, son el origen de los numerosos relatos de gigantes legendarios, conocidos como los Anakim en la historia del Diluvio de la Biblia, también conocidos como los Ángeles Caídos o los Titanes de la mitología griega.

 

Festival de Akitu en Babilonia

 

Marduk respondió al llamado de los Anunnaki y se le prometió el puesto de dios principal. Marduk se lanza a la batalla, montado en su carro de tormenta tirado por cuatro caballos con veneno en las bocas, y derrota a la líder de los dioses Anunnaki, Tiamat, el Dragón. Se realizó una representación dramática del conflicto entre Marduk y Tiamat, durante la cual el dios es vencido y asesinado, pero resucitado mediante ceremonias mágicas y finalmente vence al Dragón. En segundo lugar, el rey es llevado ante la imagen de Marduk, le retiran sus insignias y el sumo sacerdote le abofetea.

 

En este punto, se presagiaba que, si el golpe producía lágrimas, el año sería próspero y la vegetación crecería. Finalmente, en una ceremonia conocida como matrimonio sagrado, el rey, representando al dios, practicaba la cópula ritual con una sacerdotisa, simbolizando la unión del dios y la diosa. Al finalizar el festival, el rey era asesinado. Para salvar a su rey, los mesopotámicos a menudo utilizaban un rey simulado, representado por un criminal que era ungido como rey antes del comienzo de Zagmuk y asesinado el último día.

 

Los Anunnaki representan el arquetipo primordial del mediador caído que atraviesa todas las tradiciones esotéricas occidentales. Su transformación de jueces celestiales a guardianes del inframundo establece el paradigma fundamental de la gnosis oculta: el conocimiento prohibido reside en las sombras, custodiado por aquellos que se atrevieron a desafiar el orden establecido.

 

Este mito babilónico no es meramente decorativo. Proporciona la estructura narrativa maestra que justificará, siglos después, la teología luciferina: la caída como misión, el exilio como iniciación, el conocimiento prohibido como herramienta de liberación. Los Anunnaki son los prototipos divinos de todos los ángeles caídos, titanes encadenados y gigantes antediluvianos que poblarán la imaginación religiosa de Occidente.

 

Cuando Marduk los desterró al inframundo, no los destruyó —los transformó en símbolos de resistencia cósmica. Su legado no es la derrota, sino la persistencia del conocimiento en la oscuridad, esperando ser redescubierto por aquellos lo suficientemente valientes para buscarlo en los lugares prohibidos.

 

 

TIERRA DE PROMISIÓN: LA TRANSFORMACIÓN DEL PACTO DIVINO EN PROYECTO TERRENAL

 

DEL PACTO DE ABRAHAM AL DESTINO MANIFIESTO: CÓMO LA ELECCIÓN DIVINA SE CONVIRTIÓ EN JUSTIFICACIÓN PARA LA CONQUISTA Y EL GOBIERNO OCULTA

 

El relato bíblico del Pacto de Abraham establece uno de los conceptos más poderosos y duraderos de la historia religiosa occidental: la idea de un pueblo elegido destinado a heredar una tierra prometida. Según el Génesis, Dios le promete a Abraham: "A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el gran río, el río Éufrates". Este pacto —sellado con el sacrificio ritual de animales cortados en dos— no es un simple contrato territorial. Es la fundación teológica de un proyecto histórico que trascenderá sus orígenes religiosos para convertirse en paradigma de dominio territorial justificado por designio divino.

 

Pero la Tierra Prometida no estaba vacía. Estaba habitada por los cananeos —pueblo maldito según la narrativa bíblica, descendiente de Cam a través de su hijo Canaán. La conquista de esta tierra, por tanto, no se presenta como un acto de agresión arbitraria, sino como el cumplimiento de una sentencia divina y la restauración de un orden cósmico perturbado. Los cananeos, según esta lógica, merecían ser desplazados no solo por sus prácticas religiosas (incluyendo el sacrificio de niños a Moloc), sino por una maldición ancestral que los convertía en obstáculos en el camino del plan divino.

 

Este marco conceptual —elección divina + territorio prometido + enemigo maldito que debe ser eliminado— establecerá un patrón recurrente en la historia de las élites ocultistas. No se trata simplemente de conquistar tierras, sino de cumplir un destino manifiesto justificado por una narrativa superior. La tierra no se toma por codicia, sino por mandato celestial; los habitantes originales no son desplazados por conveniencia, sino porque ocupan un espacio sagrado que pertenece a otros por designio divino.

 

La prueba de Abraham en el monte Moriah —donde Dios le ordena sacrificar a su hijo Isaac, solo para detenerlo en el último momento— introduce otro elemento crucial: la disponibilidad para el sacrificio extremo como prueba de lealtad al pacto. Aunque la tradición rabínica interpretaría esto como el fin divino del sacrificio humano, la lógica subyacente permanece: la lealtad al proyecto trascendente justifica cualquier sacrificio, incluso el más inconcebible.

 

Este paradigma será secuestrado y reinterpretado por las corrientes ocultistas que estudiamos. El "pueblo elegido" ya no será necesariamente el Israel bíblico, sino cualquier grupo que se declare portador de un destino superior. La "tierra prometida" dejará de ser Canaán para convertirse en cualquier territorio que se considere necesario para el cumplimiento del proyecto oculto. Y los "cananeos" serán cualquiera que se interponga en ese camino, ahora no solo maldecido por Dios, sino por el progreso histórico o la evolución espiritual según la nueva teología secularizada.

 

La genealogía de las doce tribus de Israel, con su intrincado simbolismo astrológico —cada tribu asociada a un signo zodiacal, agrupadas según los cuatro elementos— proporcionará a los cabalistas medievales un mapa cósmico del pueblo elegido. No se trata solo de una descendencia biológica, sino de una estructura espiritual codificada en las estrellas, donde cada tribu representa una faceta de la relación entre el pueblo elegido y el cosmos.

 

Este misticismo tribal será posteriormente transferido a otras élites —las casas reales europeas, las órdenes de caballería, las sociedades secretas— que reclamarán para sí mismas un estatus de elección espiritual análogo al de las tribus de Israel. La sangre ya no es solo biología; es vector de destino espiritual, línea de transmisión de un pacto que ahora puede ser heredado por cualquiera que posea el conocimiento correcto y la iniciación adecuada.

 

La adoración del becerro de oro en el desierto —mientras Moisés recibía las tablas de la ley en el Sinaí— representa en la narrativa bíblica el primer gran desvío del pueblo elegido. Pero en la lectura ocultista, este episodio adquiere un significado diferente: no es una simple idolatría, sino el intento de acceder a formas de poder divino más inmediatas y tangibles. El becerro de oro evoca directamente a Apis, el dios-toro egipcio asociado con Osiris y, por extensión, con Orión —la constelación del dios moribundo.

 

Aquí emerge un patrón que se repetirá a lo largo de la historia del pueblo elegido: la tensión entre la ley revelada (las tablas de Moisés) y el impulso hacia lo numinoso inmediato (el becerro de oro). Para la corriente subterránea, esta tensión no es un problema a resolver, sino un mecanismo dialéctico que permite avanzar el proyecto: se professa lealtad a la ley establecida mientras se busca secretamente acceder a fuentes de poder alternativas.

 

La conquista de Canaán bajo Josué establece el modelo de guerra santa que será replicado y transformado en múltiples contextos históricos. Los habitantes de la tierra —los anaceos (descendientes de los Nephilim), los hititas, los jebuseos, los amorreos— no son solo enemigos políticos; son obstáculos cósmicos en el camino del plan divino. Su eliminación no es genocidio, sino purificación ritual del espacio sagrado.

 

Este concepto de purificación territorial mediante eliminación de elementos impuros se convertirá en uno de los mecanismos operativos más peligrosos heredados por las élites ocultistas. Justificará no solo conquistas territoriales, sino purificaciones étnicas, religiosas y culturales en nombre de proyectos supuestamente superiores. El espacio no es neutral; está cargado de significado espiritual, y ciertos elementos humanos son considerados contaminantes que deben ser removidos para que el espacio cumpla su destino.

 

La advertencia en Deuteronomio 18:9-12 —que prohíbe explícitamente sacrificios humanos, adivinación, hechicería, brujería, encantamientos, espiritismo y consulta a los muertos— es particularmente reveladora. El texto enumera precisamente las prácticas que los pueblos de Canaán realizaban y que los israelitas deben evitar. Pero la propia necesidad de prohibirlas sugiere que estas prácticas eran atractivas y tentadoras, ofreciendo formas de poder y conocimiento alternativas a la religión oficial.

 

Para la corriente subterránea, estas prácticas prohibidas no son errores a evitar, sino herramientas ocultas que deben ser dominadas en secreto. La prohibición pública sirve como cortina de humo —condena lo que en realidad se practica en círculos iniciáticos, protegiendo así el conocimiento del vulgo mientras se preserva para los elegidos.

 

La adopción del culto a Baal y Astarté por parte de los israelitas una vez establecidos en Canaán demuestra la porosidad de las fronteras religiosas incluso para el pueblo elegido. Baal, el dios moribundo cananeo, y Astarté, su consorte-hermana, no son meros ídolos extranjeros; representan una teología alternativa completa —una visión cíclica de la muerte y resurrección divina, una sacralización de la sexualidad ritual, una conexión directa con los ciclos naturales.

 

Este sincretismo —la fusión del YAHWISMO con el culto cananeo— no es un accidente histórico, sino el proceso mediante el cual la corriente subterránea se infiltra en la religión oficial. Los pilares de Asera (símbolos fálicos de la diosa) erigidos junto a los altares de YHWH, los rituales de fertilidad incorporados a las festividades agrícolas, la asimilación de elementos astrológicos —todo esto representa la lenta pero constante infiltración del paradigma del dios moribundo en el corazón mismo de la religión del pueblo elegido.

 

La figura de Salomón —constructor del Primer Templo, sabio por excelencia, maestro de magia según la tradición talmúdica— representa el punto de fusión máxima entre la religión oficial y las tradiciones ocultas. El Templo de Jerusalén, construido con la ayuda del cananeo Hiram (el "hijo de una viuda", título sacerdotal de la diosa), incluía los pilares Boaz y Jachin —símbolos claros de la dualidad divina masculino-femenina del culto cananeo.

 

Las leyendas sobre el SELLO DE SALOMÓN (LA ESTRELLA DE SEIS PUNTAS) y su capacidad para controlar demonios, junto con la historia del SHAMIR (el gusano mágico que cortaba piedras sin herramientas), transforman a Salomón de un rey piadoso en un MAGO DIVINO que domina las fuerzas ocultas. Esta imagen de Salomón como mago-rey —que controla demonios, habla con animales, posee conocimiento alquímico— será enormemente influyente en la tradición oculta posterior, desde los grimorios medievales hasta la masonería moderna.

 

El destierro a Babilonia en el siglo VI a.C. —presentado en la narrativa bíblica como castigo por la infidelidad del pueblo— se convierte en la oportunidad definitiva para la fusión doctrinal. En Babilonia, los círculos heréticos judíos no se arrepienten de sus prácticas sincréticas; las intensifican, incorporando la astrología caldea, la numerología babilónica, la magia de los magos, creando lo que eventualmente se conocerá como la Cábala.

 

La Tierra Prometida, por tanto, no es simplemente un territorio geográfico. Es el símbolo de un estado espiritual —la culminación de un camino iniciático, la realización de un destino cósmico, la materialización en el plano terrestre de un diseño divino. Pero este símbolo es infinitamente transferible: cualquier tierra puede convertirse en "tierra prometida" si se le asigna ese significado en una narrativa de destino manifiesto; cualquier pueblo puede declararse "elegido" si construye la mitología adecuada.

 

La corriente subterránea heredará este paradigma y lo despojará de su contenido religioso específico, manteniendo su estructura operativa: la idea de un grupo elegido (ahora los iniciados, no el Israel bíblico) destinado a gobernar un territorio/espacio (ahora el mundo entero, no solo Canaán) después de eliminar/transformar a los actuales habitantes (ahora la humanidad no iniciada, no los cananeos) en nombre de un proyecto superior (ahora la evolución espiritual o el nuevo orden mundial, no el pacto con YHWH).

 

Este es el legado operativo de la Tierra Prometida: no una historia antigua sobre un pueblo y una tierra, sino un paradigma de justificación para el dominio que puede ser reactivado, reempaquetado y aplicado una y otra vez por aquellos que se consideran a sí mismos los nuevos elegidos, destinados a heredar la tierra —o el mundo— por designio de una fuerza superior, ya sea Dios, la Historia, la Evolución o el Destino mismo.

 

El sacrificio de Abraham de Laurent de la Hyre (1650)

 

La oferta vinculante de Dios de la Tierra Prometida a los israelitas como su "Pueblo Elegido" se origina en el Pacto de los Pedazos. En Génesis 15:1-15, Dios le dice a Abraham que le nacería un hijo, le pide que cuente las estrellas, si es posible, y le promete: "Así será tu descendencia". Dios le ordena a Abraham que prepare un sacrificio animal, cortándolo en dos. Dios entonces le profetizó a Abraham que su descendencia sería extranjera en una tierra que no es suya (una tierra extraña) y serviría a los gobernantes de la tierra durante cuatrocientos años, pero después, saldrían con "gran riqueza" y en la cuarta generación, regresarían a Canaán. En Génesis 15:18-21, Dios le dice a Abraham que ha dado a su descendencia la tierra de los cananeos malditos y a todos sus descendientes: “A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el gran río, el río Éufrates: la tierra de los ceneos, los cenezeos, los cadomitas, los hititas, los ferezeos, los refaítas, los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos”.

 

Según Génesis 22, Dios también puso a prueba a Abraham al pedirle que sacrificara a su hijo Isaac en el monte Moriah. Al ver que Abraham accedía voluntariamente, un mensajero divino lo interrumpió. Abraham vio entonces un carnero y lo sacrificó. Los sabios del Talmud interpretaron este acontecimiento, conocido como la Akedá, como una oportunidad para enseñar a la humanidad, de una vez por todas, que el sacrificio humano, el sacrificio de niños, no es aceptable. Sin embargo, la Biblia relata que, una vez que los israelitas entraron en Canaán tras su éxodo de Egipto, adoptaron la religión de sus vecinos y practicaron rituales paganos, que incluían sacrificios humanos.

 

El hijo de Abraham, Jacob, posteriormente rebautizado como Israel, engendró doce hijos que se convirtieron en las doce tribus de Israel, que también eran entendidas místicamente. Según los escritos apocalípticos y las generaciones posteriores de rabinos, las doce tribus estaban asociadas con los doce signos astrológicos. Al igual que el Zodíaco, las doce tribus se dividían en cuatro grupos de tres, cada uno con un signo astrológico particular, de acuerdo con las cuatro estaciones del Zodíaco, divididas según los Cuatro Elementos. Así, Rubén, a quien se compara con el agua corriente, con Simeón y Gad, son Acuario. Judá, el león, con Isacar y Zabulón, son Leo. Benjamín, Manasés y Efraín, a quienes Jacob compara con el buey, son Tauro. Neftalí, Aser y Dan, cuyo emblema es el escorpión, sinónimo astrológicamente del águila, son Escorpio.

 

De los hijos de Israel, José era su favorito, y le hizo una túnica de muchos colores. José tuvo un sueño en el que vio al Sol, la Luna y once estrellas inclinarse ante él, lo que significaba que sería más grande que sus hermanos. Por envidia, vendieron a José como esclavo. Finalmente, sus captores lo llevaron a Egipto, donde se convirtió en el primer ministro del faraón. Azotados por la hambruna, Israel y sus hijos restantes se vieron obligados a emigrar a Egipto, donde se unieron a su hermano José. Tras varios siglos, la nación judía alcanzó tal importancia que el faraón y los egipcios se sintieron amenazados. Sin embargo, Dios aún tenía la intención de cumplir su promesa a su antepasado Abraham, y debido a la opresión que sufrían, envió a Moisés a suplicar al faraón que liberara al pueblo de Israel. Tras varias terribles aflicciones enviadas por Dios a los egipcios, como señal de que debían cumplir la petición de Moisés, el faraón finalmente cedió, y Moisés guió a los israelitas a través del Mar Rojo hacia el norte, hacia la Tierra Prometida.

 

Adoración del becerro de oro de Nicolas Poussin (c. 1634)

 

Ya antes de entrar en Canaán, los israelitas eran culpables de adorar al dios moribundo en la forma del Becerro de Oro. Poco después del Éxodo, y poco después de haber cruzado el Mar Rojo, mientras Moisés estaba en el Monte Sinaí recibiendo las tablas de los Diez Mandamientos, los judíos comenzaron a preocuparse porque su profeta se demoraba demasiado en la montaña. Éxodo 32:1-4 relata que se acercaron a Aarón, el hermano de Moisés, y le exigieron: «Ven, haznos un dios que vaya delante de nosotros; en cuanto a este Moisés, el hombre que nos sacó de Egipto, no sabemos qué le haya sucedido». Aarón les aconsejó que recogieran sus joyas y, fundiéndolas, formó la estatua de un becerro y les dijo: «Este es tu dios, oh Israel, que te sacó de la tierra de Egipto». El Becerro de Oro evoca a Apis, el dios-toro egipcio asociado con Osiris, a quien los egipcios identificaban con Orión. Y la "fiesta pagana" que la acompaña, entendida como una referencia a los ritos orgiásticos asociados con el paganismo. Cuando Moisés regresó de la montaña, al ver el espectáculo, rompió las tablas de los Diez Mandamientos.

 

La Tierra Prometida nunca fue solo un territorio geográfico. Fue el primer prototipo histórico de un concepto que la corriente subterránea perfeccionaría y replicaría: la justificación teológica para la conquista, el desplazamiento y el dominio. El pacto de Abraham estableció el molde: un grupo elegido por designio divino, una misión histórica de ocupación territorial, y una población existente estigmatizada como obstáculo cósmico que debe ser removido.

 

Este paradigma sería despojado de su ropaje específicamente judío y transferido a otras élites que se autoproclamaron como los nuevos "pueblos elegidos". La promesa divina se transformó en destino manifiesto, la tierra de Canaán se convirtió en cualquier territorio deseado, y los cananeos se transformaron en cualquier pueblo que se interpusiera en el camino del "progreso" o la "evolución espiritual".

 

EL EPISODIO DE SHLOMÓ – SALOMÓN —con su Templo construido por artesanos cananeos, sus pilares fálicos, sus leyendas de control demoníaco— revela LA VERDADERA NATURALEZA DEL PROYECTO: nunca se trató de pureza religiosa, sino de SINCRETISMO ESTRATÉGICO. La religión oficial servía como fachada pública, mientras que en las cámaras secretas del Templo se practicaba la SÍNTESIS ENTRE EL YAHWISMO Y EL CULTO AL DIOS MORIBUNDO.

 

La Tierra Prometida, en última instancia, es el arquetipo de todos los proyectos utópicos que prometen un territorio perfecto a cambio de la eliminación de lo existente. Su legado no es la fe en una promesa divina, sino la justificación del desplazamiento en nombre de una narrativa superior —una herramienta que la corriente subterránea usaría una y otra vez para legitimar sus ambiciones de transformación global.

 

 

EPOPEYA DE BAAL: EL DIOS USURPADOR COMO MODELO DE REVOLUCIÓN CÓSMICA

 

DEL DRAGÓN DEL MAR A LA REBELIÓN CELESTIAL: CÓMO EL MITO CANANEO DEL DIOS QUE DERROCA AL CREADOR SE CONVIRTIÓ EN EL PARADIGMA DE LA SUBVERSIÓN ESPIRITUAL

 

En las tablillas de arcilla descubiertas en Ugarit —la antigua ciudad cananea en la costa siria— se conserva el relato más completo y sistemático del ciclo del dios moribundo en el antiguo Cercano Oriente: la Epopeya de Baal. Este texto, que data aproximadamente del siglo XIV a.C., no es meramente mitología folclórica. Es la codificación narrativa de una teología de usurpación cósmica que se convertiría en el modelo oculto para todas las rebeliones espirituales posteriores.

 

Baal —cuyo nombre significa simplemente "Señor" o "Amo"— no es el dios supremo en el panteón cananeo. Es el dios joven, el usurpador, el hijo que desafía al padre. Su mito central es una guerra celestial por el dominio que sigue una estructura precisa: el dios joven (Baal) desafía al dios anciano (El), derrota al Dragón del Mar (Yam), obtiene permiso para construir su palacio/templo, y finalmente desciende al inframundo (muere) solo para resurgir victorioso (resucita).

 

Esta narrativa —juventud contra vejez, innovación contra tradición, rebelión contra estabilidad— contiene en embrión todos los elementos que la corriente subterránea exaltaría como virtudes espirituales. Baal no es castigado por su audacia; es recompensado con el dominio. Su descenso al inframundo no es una derrota final, sino una etapa necesaria en su triunfo.

 

EL DRAGÓN DEL MAR (YAM) QUE BAAL DERROTA no es un monstruo cualquiera. En la cosmología cananea, Yam representa las fuerzas del caos primordial, las aguas indiferenciadas que existían antes de la creación. Al vencer a Yam, Baal no solo gana una batalla —repite y completa la obra creadora, estableciendo un nuevo orden sobre las ruinas del caos. Esta es la esencia del mesianismo revolucionario: no mejorar lo existente, sino destruir lo viejo para crear algo radicalmente nuevo.

 

LA CONSTRUCCIÓN DEL PALACIO DE BAAL —que ocupa un lugar central en la epopeya— es particularmente reveladora. Baal no puede simplemente tomar residencia donde quiera; debe obtener permiso de El (el dios padre) y luego construir activamente su morada. Este proceso refleja la dialéctica entre rebelión y legitimación que caracterizará a todos los movimientos revolucionarios: primero se desafía la autoridad establecida, luego se busca algún tipo de sanción tradicional para el nuevo orden, finalmente se construye materialmente la nueva realidad.

 

EL MATRIMONIO SAGRADO ENTRE BAAL Y SU HERMANA-CONSORTE ANAT —un ritual de fertilidad que involucraba cópula simbólica o real entre sacerdote y sacerdotisa— introduce la sexualidad ritualizada como herramienta de regeneración cósmica. No se trata de mera licencia sexual, sino de la SACRALIZACIÓN DE LA UNIÓN MASCULINO-FEMENINA como motor de renovación cósmica. Este elemento será enormemente influyente en las tradiciones ocultistas posteriores, desde la alquimia sexual hasta ciertas prácticas de magia ceremonial.

 

LA MUERTE DE BAAL —causada por Mot, el dios de la muerte y el inframundo— no es el final de la historia. Es el punto de inflexión dramático que permite su transformación. Anat, la hermana-consorte de Baal, no llora pasivamente su muerte; busca activamente a Mot, lo derrota, lo despedaza y esparce sus restos, forzando así la resurrección de Baal. Esta narrativa de violencia sacrificial como requisito para la renovación establecerá un patrón que resonará a través de los siglos: la necesidad de destruir lo viejo (incluso violentamente) para que nazca lo nuevo.

 

EL CICLO ANUAL DE MUERTE Y RESURRECCIÓN DE BAAL —sincronizado con las estaciones, especialmente la sequía estival (muerte) y las lluvias otoñales (resurrección)— transforma el mito en un reloj cósmico. El tiempo no es lineal ni neutral; está cargado de significado espiritual, con momentos específicos que son potencialmente revolucionarios. Esta concepción del tiempo como una serie de ventanas de oportunidad cósmica será fundamental para la astrología, la magia ritual y la planificación revolucionaria en la tradición oculta.

La adopción del culto a Baal por los israelitas —a pesar de las explícitas prohibiciones bíblicas— revela la potencia atractiva de esta teología. Baal ofrecía algo que el YAHWISMO más austero no proporcionaba: una conexión directa con los ciclos naturales, una sexualidad sacralizada, un drama cósmico inmediato y repetible. Los israelitas no abandonaron a YHWH por Baal; intentaron fusionar ambos cultos, erigiendo altares a Baal junto a los de YHWH, practicando rituales de fertilidad en los lugares altos.

 

Esta SÍNTESIS SINCRETISTA —condenada por los profetas bíblicos como apostasía— representa desde la perspectiva de la corriente subterránea el proceso normal de evolución espiritual: las religiones no permanecen puras, sino que absorben elementos de otras tradiciones, creando formas híbridas más poderosas. La "infidelidad" de Israel no fue un error, sino un intento de acceder a un espectro más amplio de fuerzas espirituales.

 

LA ASOCIACIÓN DE BAAL CON ORIÓN —la constelación del cazador— conecta este culto directamente con el ciclo estelar más amplio. Orión, visible en el cielo invernal, desaparece en primavera (muerte) y reaparece en otoño (resurrección), reflejando exactamente el ciclo de Baal. Esta sincronización estelar eleva el mito de lo meramente agrícola a lo cósmico: Baal no es solo el dios de la lluvia, es una fuerza que opera a escala universal, cuyo ritmo marca el pulso mismo del cosmos.

El culto a Moloc —variante de Baal asociada específicamente con Saturno y con el sacrificio de niños— representa la faz más oscura de esta teología. Si Baal es el dios de la vida que muere y renace, Moloc es el dios de la muerte que exige sacrificio extremo. La práctica de hacer pasar niños por el fuego —condenada repetidamente en la Biblia— no era simple crueldad; era la lógica última del sacrificio: dar lo más preciado para obtener el favor divino máximo.

 

Esta economía espiritual de sacrificio extremo establecerá un patrón peligroso: la idea de que los objetivos trascendentes justifican medios atroces. Si el dios exige el sacrificio de lo más querido, entonces cualquier sacrificio es permisible en nombre del proyecto divino. Esta mentalidad —el fin justifica los medios, especialmente si el fin es divino— será una de las herencias más tóxicas de la tradición cananea, resucitada una y otra vez por movimientos que creen poseer una misión histórica o espiritual superior.

 

LA REPRESENTACIÓN DE BAAL Y ASTARTÉ MEDIANTE PILARES FÁLICOS (ASERAS) introduce el símbolo universal del axis mundi —el eje que conecta cielo, tierra e inframundo. Estos pilares no son meros ídolos; son instrumentos rituales, puntos de acceso a lo divino, marcadores de espacio sagrado. Su presencia junto a los altares de YHWH representa no solo sincretismo religioso, sino la incorporación de tecnología espiritual alternativa dentro del marco religioso establecido.

 

LA EPOPEYA DE BAAL, por tanto, no es simplemente un mito antiguo. Es el manual operativo original de una teología de revolución espiritual que la corriente subterránea preservaría y reactivaría.

 

En ella se encuentran todos los elementos que caracterizarán los movimientos ocultistas y revolucionarios posteriores:

 

1.  La glorificación del usurpador (el dios joven que derroca al viejo)

2.  La sacralización de la violencia (necesaria para derrotar al caos)

3.  La sexualidad como herramienta espiritual (el matrimonio sagrado)

4.  La ciclicidad como ley cósmica (muerte y resurrección estacional)

5.  El sacrificio extremo como camino al poder (el culto a Moloc)

6.  La construcción activa del nuevo orden (el palacio de Baal)

7.  La sincronización con los ciclos cósmicos (Baal/Orión)

 

Esta epopeya establece el paradigma completo de lo que significa desafiar un orden establecido en nombre de algo nuevo: no se trata de reforma, sino de revolución total; no se trata de coexistencia, sino de sustitución; no se trata de evolución gradual, sino de MUERTE Y RENACIMIENTO RADICAL.

 

Cuando los profetas bíblicos condenan el culto a Baal, no están simplemente defendiendo la pureza religiosa. Están reconociendo —y resistiendo— una teología alterna completa que ofrece una visión del mundo radicalmente diferente: no un dios creador trascendente y moral, sino un dios inmanente que muere y renace, no una ética de justicia y compasión, sino una espiritualidad de poder y regeneración mediante el sacrificio.

 

La corriente subterránea heredará precisamente esta teología alterna, despojándola de su ropaje específicamente cananeo, pero manteniendo su estructura operativa fundamental. Baal no será adorado nominalmente, pero su paradigma de revolución espiritual —la muerte del viejo dios/orden, la resurrección del nuevo— se convertirá en el modelo para todos los proyectos de transformación radical, desde las revoluciones políticas hasta los movimientos espirituales que buscan crear un "nuevo hombre" y un "nuevo mundo".

 

En última instancia, la Epopeya de Baal es la narrativa fundacional de la rebelión como virtud espiritual. Establece que desafiar al padre/dios/orden establecido no es pecado, sino camino hacia un dominio superior; que descender al inframundo/no-ser/caos no es fracaso, sino etapa necesaria del renacimiento; que la violencia contra lo existente no es maldad, sino instrumento de creación.

 

Esta es la herencia que la corriente subterránea preservará a través de los siglos: no la adoración literal de Baal, sino la internalización de su paradigma revolucionario como modelo para todas las transformaciones —espirituales, políticas, sociales— que buscan no reformar el mundo, sino HACERLO MORIR Y RENACER SEGÚN UN NUEVO DESIGNIO.

 

David matando a Goliat, descendiente de los anaceos

 

Tras la liberación de Egipto, Dios les ordenó conquistar la tierra de Canaán, como cumplimiento de la promesa hecha a Abraham. La aterradora APARICIÓN DE LOS ANACEOS, descrita en el relato bíblico de los Doce Espías, aterrorizó a los israelitas al encontrarlos en la tierra de Canaán. Los Doce Espías, según el Libro de los Números, eran un grupo de jefes israelitas, uno de cada una de las Doce Tribus, enviados por Moisés para explorar la tierra de Canaán antes de su conquista. Los israelitas parecen haberlos identificado con los nefilim, los gigantes (Génesis 6:4; Números 13:33) del relato del Diluvio. Josué finalmente los expulsó de la tierra, a excepción de algunos que encontraron refugio en las ciudades filisteas de Gaza, Gat y Asdod (Josué 11:22), por lo que los gigantes filisteos como Goliat, que fue asesinado por David (2 Samuel 21:15-22), eran descendientes de los anaceos.

 

Según Deuteronomio 9:1-2: «¡Escucha, Israel! Hoy cruzas el Jordán para entrar a desposeer a naciones más grandes y poderosas que tú, grandes ciudades fortificadas hasta el cielo, un pueblo grande y alto, los hijos de los anaceos, a quienes conoces y de quienes has oído decir: “¿Quién podrá resistir a los hijos de Anac?”». De igual manera, según Josefo, en aquel tiempo en Palestina, «aún quedaba una raza de gigantes, que tenían cuerpos tan grandes y rostros tan completamente diferentes de los demás hombres, que eran sorprendentes a la vista y terribles al oído». [8]

 

En Deuteronomio, capítulo 3, se nos dice: «Porque solo Og, rey de Basán, quedó del remanente de los refaítas; he aquí, su cama era una cama de hierro; ¿no está en Rabá de los amonitas? Nueve codos era su longitud, y cuatro codos su anchura, según el codo común». Cuando Moisés envía un equipo de reconocimiento para recopilar información sobre la tierra de los cananeos, a su regreso de la misión informan: «Entramos en la tierra adonde nos enviaste; y ciertamente mana leche y miel, y este es su fruto. Sin embargo, el pueblo que habita la tierra es fuerte, y las ciudades están fortificadas y son muy grandes; y además, vimos allí a los descendientes de Anac. Amalec habita en la tierra del Négueb, y los hititas, los jebuseos y los amorreos habitan en la región montañosa, y los cananeos viven junto al mar y a la orilla del Jordán». [9]

 

Una vez que conquistaron la tierra de los cananeos, los israelitas recibieron una clara advertencia de abstenerse del culto pagano al dios moribundo.

 

Según Deuteronomio 18:9-12:

 

Cuando entres en la tierra que el Señor tu Dios te da, no aprendas a imitar las abominaciones de las naciones que viven allí. Que no haya entre ti quien sacrifique a su hijo o hija en el fuego, quien practique adivinación, hechicería, interprete agüeros, practique la brujería, haga encantamientos, sea médium, espiritista o consulte a los muertos. Cualquiera que haga estas cosas es abominable para el Señor; por estas mismas abominaciones, el Señor tu Dios expulsará a esas naciones de delante de ti.

 

Gedeón derribando un poste de Asera

 

Sin embargo, fue en Canaán donde los israelitas adoptaron la adoración del dios moribundo Baal y su esposa-hermana Astarté, que sustentaría las creencias de la Cábala. Baal era uno de una trinidad de dioses adorados entre los cananeos, compuesta por el padre El, su hija Astarté y Baal, su hijo. Ambos estaban simbolizados por el toro porque en la resurrección del dios del inframundo, celebrada en el equinoccio de primavera, el Sol y Venus salían en la constelación de Tauro. La mitología de Baal se ilustra mejor en el más largo de los mitos cananeos conocidos, la Epopeya de Baal, descubierta por arqueólogos en el antiguo sitio de Ugarit, ahora Ras Shamra en la costa mediterránea del norte de Siria. La Epopeya de Baal proporciona el relato básico del dios moribundo como un dios usurpador, reflejando gran parte del relato del Enuma elish, que obtiene el dominio al derrotar al Dragón del Mar.

 

Baal llegó a representar al dios del cielo, el dios del trueno, que fecunda a la diosa, la madre tierra, para dar vida. Así, Baal se simbolizaba a menudo como un falo erecto en forma de pilar. Este se convirtió en el símbolo del dios andrógino único, y tanto Baal como Astarté se representaban generalmente mediante un pilar, conocido como Asera en la Biblia, una palabra hebrea, también un sustantivo común, que significa árbol o poste sagrado utilizado en el culto a la diosa.[10] Un sacerdote y una sacerdotisa se sometían a una muerte y resurrección simuladas, y en un rito llamado matrimonio sagrado, el sacerdote y la sacerdotisa copulaban, simbolizando la unión del dios y la diosa.

 

La Epopeya de Baal no es simplemente un mito cananeo sobre lluvias y cosechas. Es la codificación narrativa completa de una teología que exalta la rebelión, la usurpación y la transformación radical como principios cósmicos sagrados. Baal, el dios joven que derroca a los antiguos poderes, derrota al Dragón del Caos, desciende voluntariamente al inframundo y renace triunfante, establece el prototipo divino del revolucionario espiritual.

 

Esta narrativa contiene en embrión todos los elementos que la corriente subterránea venerará como virtudes: la juventud contra la vejez, la innovación contra la tradición, la acción violenta contra la estabilidad, el sacrificio extremo como camino al poder. El ciclo de Baal —muerte y resurrección sincronizado con las estaciones y las estrellas— transforma la rebelión de un acto político en una ley cósmica, un ritmo del universo mismo que debe ser obedecido y aprovechado.

 

LOS ISRAELITAS QUE ADOPTARON EL CULTO A BAAL JUNTO AL DE YHWH no estaban simplemente siendo "infieles". Estaban reconociendo —e intentando sintetizar— DOS TEOLOGÍAS FUNDAMENTALMENTE INCOMPATIBLES: una de orden moral trascendente, otra de poder cíclico inmanente. Su fracaso en fusionarlas abiertamente no invalidó el intento; solo demostró que la síntesis debía realizarse en secreto, en las cámaras internas del Templo y las logias iniciáticas, no en los altares públicos.

 

Baal, en última instancia, es el primer mesías revolucionario de la tradición occidental —no un salvador que redime mediante el sacrificio propio, sino un usurpador que conquista mediante la fuerza y la astucia, y que establece un nuevo orden sobre las ruinas del antiguo. Su legado no es la compasión o la justicia, sino el puro poder transformador, la capacidad de hacer morir lo viejo para que nazca lo nuevo, sin importar el costo.

 

 

SATURNO: EL DIOS DEL TIEMPO, EL SACRIFICIO Y EL ORDEN INVERSO

 

DE CRONOS DEVORANDO A SUS HIJOS AL ANILLO DE LOS SEÑORES DEL DESTINO: CÓMO LA DEIDAD DEL TIEMPO SE TRANSFORMÓ EN SÍMBOLO DEL PODER QUE CONSUME A SUS PROPIOS SEGUIDORES

 

En el panteón babilónico, Ninurta —dios de la guerra, la caza y la agricultura— era identificado con el planeta Saturno. Pero esta identificación astronómica contenía una teología mucho más profunda. Ninurta/Saturno no era simplemente otra deidad; era el señor del tiempo medible, el regulador de los ciclos, el juez implacable cuyo movimiento lento y constante marcaba el ritmo inexorable del destino.

 

Esta asociación entre SATURNO Y EL TIEMPO DEVORADOR —el tiempo que consume todo lo que existe— se manifestó plenamente en la mitología griega con CRONOS (Κρόνος), el titán que DEVORA A SUS PROPIOS HIJOS por miedo a ser destronado. El mito de Cronos castrando a su padre Urano, gobernando durante la Edad de Oro, y luego siendo derrocado por su hijo Zeus, establece un PATRÓN TRIPLEUSURPACIÓN, DOMINIO TIRÁNICO, Y POSTERIOR USURPACIÓN.

 

Pero Cronos/Saturno no es simplemente un tirano mitológico. En la teología oculta, representa algo mucho más profundo: el principio mismo de la temporalidad como fuerza destructora-creadora. El tiempo no es un marco neutral; es un dios activo que consume lo existente para dar paso a lo nuevo, que sacrifica el presente en el altar del futuro, que devora a sus propios "hijos" (los momentos, los seres, las civilizaciones) como parte de su ciclo eterno.

 

EL FESTIVAL ROMANO DE LAS SATURNALES —celebrado del 17 al 23 de diciembre, coincidiendo con el solsticio de invierno— revela la naturaleza dual de esta deidad. Durante las Saturnales, el orden social se invertía: los esclavos eran servidos por sus amos, se elegía un "rey de las Saturnales" que luego era sacrificado simbólicamente, se permitía el libertinaje normalmente prohibido. Esta inversión temporal del orden no era simple desorden; era un ritual de renovación cósmica: el mundo debía volverse al revés periódicamente para que pudiera continuar derecho.

 

Esta concepción de la inversión periódica como necesidad cósmica se convertirá en uno de los principios operativos más importantes de la corriente subterránea. No se trata de caos por el caos, sino de caos controlado, ritualizado, dirigido —una purga necesaria del sistema social y cósmico, comparable a la poda de un árbol o la sangría médica. El desorden no es el enemigo del orden; es su precondición y su complemento necesario.

 

LA IDENTIFICACIÓN DE SATURNO CON EL DIOS CANANEO MOLOC —a quien se sacrificaban niños pasándolos por el fuego— conecta esta deidad del tiempo con el sacrificio extremo. Moloc no es un dios sanguinario por sadismo; es EL DIOS QUE EXIGE LO MÁS PRECIADO precisamente porque es el señor del tiempo limitado, el recordatorio de que todo tiene un costo en el gran mercado cósmico. EL SACRIFICIO DE NIÑOS A MOLOC/SATURNO no era simple crueldad; era la lógica última del trueque con lo divino: dar lo que más duele para obtener lo que más se necesita.

 

Esta economía espiritual del sacrificio máximo impregnará la teología oculta: el progreso, la iluminación, el poder, tienen un precio terrible que debe ser pagado voluntariamente. Y quienes están dispuestos a pagarlo —a sacrificar lo que otros consideran sagrado, incluida la moral convencional— son los que avanzan en el camino iniciático.

 

EL ZURVANISMO —LA HEREJÍA ZOROASTRIANA que veneraba a ZURVAN (el Tiempo Infinito) como deidad suprema por encima de Ahura Mazda (el Bien) y Ahriman (el Mal)— representa la culminación teológica de este culto al tiempo. En el zurvanismo, el Tiempo no es un marco, sino el dios primordial del que emergen tanto el bien como el mal, la luz y la oscuridad. Esta teología establece que el conflicto cósmico entre bien y mal es secundario —ambos son hijos del Tiempo, ambos son herramientas en su juego eterno.

 

Esta perspectiva —el tiempo/destino como realidad última, el bien y el mal como meros instrumentos— será enormemente influyente en las corrientes gnósticas y ocultistas. No se trata de elegir entre bien y mal, sino de comprender que ambos son necesarios en el drama cósmico, y que el iniciado debe aprender a utilizar ambos según convenga a sus objetivos espirituales.

 

LA REPRESENTACIÓN ALQUÍMICA DE SATURNO como plomo —el metal más pesado, más bajo en la escala de transmutación— completa esta simbología. El plomo representa la materia prima bruta, lo pesado y oscuro, lo que debe ser sufrido y transformado en el camino hacia el oro (la iluminación). Saturno no es solo el dios que devora; es la etapa necesaria de peso y oscuridad que todo aspirante debe atravesar —la noche oscura del alma alquímica, el descensus ad inferos (descenso a los infiernos) que precede a la ascensión.

 

LA CÁBALA JUDÍA ASOCIARÁ A SATURNO CON LA SEPHIRAH BINAH (ENTENDIMIENTO) —la esfera de la estructura, la limitación, la forma. Binah es la "madre superior", la matriz que da forma a la energía creativa pura de Chokmah (Sabiduría). Esta asociación revela la naturaleza dual de Saturno: es a la vez limitador (impone forma, estructura, tiempo) y dador de forma (sin límites, no hay realidad concreta). Saturno no es el enemigo de la creación; es su condición de posibilidad —el marco sin el cual la energía creativa sería caos puro.

 

Esta dualidad —Saturno como tanto cárcel como templo— será fundamental para la teología oculta. El tiempo, la ley, la estructura, no son enemigos de la libertad espiritual; son sus instrumentos necesarios. La iniciación no consiste en escapar del tiempo, sino en aprender a navegarlo, a usarlo, a invertir su corriente cuando sea necesario.

 

EL MITO DE CRONOS DEVORANDO A SUS HIJOs adquiere así un significado iniciático profundo. Los "hijos" que Saturno devora no son niños literales; son las identidades temporales, los egos, las ilusiones que el iniciado debe sacrificar en su camino. Cada etapa del desarrollo espiritual requiere la muerte de la etapa anterior —el niño espiritual debe ser "devorado" para que nazca el adolescente espiritual, y así sucesivamente. Saturno es el dios de estas muertes necesarias, el sacrificador interior que permite el avance.

 

LA LEYENDA DE LOS ANILLOS DE SATURNO —añadida mucho después, pero incorporada rápidamente a la simbología oculta— completa esta imagen. Los anillos representan ciclos dentro de ciclos, tiempo dentro del tiempo —la estructura fractal de la realidad temporal. También sugieren una prisión celestial, una jaula de oro que rodea al planeta/dios. ¿Es Saturno el prisionero de sus propios anillos, o son ellos su corona de señorío sobre el tiempo? La ambigüedad es precisamente el punto.

 

EN LA MAGIA CEREMONIAL RENACENTISTA Y MODERNA, SATURNO SE CONVIERTE EN EL PLANETA DE LA MAGIA NEGRA, LA NIGROMANCIA, EL CONTACTO CON LOS MUERTOS Y LOS ESPÍRITUS DEL INFRAMUNDO. No porque sea "maligno" en sentido moral, sino porque rige los límites últimos: la muerte, el tiempo, el destino. El mago que trabaja con las fuerzas saturninas no busca el mal por el mal; busca poder sobre los límites mismos de la existencia, la capacidad de manipular el tiempo, desafiar la muerte, torcer el destino.

 

Esta búsqueda de poder sobre los límites será característica de las élites ocultistas. No se contentan con vivir dentro de las leyes del tiempo y la muerte; quieren convertirse en señores de esas leyes. Saturno, el dios del tiempo, no es su enemigo; es su modelo y su objetivo: convertirse en cronócratas, señores del tiempo, arquitectos del destino.

 

EL FESTIVAL DE LAS SATURNALES, con su inversión del orden social, prefigura todas las revoluciones controladas que la corriente subterránea orquestará. No se trata de caos verdadero, sino de caos ritualizado, una válvula de escape social que en realidad refuerza el sistema al permitirle descargar presión periódicamente. El "rey de las Saturnales" que es coronado y luego sacrificado es el chivo expiatorio ritual —el que carga con los pecados del año y muere para que el sistema pueda renovarse.

 

Esta dinámica —inversión controlada, sacrificio ritual, renovación mediante crisis— se convertirá en el modelo operativo para las revoluciones políticas, las crisis económicas planeadas, las "reiniciativas" sociales que la corriente subterránea promoverá. No se trata de destruir el sistema, sino de reiniciarlo periódicamente bajo su dirección, eliminando a los elementos disfuncionales (los "reyes de las Saturnales" modernos) y emergiendo con el control reforzado.

 

Saturno, en última instancia, es el dios de los límites que deben ser trascendidos, del tiempo que debe ser dominado, de las estructuras que deben ser invertidas periódicamente. Su culto no es la adoración de la tiranía, sino la búsqueda de la maestría sobre los principios mismos de la existencia limitada. Los iniciados no veneran a Saturno como a un dios externo; buscan convertirse en saturninos —señores del tiempo, arquitectos del destino, tejedores del gran tapiz cósmico donde el bien y el mal son solo hilos de colores diferentes en el diseño mayor.

 

Esta aspiración a la cronocracia —el gobierno a través del dominio del tiempo— será uno de los objetivos últimos de la corriente subterránea: no controlar territorios o riquezas, sino controlar el tiempo histórico mismo, ser los arquitectos del destino colectivo, los sacerdotes del gran reloj cósmico cuyas manecillas marcan no solo las horas, sino los siglos, las eras, los ciclos de civilizaciones enteras.

 

La Biblia condena en numerosas ocasiones a los antiguos israelitas por sacrificar a sus hijos a otra derivación de Baal llamada Moloc, asociado con Saturno. Como dios del inframundo, el dios moribundo también era una deidad ctónica, o dios del inframundo, y por lo tanto se asociaba típicamente con el mal. [11] Según los principios de la magia apotropaica, el dios bueno se apaciguaba con buenos sacrificios, mientras que el dios malo requería malos. El sacrificio más perverso era la muerte de un niño. La tradición rabínica representaba a Moloc como una estatua de bronce calentada con fuego en la que se arrojaba a las víctimas. Esto se ha asociado con los informes de Clitarco, Diodoro Sículo y Plutarco, quienes mencionan la quema de niños como ofrenda a Cronos o Saturno, es decir, a Baal Hammón, el dios principal de Cartago. Cronos, también escrito Cronos o Kronos, en la religión griega antigua, es una deidad masculina que era adorada por la población prehelénica de Grecia. En el Ática, su fiesta, la Kronia, celebraba la cosecha y se parecía a las Saturnales romanas.

 

Saturno devorando a su hijo de Peter Paul Rubens (1636)

 

Los académicos ahora han llegado a reconocer las sorprendentes similitudes entre la mitología mesopotámica y las obras de los más grandes poetas griegos, Hesíodo y Homero. [12] Hesíodo, que se cree que pertenece al siglo VIII a. C., fue el autor de la Teogonía, una sistematización de la mitología griega temprana. La Teogonía de Hesíodo describe un mito usurpador, un relato de cómo Zeus se volvió superior después de una guerra contra Cronos y los Titanes. Según Hesíodo, Cronos era hijo de Urano y Gea, siendo el más joven de los doce Titanes. Después de castrar a su padre, por consejo de su madre, se convirtió en el rey de los Titanes. Tomó por consorte a su hermana Rea, quien le dio a luz a Hestia, Deméter, Hera, Hades y Poseidón, a todos los cuales se tragó porque sus propios padres le habían advertido que sería derrocado por su propio hijo. Sin embargo, cuando Zeus nació, Rea lo ocultó en Creta, y cuando creció, Zeus obligó a Cronos a desheredar a sus hermanos y hermanas, le declaró la guerra y salió victorioso. Según una tradición, el reinado de Cronos fue una Edad de Oro. [13]

 

El tema de que el gobierno actual de los dioses llegó al poder derrocando a uno anterior es especialmente propio del Cercano Oriente. Según ML West, «la integración que Hesíodo hace de una historia dinástica de este tipo con una genealogía divina, comenzando desde el principio de las cosas y terminando con el rey de los dioses establecido en la gloria, tiene su paralelo más cercano en el Enuma elish, un poema de extensión similar a la Teogonía». [14] Diodoro comparó el mito de Cronos devorando a sus hijos con el culto cartaginés a Moloc, o Saturno:

 

Entre los cartagineses había una estatua de bronce de Saturno con las palmas de las manos extendidas, dobladas hacia la tierra, de tal manera que el niño que se colocaba sobre ellas para ser sacrificado resbalaba y caía de cabeza en un profundo horno de fuego. Por lo tanto, es probable que Eurípides tomara lo que relata fabulosamente sobre el sacrificio en Tauro, donde presenta a Ifigenia preguntando a Orestes: «¿Pero qué sepulcro recibiré yo, muerto? ¿Me tocará el abismo del fuego sagrado?». La antigua fábula, también común entre todos los griegos, de que Saturno devoró a sus propios hijos parece confirmarse con esta ley entre los cartagineses. [15]

 

Al igual que la derrota de Tiamat por Bel, Zeus con sus rayos derrota al monstruo Tifón y lo arroja al tártaro, y Zeus es proclamado rey de los dioses. [16] Los Titanes corresponden a los Anakim, o los Anunnaki del Enuma elish, y a los Antiguos Dioses hititas, el mismo término utilizado por Hesíodo para referirse a los Titanes, que son doce en número, la misma cantidad que los Titanes. [17] Cuando el Titán Prometeo robó el fuego de los dioses, deseando impartir al hombre lo que le estaba prohibido, como el Satanás de la Biblia, Zeus finalmente castigó a los Titanes por su insolencia enviando el Diluvio. De la conexión entre el mito de Deucalión, el héroe griego del Diluvio, y Noé, según ML West, "este mito griego no puede ser independiente de la historia del Diluvio que conocemos de fuentes sumerias, acadias y hebreas, especialmente de Atrahasis, la undécima tablilla de la epopeya de Gilgamesh, y el Antiguo Testamento". [18]

 

Saturno no es simplemente un planeta o un dios antiguo. Es la personificación arquetípica del tiempo como fuerza activa — no el tiempo como marco neutral, sino como deidad devoradora que consume sus propios hijos (los momentos, las eras, las vidas) para mantener el ciclo eterno de muerte y renacimiento. Su mitología — Cronos castrando a Urano, gobernando la Edad de Oro, devorando a sus hijos, siendo finalmente derrocado por Zeus — establece la plantilla cósmica del poder que inevitablemente genera su propia caída.

 

La teología oculta transforma a Saturno de un tirano mitológico en el maestro de los límites: el tiempo, la estructura, la muerte, el destino. No es el enemigo de la iluminación, sino su condición necesaria — el plomo que debe ser transmutado en oro, la noche oscura que precede al amanecer espiritual. Los iniciados no huyen de Saturno; buscan dominar sus principios, convertirse en cronócratas que no meramente viven dentro del tiempo, sino que tejen el tiempo según su voluntad.

 

LAS SATURNALES — con su inversión ritual del orden social, su "rey" temporal sacrificado al final del festival — revelan la verdadera naturaleza de este culto: no se trata de caos por el caos, sino de caos controlado como herramienta de renovación sistémica. Esta dinámica se convertirá en el modelo operativo para todas las revoluciones planeadas, crisis económicas orquestadas y "reinicios" sociales que la corriente subterránea implementará: invertir el orden para fortalecerlo, sacrificar a algunos para salvar al sistema, usar el desorden aparente para consolidar el control real.

 

En última instancia, Saturno representa la ambición máxima de la corriente subterránea: no el dominio sobre territorios o riquezas, sino el dominio sobre el tiempo histórico mismo — la capacidad de diseñar los ciclos de civilizaciones, de orquestar las muertes y renacimientos de eras enteras, de ser los arquitectos del gran reloj cósmico cuyas manecillas marcan no horas, sino siglos. Esta aspiración a la cronocracia — el gobierno a través del control del tiempo — será el objetivo último que justificará todos los sacrificios intermedios.

 

 

EL TEMPLO DE SALOMÓN: DEL SANTUARIO SAGRADO AL LABORATORIO OCULTO GLOBAL

 

DEL LUGAR SANTÍSIMO A LA LOGIA MASÓNICA: CÓMO LA ARQUITECTURA SAGRADA SE TRANSFORMÓ EN EL MODELO PARA LA INGENIERÍA ESPIRITUAL Y SOCIAL

 

En el corazón de Jerusalén, según la narrativa bíblica, el rey Salomón — hijo de David, tercer rey de Israel — construyó el Primer Templo como morada terrenal para el Arca de la Alianza y, por extensión, para la presencia misma de Dios. Este no fue un proyecto arquitectónico común; fue un acto de teología materializada, una fusión consciente de lo divino y lo humano en piedra y oro. Las dimensiones precisas, los materiales especificados, la orientación exacta — todo estaba codificado con significado espiritual y cósmico.

 

Pero detrás de la narrativa oficial de devoción y obediencia divina, EL TEMPLO DE SALOMÓN ESCONDE UNA HISTORIA MUCHO MÁS COMPLEJA Y REVELADORA.

 

Según el relato bíblico, Salomón no utilizó artesanos israelitas para la construcción; contrató al cananeo Hiram (o Hiram Abiff), descrito como "hijo de una viuda" — un título que en el contexto religioso cananeo designaba específicamente a los sacerdotes de la diosa madre. Este detalle, aparentemente incidental, es LA PRIMERA GRIETA EN LA NARRATIVA DE PUREZA RELIGIOSA: el santuario más sagrado del YAHWISMO fue construido por un sacerdote de la religión rival.

 

Los dos pilares de bronce erigidos en la entrada del Templo — Boaz y Jachin — no tienen precedente en la tradición YAHWISTA. Sin embargo, son reconocibles inmediatamente para cualquier estudioso de la religión cananea: son los aseras, los pilares fálicos que representaban a Baal y Astarté, la dualidad masculino-femenina del panteón cananeo. Su presencia en el Templo no es un error decorativo; es la incorporación deliberada de símbolos de una teología alterna en el corazón mismo del culto oficial.

 

Esta hibridación arquitectónica establece el paradigma operativo que caracterizará a la corriente subterránea a lo largo de los siglos: utilizar las estructuras del sistema establecido para albergar en secreto elementos de un sistema alterno. El Templo exteriormente parece YAHWISTA; internamente contiene códigos cananeos — y quienes conocen estos códigos pueden acceder a un nivel de significado oculto invisible para los fieles comunes.

 

LA LEYENDA TALMÚDICA DEL SHAMIR — el gusano o sustancia mágica que podía cortar piedra sin herramientas — añade otra capa de significado oculto. Según la tradición, Salomón no usó herramientas de metal para construir el Templo porque el metal está asociado con la guerra y la violencia, y el Templo debía ser un lugar de paz.

 

Pero el shamir mismo plantea preguntas incómodas: ¿de dónde vino este conocimiento mágico? ¿Quién enseñó a Salomón a usarlo? La respuesta implícita en la tradición oculta es clara: este conocimiento vino de FUENTES NO-YAHWISTAS, posiblemente de los mismos espíritus/demonios que Salomón supuestamente controlaba.

 

LAS LEYENDAS SOBRE EL SELLO DE SALOMÓN — la estrella de seis puntas (Magen David) que le otorgaba poder sobre demonios, jinns y animales — transforman al rey sabio en algo más que un gobernante piadoso. Lo convierten en un mago divino, un teúrgo capaz de controlar fuerzas espirituales que están fuera del alcance de la religión convencional. Esta imagen de Salomón como rey-mago será enormemente influyente en la tradición oculta posterior: desde los grimorios medievales (como la Llave Menor de Salomón) hasta la masonería moderna (que sitúa la construcción del Templo en el centro de su mitología iniciática).

 

EL RELATO CORÁNICO SOBRE LA MUERTE DE SALOMÓN AÑADE UN GIRO REVELADOR: su cuerpo permaneció apoyado en su bastón durante un año, sostenido por los jinns que seguían trabajando para él, creyendo que aún estaba vivo. Solo cuando un gusano debilitó el bastón y el cuerpo cayó, los jinns comprendieron que habían estado sirviendo a un muerto. Esta historia no es solo una curiosidad; es una parábola sobre el poder oculto: el verdadero mago construye sistemas que continúan operando después de su muerte, que automatizan el control espiritual, que enganchan a fuerzas no humanas en proyectos humanos.

 

LA TRADICIÓN ISLÁMICA SOBRE LOS ESCRITOS MÁGICOS DE SALOMÓN — enterrados bajo su trono, redescubiertos después de su muerte y atribuidos falsamente a su magia personal — establece otro principio crucial: el conocimiento oculto se preserva físicamente, en textos y objetos, que pueden ser redescubiertos por generaciones posteriores. El Templo no era solo un edificio; era un depósito de conocimiento codificado, una biblioteca de piedra cuyos secretos esperaban ser descifrados por iniciados futuros.

 

LA GEOMETRÍA SAGRADA DEL TEMPLO — sus proporciones basadas en el número áureo, su orientación astronómica, su división en espacios de santidad creciente (Atrio, Lugar Santo, Lugar Santísimo) — lo convierte en un mapa cósmico tridimensional. No representa solo la jerarquía espiritual (del mundo profano a la presencia divina); representa la estructura misma del universo, con el Lugar Santísimo correspondiendo al trono de Dios en el centro cósmico. Esta concepción del edificio sagrado como microcosmos será fundamental para la arquitectura oculta posterior: las catedrales góticas, los palacios renacentistas, las logias masónicas buscarán todas replicar este principio de correspondencia entre lo arquitectónico y lo cósmico.

 

LA DESTRUCCIÓN DEL PRIMER TEMPLO por Nabucodonosor en el 586 a.C. y el exilio a Babilonia no interrumpieron esta tradición; la transformaron. En Babilonia, los círculos heréticos judíos no abandonaron el ideal del Templo; lo reinterpretaron en términos babilónicos.

 

EL SEGUNDO TEMPLO, construido después del regreso del exilio, ya no contenía el Arca de la Alianza (desaparecida), pero sí INCORPORÓ ELEMENTOS DEL PENSAMIENTO BABILÓNICO — especialmente la astrología y la numerología mágica — que se fusionarían con la tradición YAHWISTA para crear lo que eventualmente se conocería como la Cábala.

 

Este proceso de FUSIÓN CULTURAL EN EL EXILIO es paradigmático: la corriente subterránea no se debilita con la destrucción de sus instituciones; se reinventa en nuevas formas, absorbiendo elementos de la cultura dominante mientras preserva su núcleo doctrinal. Babilonia no destruyó la tradición oculta judía; la enriqueció y complejizó, dándole herramientas intelectuales (matemáticas, astronomía, sistemas de escritura) que no poseía antes.

 

LA VISIÓN DE YEJEZQEL – EZEQUIEL: con su descripción detallada de un Templo futuro de proporciones perfectas transforma el Templo de un edificio histórico en un ideal atemporal, un arquetipo platónico que existe en un plano superior y puede ser manifestado en cualquier momento por aquellos con el conocimiento y la pureza necesarios. Esta espiritualización del Templo — de edificio de piedra a principio cósmico — permitirá que el concepto sobreviva a todas las destrucciones físicas. El Templo ya no está en Jerusalén; está en el cielo, y puede ser descendido a la tierra cuando las condiciones sean las adecuadas.

 

LOS MANUSCRITOS DEL MAR MUERTO — especialmente el Rollo del Templo — revelan que para los esenios (y probablemente para otros grupos sectarios judíos), el Templo existente en Jerusalén estaba corrompido, y el verdadero culto debía realizarse en una comunidad espiritual que era el verdadero Templo. Esta internalización del Templo — de edificio externo a estructura comunitaria interna — será otro desarrollo crucial: el Templo ya no es de piedra, sino de hombres vivos organizados en un patrón sagrado.

 

EL TEMPLO DE HERODES — la monumental reconstrucción del Segundo Templo iniciada por Herodes el Grande y que algunos identifican como el tercer templo — representa la culminación de esta síntesis. Arquitectónicamente impresionante, políticamente útil para el control romano, religiosamente central para el judaísmo, pero espiritualmente vacío según muchos grupos contemporáneos. Su destrucción por los romanos en el 70 d.C. no fue el fin del concepto del Templo; fue el inicio de su transformación final en un símbolo completamente espiritualizado que podía ser apropiado por cualquier grupo.

 

El cristianismo primitivo reinterpretará el Templo de manera radical: Yeshua [Jesús] es el nuevo Templo (su cuerpo destruido y resucitado en tres días), la comunidad cristiana es el Templo espiritual (cada creyente es piedra viva), y el culto ya no necesita un lugar geográfico específico. Esta espiritualización completa — el Templo como persona (Cristo), como comunidad (Iglesia), como interioridad (corazón del creyente) — parece alejarse del concepto físico. Pero en realidad prepara el terreno para la reapropiación oculta: si el Templo puede ser cualquier cosa, entonces cualquier grupo puede declararse el nuevo Templo, y cualquier construcción puede ser diseñada como templo oculto.

 

LA MASONERÍA MODERNA TOMARÁ ESTE LEGADO Y LO OPERACIONALIZARÁ COMPLETAMENTE. En la mitología masónica, la construcción del Templo de Salomón no es un evento histórico pasado; es un drama iniciático eterno que se representa cada vez que un candidato es iniciado. Los instrumentos de construcción (la escuadra, el compás, la regla, el mazo, el cincel) se convierten en herramientas espirituales. Los grados masónicos corresponden a las diferentes etapas de la construcción del Templo interior. Y el objetivo final no es reconstruir un edificio de piedra en Jerusalén, sino construir el Templo interior en cada iniciado — y a través de ellos, construir un nuevo orden social mundial que sea la manifestación terrenal de ese Templo espiritual.

 

Esta escalada de la metáfora — de edificio físico a persona a comunidad a orden mundial — revela la verdadera ambición de la corriente subterránea. El Templo de Salomón no es un santuario antiguo; es el modelo para la ingeniería espiritual y social a escala global. Así como el Templo original fusionaba arquitectura cananea con teología YAHWISTA, el nuevo orden mundial fusionará elementos de todas las tradiciones en una síntesis superior diseñada por los iniciados.

 

LA RECONSTRUCCIÓN DE UN NUEVO TEMPLO EN JERUSALÉN — un proyecto promovido por ciertos grupos judíos mesiánicos y cristianos evangélicos — parece volver al concepto físico. Pero en la lógica de la corriente subterránea, este Templo sería algo completamente nuevo: no una restauración del pasado, sino la manifestación física de la síntesis oculta milenaria, un edificio que codificaría en piedra todas las tradiciones esotéricas y serviría como centro de poder espiritual para el nuevo orden mundial.

 

El Templo de Salomón, en última instancia, es el arquetipo de toda arquitectura sagrada que contiene significados ocultos. Su legado no es la devoción religiosa simple, sino la práctica de codificar conocimiento secreto en estructuras públicas, de usar la fachada de la ortodoxia para albergar la heterodoxia, de transformar el espacio físico en herramienta de transformación espiritual y social. Cada logia masónica, cada catedral gótica con su simbolismo oculto, cada edificio gubernamental construido según principios masónicos, es en cierto sentido un nuevo Templo de Salomón — un espacio donde lo visible sirve de velo para lo invisible, donde la estructura material canaliza fuerzas espirituales, donde el orden aparente oculta un diseño más profundo.

 

Esta es la herencia que la corriente subterránea preserva y desarrolla: no la adoración del Dios de Israel en un templo de piedra, sino la maestría del principio templario — la capacidad de diseñar realidades (espirituales, sociales, políticas) según un patrón sagrado, de codificar mensajes ocultos en estructuras visibles, de construir no solo edificios, sino órdenes enteros que, como el Templo original, parecen servir a un propósito público mientras en realidad avanzan un proyecto oculto conocido solo por los iniciados. El Templo no fue destruido; fue dispersado y multiplicado — en cada logia, en cada edificio diseñado según principios ocultos, en cada estructura social diseñada como templo viviente. Y la reconstrucción final no será en Jerusalén solamente, sino en todo el mundo, transformado en un único Gran Templo según el diseño conocido solo por los herederos espirituales de Salomón el mago-rey.

 

La reina de Saba ante el templo de Salomón en Jerusalén, por Salomón de Bray.

 

De los muchos elementos paganos que los israelitas introdujeron en el judaísmo, el más importante fue el del rey sagrado, que dio origen a la noción del derecho divino de los reyes, cuando los israelitas pidieron a Samuel: «Nombra, pues, un rey que nos gobierne, como a las demás naciones». [19] La petición de un rey implicaba un rechazo implícito a Dios como rey, y Samuel advirtió a su pueblo de la carga y la opresión que esto implicaría. Sin embargo, Dios le aconsejó que accediera a su petición.

 

El Señor le dijo a Samuel: «Obedece la voz del pueblo en todo lo que te digan, pues no te han rechazado a ti, sino a mí, para que no reine sobre ellos. Conforme a todas las obras que han hecho desde el día que los saqué de Egipto hasta hoy, abandonándome y sirviendo a otros dioses, así también te están haciendo a ti. Ahora pues, obedece su voz; solo que les advertirás solemnemente y les mostrarás los caminos del rey que reinará sobre ellos. [20]

 

Samuel ungió a Saúl y luego a David como reyes de Israel como mashiach (“ungido”). La esencia de la innovación de la realeza de David, el padre de Salomón, fue la idea de que, además de la elección divina a través de Samuel y la aclamación pública, también recibió la promesa de Dios de una dinastía eterna. Las promesas de los Salmos 132 y 2 Samuel 7 fueron concebidas como un pacto con David, a través de sus descendientes, en paralelo al pacto con Israel. [21] La Biblia describe cómo David capturó Jerusalén y llevó el Arca de la Alianza a la ciudad, y buscó construir un templo de Dios, uniendo así los símbolos de los pactos dinástico y nacional. Sin embargo, Dios no le permitió construir el Templo, porque había “derramado mucha sangre”. [22] En cambio, el Templo fue completado por su hijo Salomón, quien colocó el Arca en el Lugar Santísimo, la habitación más interna y el área más sagrada, el sitio de la presencia de Dios.

 

Los israelitas llegaron tan lejos como para contaminar el mismísimo Templo de Jerusalén con los accesorios de este culto, incluyendo la adoración de postes de "Asherah" o pilares fálicos. La construcción del Templo de Jerusalén que Salomón construyó, como se describe en la Biblia, fue de una manera bastante extraña a las doctrinas de los israelitas. La Biblia sostiene que Salomón había enviado un mensaje al rey de Tiro preguntando si podía contratar los servicios del maestro de obras del rey, Hiram, un cananeo, experto en geometría. Hiram era referido como un "hijo de una viuda", un término tradicionalmente usado para referirse a los sacerdotes de la diosa. Dos pilares de bronce, Boaz y Jachin, fueron erigidos en la puerta del Templo, los pilares dobles consagrados al dios moribundo y a la diosa. Se dice que los templos dedicados a la diosa en Tiro presentaban pilares de piedra de diseño fálico en sus entradas, que eran el foco de los ritos de fertilidad realizados en honor a Astarté en sus festivales especiales. Heródoto, un historiador griego del siglo V a. C., describió dos columnas en el templo de un dios al que llamó el “Hércules fenicio”, es decir, el Baal cananeo.

 

Asmodeo como se representa en el Diccionario Infernal de Collin de Plancy (1818)

 

Según tradiciones judías e islámicas posteriores, Salomón poseía un anillo de sello conocido como el Sello de Salomón, el símbolo de una estrella de seis puntas, que le dio a Salomón el poder de comandar demonios, jinn (genios), o hablar con animales. La leyenda talmúdica cuenta que Salomón engañó a Asmodai, el príncipe de los demonios, para que colaborara en la construcción del Templo de Jerusalén. [23] Se cree que el nombre Asmodai o Asmodeo deriva del idioma avéstico aeshma-daeva, el demonio de la ira del zoroastrismo, donde aema significa "ira" y daeva significa "demonio". [24] Según la leyenda deuterocanónica, Asmodeo le dio a Salomón el shamir, que, según la Guemará, era un gusano o una sustancia que tenía el poder de cortar o desintegrar piedra, hierro y diamante. Se dice que Salomón lo utilizó en lugar de herramientas cortantes, porque no era apropiado utilizar herramientas que también pudieran causar guerra y derramamiento de sangre en la construcción del Templo, que debía promover la paz.

 

Al parecer, Salomón también usó la sangre del shamir para crear piedras preciosas con un sello o diseño místico, lo que llevó a la creencia de que las piedras preciosas podían servir como talismanes. La leyenda de que Salomón poseía un anillo con sello en el que estaba grabado el nombre de Dios y mediante el cual controlaba a los demonios se relata extensamente en el Talmud. [25] Esta leyenda fue especialmente desarrollada por escritores árabes. En una versión, el jefe de los demonios —Asmodai o Sakhr— obtuvo posesión del anillo y gobernó en lugar de Salomón durante cuarenta días. Según el Talmud, Asmodai engañó a Salomón para que lo desatara y le diera su anillo, y luego lo arrojó a 400 leguas de Jerusalén y gobernó en lugar de Salomón durante varios años. Cuando Salomón regresó a Jerusalén afirmando ser el verdadero rey, los rabinos interrogaron a sus esposas, quienes revelaron que el impostor exigió acostarse con ellas mientras menstruaban o con Betsabé, la madre de Salomón. Entonces los rabinos inmediatamente restituyeron a Salomón y Asmodai huyó al cielo. [26]

 

El Corán menciona al shamir cuando señala la ignorancia de los genios que trabajaron para Salomón respecto de lo oculto, y enfatiza que todo conocimiento reside sólo en Dios:

 

Y cuando decretamos su muerte, nada les mostró su muerte salvo una criatura que se arrastraba por la tierra y que le roía el bastón. Y cuando cayó, los genios vieron claramente cómo, si hubieran conocido lo Oculto, no habrían continuado en su despreciable trabajo. [27]

 

 

Según comentaristas como Ibn Abbas (c. 619-687), tras la muerte de Salomón, su cuerpo permaneció apoyado en su bastón durante mucho tiempo, casi un año, hasta que «una criatura de la tierra, una especie de gusano», lo mordió y lo debilitó hasta que cayó al suelo. Fue entonces cuando los genios se dieron cuenta de que había muerto hacía mucho tiempo y de que habían estado trabajando arduamente todo el tiempo, creyendo falsamente que estaban siendo supervisados. También quedó claro para los humanos que realizaban prácticas mágicas o adoraban a los genios que no poseían un verdadero conocimiento de lo oculto. Esta historia fue relatada por Ibn Abbas, hijo de Abbas ibn Abd al-Muttalib, tío del profeta Mahoma y sobrino de Maymunah bint al-Harith, quien más tarde se convertiría en su esposa. Ibn Abbas era primo de Mahoma y uno de los primeros eruditos del Corán. [28]

 

Según la tradición islámica, cuando Salomón perdió su reino, un gran número de personas y genios transgredieron y se dejaron llevar por sus lujurias. Cuando Dios restauró el reino de Salomón y los transgresores reformaron sus caminos, Salomón se apoderó de sus escrituras sagradas, las cuales enterró bajo su trono. Cuando Salomón murió, el pueblo y los genios descubrieron las escrituras enterradas y el conocimiento de magia que contenían le fue atribuido falsamente. [29] Gracias a la reputación de Salomón como maestro mago, su sello llegó a ser visto como un amuleto o talismán, o un símbolo o personaje en la magia, el ocultismo y la alquimia de la época medieval y renacentista. La leyenda del conocimiento mágico de Salomón persistió a través de los siglos, como el ejemplo del grimorio del siglo XVII, La Llave Menor de Salomón. Ars Goetia es el título de la primera sección de La Llave Menor de Salomón, que contiene descripciones de los setenta y dos demonios que, según se dice, Salomón evocó y confinó en una vasija de bronce sellada con símbolos mágicos, y que obligó a trabajar para él. En demonología, un sello, también conocido como sigilo, es la firma de un diablo, demonio o espíritu similar, generalmente para despojar a un alma.

 

El Templo de Salomón nunca fue simplemente un lugar de culto. Fue usado sincretistamente como el primer gran experimento de ingeniería espiritual a escala monumental, donde arquitectura, simbolismo y ritual se fusionaron para crear una máquina cósmica diseñada para conectar lo humano con lo divino. Pero esta conexión no era la que proclamaba la teología oficial. Detrás de los rituales YAHWISTAS, el Templo codificaba una síntesis oculta que incorporaba elementos cananeos, egipcios y mesopotámicos bajo una fachada de ortodoxia judía.

 

LOS PILARES BOAZ Y JACHIN, LA CONTRATACIÓN DEL CANANEO HIRAM, EL USO DEL SHAMIR — cada elemento revela que el Templo fue una operación de sincretismo estratégico. Salomón no era solo un rey piadoso; era un mago-arquitecto que comprendía que la verdadera espiritualidad no reside en la pureza doctrinal, sino en la SÍNTESIS OPERATIVA DE MÚLTIPLES TRADICIONES. Su "sabiduría" no era meramente ética; era técnica — el conocimiento de cómo construir estructuras que canalizaran fuerzas espirituales.

 

La dispersión del concepto templario después de las destrucciones físicas — primero a Babilonia, luego después del 70 d.C., finalmente en la diáspora completa — no debilitó el proyecto. Lo transformó en algo más poderoso: de edificio físico a principio espiritual, de lugar geográfico a estructura comunitaria interna, de santuario histórico a arquetipo atemporal. El Templo dejó de estar en Jerusalén para estar en todas partes donde se replicara su patrón — en logias masónicas, en catedrales góticas, en sociedades secretas, y finalmente en la visión de un orden mundial diseñado como templo global.

 

La masonería capturó perfectamente esta esencia: el Templo de Salomón no es un evento pasado, sino un drama eterno de construcción interior y exterior. Cada iniciación masónica es una reconstrucción simbólica del Templo en el alma del candidato. Y el proyecto final — la construcción del Templo de la Humanidad — no es metáfora: es el plan operativo para reorganizar la sociedad mundial según principios templarios ocultos.

 

El verdadero legado del Templo no es religioso; es arquitectónico en el sentido más amplio: la capacidad de diseñar realidades (espirituales, sociales, políticas) según patrones sagrados, de usar estructuras visibles para fines invisibles, de construir no solo edificios, sino civilizaciones enteras como manifestaciones terrenales de un diseño celestial conocido solo por los iniciados. El Templo, cuando sea reconstruido, no será una restauración nostálgica; será la culminación de este proceso milenario — la materialización en piedra y poder político de una síntesis oculta que ha estado desarrollándose en las sombras desde los días del primer Salomón.

 

 

CALDEOS: LOS MAGOS DE BABILONIA Y EL ORIGEN DE LA CIENCIA OCULTA

 

DEL ZODÍACO DE LOS MAGOS CALDEOS A LA TABLA DE ESMERALDA: CÓMO LOS SACERDOTES ASTRÓLOGOS DE BABILONIA CREARON EL SISTEMA DE CONOCIMIENTO QUE GOBERNARÁ OCCIDENTE

 

En el siglo VI a.C., mientras los judíos exiliados lamentaban la destrucción de su Templo en Jerusalén, en la misma Babilonia se estaba desarrollando una revolución intelectual silenciosa que cambiaría para siempre la historia del pensamiento occidental. Los caldeos — originalmente una designación étnica para los habitantes del sur de Mesopotamia — se estaban transformando en algo mucho más significativo: una casta sacerdotal-científica que dominaba las artes más avanzadas de su tiempo: ASTRONOMÍA, MATEMÁTICAS, ADIVINACIÓN Y LO QUE LUEGO SE LLAMARÍA "MAGIA".

 

No eran simples sacerdotes del culto oficial babilónico. Los caldeos de este período — especialmente después de la conquista persa — desarrollaron un sistema de conocimiento integrado que fusionaba observación astronómica precisa con interpretación teológica, cálculo matemático con especulación cosmológica, ritual religioso con práctica adivinatoria. Su gran innovación fue transformar la observación del cielo de una actividad religiosa en una ciencia matemática — pero una ciencia que nunca perdió su dimensión espiritual.

 

EL ZODÍACO — esa división de la eclíptica en doce signos de 30 grados cada uno — no fue una invención griega. Fue una creación caldea del siglo V a.C., perfeccionada durante el período de dominación persa. Pero el zodíaco caldeo no era un simple sistema de coordenadas celestes; era un mapa del destino, una estructura cósmica que conectaba los movimientos de los planetas con los eventos terrestres, el macrocosmos con el microcosmos. Cada signo, cada planeta, cada aspecto tenía significado tanto matemático como teológico.

 

ESTA DUALIDAD CIENCIA Y ESPIRITUALIDAD es la característica definitoria del conocimiento caldeo. Para ellos, no había contradicción entre calcular con precisión la posición de Júpiter para el próximo equinoccio y creer que Júpiter era el dios Marduk manifestado en el cielo. Las matemáticas no reducían lo divino; lo cuantificaban, lo hacían predecible, lo convertían en herramienta. Los caldeos fueron los primeros en comprender que el conocimiento del cielo otorga poder sobre la tierra — no metafóricamente, sino literalmente, a través de la predicción de estaciones, inundaciones, y — creían ellos — de eventos humanos individuales y colectivos.

 

LOS CICLOS CALDEOS DE TIEMPO revelan una concepción del universo como un organismo vivo que respira. El soss (60 años), el ner (600 años), el sar (3600 años), y finalmente el gran año de 432.000 años — estas unidades no eran arbitrarias. Estaban basadas en observaciones meticulosas de conjunciones planetarias, especialmente el ciclo de Júpiter y Saturno que se repite cada 60 años aproximados. El universo, para los caldeos, tenía un ritmo medible, un latido cósmico que podía ser cartografiado y, potencialmente, utilizado.

 

Esta idea — que el tiempo no es lineal e indeterminado, sino cíclico y predecible — será una de las contribuciones más importantes de los caldeos a la corriente subterránea. Si el universo se repite en ciclos, entonces conociendo el ciclo se puede predecir el futuro — y modificando los ritos en momentos clave, se puede influir en el ciclo. La astrología caldea no era pasiva; era activaoperativa. Los rituales no solo celebraban los ciclos cósmicos; buscaban sincronizarse con ellos para obtener poder.

 

Los caldeos también perfeccionaron el arte de la ADIVINACIÓN — especialmente la HARUSPICINA (lectura de entrañas animales) y la LECTURA DE PRESAGIOS CELESTIALES (cometas, eclipses, configuraciones planetarias inusuales). Pero esta adivinación no era "superstición primitiva"; era un sistema complejo de interpretación basado en años de observación registrada. Los caldeos mantenían registros meticulosos de eventos celestiales y terrestres, buscando correlaciones. Cuando un cierto tipo de eclipse ocurría seguido de la muerte de un rey, registraban la conexión. Después de siglos, tenían un enorme corpus de datos que les permitía hacer predicciones basadas en patrones estadísticos — la primera ciencia predictiva de la historia.

 

Este enfoque empírico de lo sobrenatural será otro legado crucial. Para los caldeos, lo divino no era completamente trascendente e impredecible; manifestaba patrones que podían ser estudiados y utilizados. Los dioses no eran caprichosos; operaban según leyes que los iniciados podían aprender. Esta racionalización de lo sagrado — convertir la religión en una especie de tecnología espiritual — será el modelo para todas las tradiciones ocultistas posteriores.

 

LA NUMEROLOGÍA CALDEA — especialmente su sistema sexagesimal (base 60) que todavía usamos para medir tiempo (60 segundos, 60 minutos) y ángulos (360 grados) — revela una concepción de los números no como abstracciones, sino como fuerzas vivasprincipios cósmicos. El número 60 no era conveniente matemáticamente; era sagrado — divisible por muchos números (1,2,3,4,5,6,10,12,15,20,30,60), representaba la unidad en la diversidad, la armonía de los opuestos. Los números, para los caldeos, eran los ladrillos con los que Dios construyó el universo — y conocer sus propiedades era conocer la mente del Creador.

 

Esta matematización de lo divino llevará directamente a la Cábala numérica (gematría, notaricón, temurá) y a la numerología mágica del Renacimiento y la era moderna. Los números dejarán de ser meras cantidades para convertirse en claves que abren puertas a realidades superiores, en fórmulas que pueden manipular fuerzas espirituales.

 

Los caldeos también desarrollaron una cosmología sofisticada que dividía el universo en tres niveles: el cielo de las estrellas fijas (el mundo divino), el cielo de los planetas (el mundo intermedio), y la tierra (el mundo humano). Cada nivel tenía sus propias leyes, pero estaban conectados por correspondencias — lo que ocurre en un nivel se refleja en los otros. Esta idea de correspondencia entre macrocosmos y microcosmos será fundamental para la alquimia, la magia ceremonial y todo el pensamiento ocultista posterior: como es arriba, es abajo.

 

LA ASTROLOGÍA HORARIA — el arte de responder preguntas específicas basándose en el cielo en el momento de la pregunta — fue otra invención caldea. No se trataba solo de cartas natales para individuos; era un sistema para tomar decisiones en tiempo real.

 

¿DEBEMOS DECLARAR LA GUERRA HOY? PREGUNTEMOS A LOS PLANETAS.

¿ESTE HOMBRE ES CULPABLE? EL CIELO NOS LO DIRÁ.

 

Esta búsqueda de guía celestial para asuntos terrenales establece el precedente para todas las formas posteriores de adivinación como herramienta de gobierno — desde los augures romanos hasta los astrólogos de la corte renacentista, hasta los consultores esotéricos de líderes modernos.

 

Los magos caldeos también fueron MAESTROS DE LA MEDICINA ASTROLÓGICA — la creencia de que las enfermedades están relacionadas con configuraciones planetarias y pueden ser tratadas en momentos astrológicamente propicios. Esto no era meramente simbólico; había un componente empírico: observaban que ciertas enfermedades se agravaban en ciertas estaciones (relacionadas con signos zodiacales) o durante ciertas configuraciones planetarias. Su medicina era holística mucho antes de que la palabra existiera — trataba al paciente como parte del cosmos, no como un sistema aislado.

 

Este enfoque integral — que ve la salud, la sociedad, el individuo y el cosmos como un solo sistema interconectado — será otro legado caldeo. La corriente subterránea nunca tratará problemas aisladamente; siempre buscará las conexiones cósmicas, las raíces en principios superiores. La política no será solo política; será cosmología aplicada. La economía no será solo economía; será alquimia social.

 

LA PERSECUCIÓN Y MARGINACIÓN DE LOS CALDEOS DESPUÉS de la conquista de Babilonia por los persas, y luego por los griegos y romanos, no destruyó su conocimiento. Lo dispersó. LOS MAGOS CALDEOS SE CONVIRTIERON EN MAESTROS ITINERANTES, llevando su ciencia a Grecia (donde influyeron en Pitágoras, Platón y el hermetismo), a Egipto (donde se fusionó con la tradición hermética), y finalmente al mundo islámico (donde la astrología y la alquimia caldeas florecieron durante la Edad de Oro islámica).

Este patrón de dispersión después de la persecución será típico de la corriente subterránea: el conocimiento no muere cuando sus instituciones son destruidas; SE ESPARCE, SE ADAPTA, SE FUSIONA CON NUEVAS CULTURAS. Los caldeos babilónicos desaparecieron como grupo étnico, pero su sistema de conocimiento sobrevivió en múltiples formas, cada vez más refinado, cada vez más poderoso.

 

LA IMAGEN DEL "MAGO CALDEO" en la literatura grecorromana — como el consejero misterioso que lee las estrellas para reyes y generales — establece el arquetipo del consejero oculto, el poder detrás del trono que posee conocimiento prohibido que los gobernantes necesitan. Este arquetipo será recreado una y otra vez: el mago de la corte medieval, el astrólogo renacentista, el consejero esotérico de políticos modernos. La corriente subterránea nunca busca el poder visible; busca la posición del que asesora al que tiene el poder visible.

 

Los caldeos también desarrollaron una ética peculiar relacionada con su conocimiento. Por un lado, creían que el destino estaba escrito en las estrellas; por otro, creían que los rituales correctos en los momentos correctos podían modificar ese destino. Esta aparente contradicción — determinismo cósmico combinado con agencia ritual — establece la tensión fundamental de la magia: el universo tiene leyes fijas, pero esas leyes pueden ser utilizadas, incluso manipuladas, por quienes las conocen. No se trata de desafiar el destino, sino de conocerlo tan bien que se puede navegar e incluso dirigir.

 

Este principio — conocer las leyes para usarlas, no para someterse a ellas — será el núcleo de la actitud oculta hacia la realidad. La corriente subterránea no venera a Dios como un señor arbitrario; estudia las leyes de Dios como un científico estudia las leyes de la naturaleza — con el objetivo de usarlas para sus propios fines. La espiritualidad no es sumisión; es maestría.

 

LA INFLUENCIA CALDEA EN EL JUDAÍSMO DEL SEGUNDO TEMPLO — especialmente en la literatura apocalíptica como el Libro de Daniel y Enoc — es profunda. Los ángeles con nombres y funciones específicas, la cosmología detallada del cielo, el énfasis en la sabiduría celestial revelada — todo esto tiene raíces caldeas. El judaísmo no absorbió simplemente la cultura griega durante el período helenístico; había absorbido antes la cultura caldea-mesopotámica durante el exilio, y esta influencia fue más profunda y duradera.

 

LOS MAGOS DEL EVANGELIO DE MATEO — LOS QUE SIGUEN LA ESTRELLA PARA ENCONTRAR A YESHUA [JESÚS] — no son "reyes" en el texto original; son μάγοι (MAGOI) — TÉRMINO GRIEGO PARA LOS SACERDOTES-ASTRÓLOGOS PERSAS QUE DESCENDÍAN DE LOS CALDEOS. Su presencia en la narrativa del nacimiento de Yeshua [Jesús] no es un detalle decorativo; es una declaración teológica: el conocimiento pagano más elevado (la astrología caldea) reconoce y se somete a la revelación. Pero en la lectura oculta, la interpretación es diferente: el conocimiento antiguo (caldeo) guía hacia el nuevo conocimiento, sugiriendo continuidad, no ruptura.

 

Los caldeos, en última instancia, son los arquitectos intelectuales del sistema de conocimiento que gobernará la imaginación oculta de Occidente.

 

Su gran contribución no fue ningún descubrimiento aislado, sino un enfoque integral que combinaba:

 

1.  Observación empírica meticulosa (astronomía)

2.  Sistemas matemáticos sofisticados (numerología, ciclos)

3.  Interpretación simbólica (astrología, adivinación)

4.  Aplicación práctica (medicina, toma de decisiones)

5.  Fundamento teológico (los cielos como manifestación divina)

 

Este modelo pentafásico — observación, matematización, interpretación, aplicación, fundamentación — será el paradigma para todo conocimiento oculto posterior. La alquimia, la Cábala, la magia ceremonial, la astrología renacentista — todas siguen este patrón caldeo básico.

 

Más importante aún, los caldeos establecieron que el conocimiento del cosmos otorga poder sobre el mundo — no poder político directo, sino el poder de predecir, de influir, de aconsejar a quienes tienen poder político. Esta posición — cerca del poder, pero no en el trono — será la preferida por la corriente subterránea a lo largo de los siglos. No quieren ser reyes; quieren ser los magos que asesoran a los reyes, los astrólogos que leen el destino de los imperios, los iniciados que conocen las leyes secretas que gobiernan la historia.

 

Cuando los magos caldeos desaparecieron de la historia como grupo identificable, su sistema de conocimiento no murió. Fue absorbido, transformado y transmitido por una sucesión de grupos: LOS MAGOS PERSAS, LOS HERMETISTAS EGIPCIOS, LOS NEOPLATÓNICOS GRIEGOS, LOS CABBALISTAS JUDÍOS, LOS ALQUIMISTAS ÁRABES, LOS MAGOS DEL RENACIMIENTO, LOS ROSACRUCES, LOS MASONES — cada grupo añadiendo su propia capa, pero preservando el núcleo caldeo.

 

Este núcleo puede resumirse en una sola convicción: el universo es un sistema inteligible cuyas leyes pueden ser conocidas y utilizadas por los iniciados para fines tanto espirituales como terrenales. Los cielos no son un espectáculo aleatorio; son un libro escrito en lenguaje matemático-simbólico que puede ser leído por quienes conocen el código. Y quienes leen este libro no son meros espectadores; son co-creadores que pueden usar su conocimiento para influir en el drama cósmico.

 

Los caldeos fueron los primeros en escribir este libro — no en papel, sino en tablillas de arcilla que registraban movimientos estelares durante siglos, en sistemas matemáticos que capturaban ciclos cósmicos, en símbolos zodiacales que codificaban principios espirituales. Y aunque sus tablillas físicas se perdieron, su sistema de pensamiento sobrevivió — transmitido en secreto, adaptado a nuevos contextos, pero siempre preservando esa visión fundamental: que el conocimiento del cielo es la llave para el poder en la tierra, y que esta llave debe ser guardada por una élite iniciática que sabe usarla responsablemente (o al menos, que cree saberlo).

 

Esta es la herencia caldea que la corriente subterránea preserva: no una religión específica, sino un método — la fusión de ciencia y espiritualidad, observación e interpretación, matemáticas y magia — aplicado al gran proyecto de comprender y eventualmente dirigir el curso de la historia humana en sincronía con (o en desafío a) los ciclos cósmicos. Los caldeos miraron las estrellas y vieron no solo puntos de luz, sino un plan divino escrito en el cielo — y se propusieron leer ese plan, y luego escribir su propio capítulo en él.

 

La huida de los prisioneros de James Tissot ilustra el exilio de Judá de Jerusalén.

 

Después de Salomón, los israelitas persistieron en su paganismo. Las diferencias políticas los dividieron entre el reino de Israel al norte, compuesto por diez tribus, y Judá al sur, compuesto por las dos tribus restantes, Judá y Benjamín. Finalmente, según la Biblia, debido a sus repetidos excesos, los israelitas fueron castigados con el exilio. Desde finales del siglo VIII a. C. hasta principios del VI a. C., los judíos de la antigua Palestina fueron atacados por los asirios y deportados a Mesopotamia. Según el rey asirio Tiglat-pileser, 13.750 de los israelitas más sabios y hábiles fueron deportados para el año 733 a. C., mientras que otros 27.290 sabios, músicos y artesanos israelitas fueron llevados a Babilonia por Sargón II en el año 727 a. C. Según 2 Reyes 17:16-20, este desastre sobrevino a la nación de Israel porque:

 

Desafiaron todos los mandamientos del Señor su Dios e hicieron dos becerros de metal. Erigieron un altar de Asera y adoraron a Baal y a todas las fuerzas del cielo. Incluso sacrificaron a sus propios hijos e hijas en el fuego. Consultaron adivinos, practicaron la hechicería y se entregaron al mal, provocando la ira del Señor. Y como el Señor estaba enojado, los expulsó de su presencia. Solo la tribu de Judá permaneció en la tierra. Pero incluso el pueblo de Judá se negó a obedecer los mandamientos del Señor su Dios. Siguieron los mismos caminos malvados que Israel había establecido. Así que el Señor rechazó a todos los descendientes de Israel. Los castigó entregándolos a sus atacantes hasta que fueron destruidos.

 

Finalmente, entre el 598 y el 596 a. C., Nabucodonosor capturó Jerusalén, saqueó el famoso Templo de Salomón y deportó a gran parte de la población restante a Babilonia. Los judíos permanecerían en Babilonia durante medio siglo, hasta su liberación en el 538 a. C., cuando casi 50 000 de ellos regresaron a Jerusalén. Sin embargo, una parte sustancial optó por permanecer en Babilonia, donde seguirían siendo una comunidad importante de la diáspora judía durante muchos siglos. Babilonia, la capital de Nabucodonosor, que en un momento dado pudo haber albergado hasta 250 000 habitantes, fue la ciudad más grande del mundo antiguo. Según la Biblia, la ciudad fue fundada por Nimrod, constructor de la Torre de Babel, de la que deriva su nombre, y era famosa entre los judíos y los griegos posteriores por su vida sensual. Heródoto describió: “Babilonia se encuentra en una amplia llanura, una vasta ciudad en forma de cuadrado con lados de casi catorce millas de largo y un circuito de unas cincuenta y seis millas, y además de su enorme tamaño supera en esplendor a cualquier ciudad del mundo conocido”. [30]

 

Una vez en Babilonia, en lugar de arrepentirse de sus errores pasados, una facción de judíos herejes insistió en que el pacto era vinculante para siempre y que, a pesar del castigo temporal, por ser el pueblo elegido de Dios, eventualmente serían restaurados a la Tierra Prometida y serían nombrados gobernantes de la humanidad con la llegada de su esperado Mesías. Esta interpretación sionista se asimiló entonces al culto herético al dios moribundo, en el que los israelitas habían persistido durante casi mil años y por el cual fueron condenados. Con la incorporación de la astrología y la magia babilónicas, esta nueva interpretación del judaísmo llegaría a conocerse como Cábala, engañosamente atribuida a Salomón. Esta tradición se denuncia en el Corán de la siguiente manera:

 

Cuando Dios les envió un mensajero [a los judíos] confirmando las revelaciones que ya habían recibido, algunos de ellos se apartaron como si no lo supieran. Siguieron lo que los demonios atribuyeron al reinado de Salomón. Pero Salomón no blasfemó, sino los demonios, quienes enseñaron a los hombres magia y cosas similares a las reveladas en Babilonia a los ángeles Harut y Marut. Pero ninguno de estos enseñó a nadie (tales cosas) sin decir: «Somos una prueba, así que no blasfemen». Aprendieron de ellos los medios para sembrar la discordia entre marido y mujer [magia amorosa]. Pero no podían dañar a nadie sin el permiso de Dios. Y aprendieron lo que les perjudicaba, no lo que les beneficiaba. Y sabían que quienes compraban [la magia] no tendrían parte en la felicidad del más allá. Y vil fue el precio por el que vendieron sus almas, si tan solo supieran. [2:102]

 

La sabiduría oculta de los babilonios fue venerada en la antigüedad como las habilidades especiales de los caldeos, término que originalmente se refería a los habitantes de Caldea, pero que con el tiempo se interpretó como el sacerdocio babilónico. Sus prácticas fueron descritas por Diodoro de Sicilia, historiador griego del 80 al 20 a. C. y autor de una historia universal, la Biblioteca Histórica:

 

…al servicio de los dioses, dedican toda su vida al estudio, siendo su mayor renombre el campo de la astrología. Pero también se dedican principalmente a la adivinación, haciendo predicciones sobre eventos futuros, y en algunos casos mediante purificaciones, en otros mediante sacrificios y en otros mediante otros hechizos, intentan evitar el mal y obtener el bien. También son hábiles en la adivinación por el vuelo de las aves, y dan interpretaciones tanto de sueños como de portentos. Demuestran además una notable habilidad para realizar adivinaciones a partir de la observación de las entrañas de los animales, considerándose eminentemente exitosos en esta rama. [31]

 

A la Luna, al Sol y a los cinco planetas conocidos se les dio el nombre de Dioses Intérpretes, porque, mientras que las estrellas fijas siguen un solo circuito, estas siguen cada una su propio curso y, por lo tanto, por encima de todas las demás, manifiestan al hombre el propósito de los dioses. También se rendía culto a todas las constelaciones, como reveladoras de la voluntad del Cielo, y en particular a los doce signos del Zodíaco y a los treinta y seis decanos, llamados Dioses consejeros. Fuera del Zodíaco, había veinticuatro estrellas, doce en el hemisferio norte y doce en el hemisferio sur. Las visibles las asignaban al mundo de los vivos, y las invisibles, al mundo de los muertos, por lo que las llamaban Jueces del Universo. Los caldeos también adoraban la tierra, los océanos, los vientos y el fuego, fuentes de todas las cosas, que confundían con las estrellas bajo el nombre de los Cuatro Elementos.

 

También creían que las estrellas estaban aparentemente sujetas a una ley inflexible que permitía calcular de antemano todo lo que eventualmente causarían. Los caldeos percibían la vida del universo como compuesta de vastos períodos repetitivos. Como este parecía regir los movimientos regulares de los cuerpos celestes, los caldeos deificaron el Tiempo. Concebían un ciclo compuesto por un Gran Año, en el que se creía que los planetas regresaban a sus lugares originales. Así, creían que el universo era una entidad viva y respirante, y que podía medirse en respiraciones. La unidad básica del tiempo cósmico era el Soss de 60 años, luego el Ner de 600 años y el Sar de 3600 años. Un gran Sar equivalía a 21600 y representaba una respiración. Pero como el universo debe inspirar tanto como espirar, se creía que la vida total del universo era de 432 000 años. Más allá de estos, se encuentra el período de 12 960 000 años. Así, la astrología estaba estrechamente asociada a las matemáticas y los números se consideraban sagrados.

 

Aunque la astrología fue erróneamente considerada como una invención temprana de los primeros babilonios, como Bartel van der Waerden ha indicado, en Science Awakening II: The Birth of Astronomy, su surgimiento debe fecharse en el reinado de Nabucodonosor. [32] Antes del siglo VIII a. C., como han señalado los académicos, la ciencia de la astronomía era básicamente imposible debido a la ausencia de un sistema confiable de cronología, al que los babilonios no llegaron antes del siglo VIII a. C. Es solo a partir de ese momento que comienzan los registros de eclipses que utilizó Ptolomeo, el más antiguo data del 721 a. C. Pero más específicamente, aquellas innovaciones directamente relacionadas con el culto de los caldeos se desarrollaron en el siglo VI a. C. Según Cumont, “puede considerarse probado que esta religión astral logró establecerse en el siglo VI a. C., durante el período de la efímera gloria del segundo imperio babilónico, y después de su caída, cuando nuevas ideas derivadas de Oriente y Occidente fueron introducidas, primero por los persas y después por los griegos, en el valle del Éufrates”. [33]

 

Estos acontecimientos coincidieron con el período conocido como el Exilio o Cautiverio, cuando la gran mayoría del pueblo judío se encontraba en Babilonia. Si bien los eruditos suelen reconocer la influencia babilónica en el judaísmo, rara vez se sugiere lo contrario. Sin embargo, según la Biblia, los judíos ya habían comenzado a adorar a los planetas antes del Exilio. 2 Reyes 23:5 relata que los judíos ofrecían incienso «al sol, a la luna, a las constelaciones y a todas las fuerzas del cielo». No obstante, Shaul Shaked, reconocido estudioso de las influencias babilónicas en el judaísmo, sostiene que las ideas astrológicas y otras ideas extranjeras no pueden atribuirse a los tiempos bíblicos, sino que fueron adquiridas en Babilonia. Shaked señaló que «no parece del todo probable que tantas similitudes pudieran haberse formado en paralelo de forma independiente y, a pesar de las dificultades cronológicas de la documentación, en la mayoría de los puntos de paralelismo se puede estar bastante seguro de que estas ideas eran autóctonas de Irán». [34]

 

Además, sabemos que los judíos de Babilonia se habían convertido en ciudadanos importantes, y que algunos habían alcanzado puestos administrativos menores. Por lo tanto, considerando el tamaño y la prominencia de la población judía que vivía en Babilonia, y teniendo en cuenta el importante papel que la astrología desempeñó en el judaísmo esotérico y la Cábala, cabe suponer que los propios judíos contribuyeron a muchas de estas innovaciones. De hecho, en el Libro de Daniel, capítulo 2:48, Daniel es nombrado jefe de los "sabios" de Babilonia, es decir, de los magos o caldeos, y aun así permanece fiel a las leyes de su propia religión. Una tabla fechada en el 523 a. C. muestra los asombrosos avances en astronomía que se lograron durante este período. Por primera vez, las posiciones relativas del Sol y la Luna se calculan con antelación. Las conjunciones de la Luna con los planetas y de los planetas entre sí, y su posición en los signos del Zodíaco, que parecen definitivamente establecidas, se anotan con fechas precisas. Los descubrimientos científicos de este período permitieron a los astrólogos predecir eventos con un nivel de certeza inalcanzable mediante otras formas de pronóstico. Por lo tanto, la adivinación mediante las estrellas adquirió mayor prestigio que cualquier otro método conocido, lo que condujo a una transformación en la religión babilónica.

 

 

ZOROASTRO: EL PROFETA PERSA Y LA DUALIDAD CÓSMICA COMO MOTOR DE LA HISTORIA

 

DEL GATHAS AL ZURVANISMO: CÓMO LA RELIGIÓN DEL FUEGO TRANSFORMÓ EL MONOTEÍSMO EN UNA GUERRA ETERNA ENTRE LUZ Y OSCURIDAD

 

En las llanuras del antiguo Irán, aproximadamente en el siglo VI a.C. — contemporáneo del exilio judío en Babilonia — emergió una figura que cambiaría para siempre el panorama religioso del mundo: Zarathustra (Zoroastro en griego), el profeta persa que fundó lo que muchos consideran la primera religión monoteísta revelada de la historia. Sus enseñanzas, preservadas en los Gathas (himnos que componen la parte más antigua del Avesta), presentaban una visión del mundo radicalmente nueva: un Dios único, sabio y bueno (Ahura Mazda, "Señor Sabio") en conflicto cósmico eterno con un principio del mal independiente y co-eterno (Angra Mainyu o Ahriman, "Espíritu Destructor").

 

Esta dualidad cósmica fundamental — Luz versus Oscuridad, Verdad versus Mentira, Orden versus Caos — no era una mera metáfora moral. Era la estructura misma de la realidad, el motor de la historia cósmica. El universo, según Zoroastro, era un campo de batalla donde estas dos fuerzas primordiales luchaban por supremacía, y la humanidad estaba llamada a elegir un bando — no pasivamente, sino como combatientes activos en esta guerra cósmica.

 

Pero la ortodoxia zoroastriana — con su clara distinción entre el Dios bueno y el principio malo — pronto sería transformada por sus propios sacerdotes, los magos. Estos magos no eran simplemente los guardianes de la tradición; eran sus intérpretes, adaptadores y, en algunos casos, sus corruptores. Y en su adaptación, introdujeron elementos que llevarían el zoroastrismo por caminos que su fundador probablemente no habría aprobado.

El primer desvío crucial fue el zurvanismo — la herejía que elevaba a Zurvan ("Tiempo" o "Destino") por encima tanto de Ahura Mazda como de Ahriman, haciendo de ellos hijos gemelos de una deidad temporal primordial. En el zurvanismo, la dualidad luz-oscuridad no era primordial; era secundaria, emergiendo de una unidad temporal más fundamental. Esta teología implicaba una relativización del bien y el mal — ambos eran necesarios en el drama cósmico, ambos eran expresiones del Tiempo/Destino que los trascendía.

 

Esta perspectiva — el bien y el mal como instrumentos en un juego cósmico mayor — sería enormemente influyente en las corrientes gnósticas y maniqueas posteriores. No se trataba de elegir entre bien y mal en términos absolutos, sino de comprender su función en el plan mayor — y potencialmente, de usar ambos según convenga a los objetivos espirituales superiores.

 

Los magos también reintrodujeron elementos del antiguo paganismo indoiranio que Zoroastro había rechazado: el culto a MITRA (dios de los contratos y la luz), a ANAHITA (diosa de las aguas y la fertilidad), a los YAZATAS (seres divinos menores). Esta "recaída" en el politeísmo no era simple regresión; era una síntesis estratégica que permitía al zoroastrismo absorber y transformar las tradiciones populares en lugar de enfrentarlas directamente.

 

Esta capacidad de sincretismo controlado — mantener un núcleo doctrinal mientras se adapta la forma externa a las culturas locales — sería otra característica que la corriente subterránea adoptaría y perfeccionaría. No se trata de imponer pureza doctrinal; se trata de utilizar las formas existentes para transmitir contenido nuevo, de cristalizar nuevas enseñanzas en moldes antiguos.

 

La ASIMILACIÓN DE LA ASTROLOGÍA CALDEA por los magos persas después de la conquista de Babilonia representó otra fusión crucial. Los magos no rechazaron la ciencia caldea; la absorbieron y la reinterpretaron en términos ZOROASTRIANOS. Los planetas ya no eran solo dioses babilónicos; eran MANIFESTACIONES DE LOS YAZATAS o incluso de los AMSHASPANDS (los "inmortales benevolentes", asistentes de Ahura Mazda). La astrología dejó de ser pagana para convertirse en teología aplicada — una forma de leer la voluntad divina en los cielos.

 

Esta racionalización de prácticas "paganas" dentro de un marco monoteísta sería otro patrón recurrente. La corriente subterránea rara vez rechaza el conocimiento antiguo; lo reinterpreta, lo recicla, lo viste con ropaje nuevo mientras preserva su núcleo operativo. La magia caldea se convierte en "ciencia divina"; la astrología babilónica se convierte en "lectura del libro celestial de Dios".

 

EL CULTO A MITRA — que los magos resucitaron y transformaron — merece atención especial. MITRA, originalmente un dios indoiranio de los contratos y la luz solar, fue reinterpretado como mediador entre AHURA MAZDA y la humanidad, como juez de las almas, como guerrero contra las fuerzas de la oscuridad. Este MITRA "ZOROASTRIANIZADO" se convertiría, siglos después, en el centro del mitraísmo romano — un culto misterioso que compitió con el cristianismo primitivo y que incorporó elementos astrológicos, rituales de muerte y resurrección, y un complejo sistema iniciático.

 

LA TRANSMISIÓN DEL MITRAÍSMO A OCCIDENTE a través de las legiones romanas demuestra otra característica del patrón: el conocimiento oculto viaja a través de canales militares y comerciales, no solo religiosos. Los soldados romanos estacionados en la frontera persa no adoptaron el zoroastrismo completo; adoptaron una versión adaptada, simplificada pero potente centrada en MITRA, que satisfacía sus necesidades espirituales de camaradería, coraje y esperanza de salvación.

 

Este proceso de adaptación para audiencias específicas — diferentes versiones para diferentes grupos — será fundamental para la estrategia de la corriente subterránea. No hay un mensaje único para todos; hay mensajes adaptados para soldados, comerciantes, nobles, sacerdotes — cada uno recibiendo la versión apropiada para su función social, pero todos conectados a un núcleo común.

 

Los magos también desarrollaron una sofisticada escatología — una doctrina del fin de los tiempos que influiría profundamente en el judaísmo del Segundo Templo y, a través de él, en el cristianismo y el islam. En la escatología zoroastriana, la historia cósmica se divide en tres eras de 3.000 años cada una (9.000 años en total), culminando en la batalla final entre las fuerzas de la luz y la oscuridad, la resurrección de los muertos, el juicio final, y la renovación del mundo (frashokereti).

 

Esta visión lineal pero cíclica de la historia — progresiva, pero con un final definido — combinaba lo mejor del pensamiento lineal judío (historia con dirección) y del pensamiento cíclico pagano (eterno retorno). La historia no era un caos sin sentido; era un drama con actos, con clímax, con resolución — y los seres humanos no eran meros espectadores, sino actores cuyo desempeño afectaba el desenlace.

 

Esta agencia histórica humana es crucial: en el zoroastrismo, los humanos no son salvados pasivamente; participan activamente en su propia salvación y en la del mundo. Cada acto de bondad, cada verdad dicha, cada mentira rechazada, es un golpe contra las fuerzas de la oscuridad. La ética no es solo personal; es cósmica — cada elección moral afecta el balance del universo.

 

Esta cosmificación de la ética — convertir cada acto moral en un evento cósmico — eleva la conducta humana de lo meramente social a lo metafísico. No se trata solo de "ser bueno"; se trata de luchar en la gran guerra cósmica a través de las acciones diarias. Esta mentalidad de "guerra espiritual total" será adoptada y transformada por múltiples tradiciones, desde los monjes-soldados cristianos hasta los yihadistas islámicos, pero también por movimientos revolucionarios seculares que ven la política como una batalla cósmica entre "progreso" y "reacción".

 

Los magos también perfeccionaron el arte de LA INTERPRETACIÓN ALEGÓRICA — leyendo los textos sagrados no literalmente, sino como códigos que esconden significados más profundos. Esta hermenéutica esotérica permitía preservar textos antiguos mientras se les daba significados nuevos — una técnica que los cabalistas judíos, los gnósticos cristianos y los sufíes islámicos desarrollarían independientemente, pero con sorprendente similitud.

 

Esta DOBLE LECTURA DE LOS TEXTOS — literal para las masas, alegórica/esotérica para los iniciados — establece otro patrón fundamental: la jerarquía del conocimiento. No todos están destinados a entender todo; hay VERDADES PARA EL VULGO Y VERDADES PARA LOS ELEGIDOS. Y esta distinción no es solo intelectual; es espiritual y social — los que tienen acceso al conocimiento esotérico tienen un estatus superior, una responsabilidad mayor, y (creen ellos) un destino diferente.

 

EL RITUAL DEL FUEGO — central en el zoroastrismo — no era simple piromanía religiosa. El fuego representaba la luz divina, la pureza, la presencia de Ahura Mazda en el mundo material. Pero en la práctica oculta de los magos, el fuego también era un instrumento de visión (mirar en las llamas para ver el futuro), un medio de transmutación (purificar mediante el calor), un símbolo del proceso alquímico (la calcinación que precede a la renovación).

 

Esta multivalencia del símbolo — capaz de operar en múltiples niveles simultáneamente — es otra característica del pensamiento oculto. Nada es solo lo que parece; todo tiene capas de significado — literal, alegórico, moral, anagógico (espiritual) — y el iniciado aprende a navegar estas capas, extrayendo de cada símbolo el máximo poder significativo.

 

LA INFLUENCIA ZOROASTRIANA EN EL JUDAÍSMO DEL SEGUNDO TEMPLO — especialmente en conceptos como Satanás como adversario cósmico (no meramente como acusador celestial), la resurrección corporal, el juicio final, el cielo y el infierno como destinos eternos — es profunda y bien documentada. El judaísmo bíblico temprano tenía una escatología mucho más simple; la complejidad apocalíptica del judaísmo del período del Segundo Templo es en gran medida préstamo zoroastriano reelaborado.

 

Esta TRANSFERENCIA DE CONCEPTOS ENTRE TRADICIONES — especialmente en momentos de contacto cultural intenso como el exilio babilónico — es otro mecanismo crucial. La corriente subterránea no "inventa" de la nada; sintetiza, adapta, recombina elementos de múltiples tradiciones, creando nuevas configuraciones que son más que la suma de sus partes.

 

EL MANIQUEÍSMO — fundado por MANI en el siglo III d.C. — representa la culminación sincrética de esta tradición dualista. MANI SE DECLARÓ A SÍ MISMO EL "SELLO DE LOS PROFETAS", que venía a completar y corregir las enseñanzas de Zoroastro, Buda y Yeshua [Jesús]. El maniqueísmo tomó la dualidad zoroastriana y la radicalizó: no solo el mundo espiritual era bueno y el mundo material malo, sino que la materia misma era creación del principio malo, una prisión para las chispas de luz divina atrapadas en ella.

 

Este GNOSTICISMO RADICAL — que ve al dios creador del Antiguo Testamento no como el verdadero Dios, sino como el DEMIURGO IGNORANTE O MALÉVOLO que creó el mundo material como prisión — tendría una influencia profunda en múltiples herejías cristianas y en la tradición oculta occidental. La corriente subterránea heredará esta sospecha hacia el mundo material y hacia el dios que lo creó, buscando no la salvación en el mundo, sino la liberación del mundo.

 

La PERSECUCIÓN DEL ZOROASTRISMO después de la conquista islámica de Persia en el siglo VII d.C. no destruyó la tradición; LA DISPERSÓ Y LA HIZO MÁS ESOTÉRICA. Algunos zoroastrianos (los parsis) EMIGRARON A LA INDIA, preservando la tradición exterior. OTROS SE CONVIRTIERON NOMINALMENTE AL ISLAM, pero preservaron en secreto elementos zoroastrianos, fusionándolos con el sufismo y creando formas sincréticas como la ORDEN HURUFI o influyendo en el SHIÍSMO ESOTÉRICO.

 

Este patrón — conversión externa con preservación interna — será otro recurso estratégico crucial. Cuando una tradición es perseguida, no desaparece; se oculta, adoptando la apariencia externa de la tradición dominante mientras preserva en secreto su núcleo identitario. LOS DÖNMEH JUDÍOS DEL IMPERIO OTOMANO (SEGUIDORES DE SABBATAI ZEVI QUE SE CONVIRTIERON NOMINALMENTE AL ISLAM) seguirán exactamente este patrón siglos después.

 

LA INFLUENCIA ZOROASTRIANA EN LA ALQUIMIA ISLÁMICA Y CRISTIANA es particularmente importante. La alquimia no era solo química primitiva; era una espiritualidad materializada que buscaba la transmutación tanto de metales como de almas. EL ATHANOR (HORNO ALQUÍMICO) es el equivalente al atar (fuego sagrado zoroastriano); el proceso alquímico de calcinación, disolución, separación, conjunción refleja el drama cósmico zoroastriano de lucha entre opuestos y síntesis superior.

 

Esta alquimia como drama cósmico en miniatura será central en la tradición oculta: el laboratorio no es solo un lugar de experimentación química; es un microcosmos donde se recrean y se intentan resolver los conflictos del macrocosmos. El alquimista no es solo un técnico; es un mago que, a través de la manipulación de la materia, busca manipular la realidad espiritual subyacente.

 

Zoroastro, en última instancia, es mucho más que el fundador de una religión antigua. Es el punto de origen de una estructura de pensamiento dualista que, a través de múltiples transformaciones y síntesis, alimentará:

 

  • La escatología apocalíptica del judaísmo, cristianismo e islam
  • El gnosticismo con su dios malvado creador
  • El maniqueísmo con su radical oposición espíritu-materia
  • La alquimia con su drama de opuestos y síntesis
  • La astrología como mapa del conflicto cósmico
  • La magia ceremonial como tecnología para influir en este conflicto

 

Pero la contribución más importante del zoroastrismo a la corriente subterránea no es doctrinal sino estructural: la idea de que la realidad es fundamentalmente conflictiva — no armoniosa — y que este conflicto no es un accidente, sino la esencia misma del universo. La historia no es progreso lineal hacia la perfección, ni ciclo eterno sin dirección; es un campo de batalla donde fuerzas cósmicas luchan, y los humanos son reclutados obligatoriamente en uno u otro bando.

 

Esta COSMOVISIÓN AGONÍSTICA — el universo como guerra eterna — justificará todas las formas de militancia espiritual: desde las cruzadas hasta los jihad, desde las guerras religiosas hasta las revoluciones políticas que se ven a sí mismas como batallas escatológicas. Incluso cuando se seculariza, esta mentalidad persiste: la lucha de clases marxista, la lucha racial nazi, la lucha civilizatoria de Huntington — todas son versiones secularizadas del dualismo zoroastriano, donde el conflicto no es problema a resolver, sino la dinámica fundamental de la historia.

 

La corriente subterránea hereda esta cosmovisión, pero le da un giro crucial: no se alinea necesariamente con el "bien" contra el "mal" en los términos convencionales. Comprende que ambos polos son necesarios en el drama cósmico, y que la verdadera maestría no consiste en elegir un bando, sino en comprender el juego completo y jugar con ambos lados según convenga a objetivos superiores. El iniciado no es un soldado en la guerra cósmica; es el estratega que planea las batallas, el dramaturgo que escribe el guion, el director que orquesta el conflicto para producir un desenlace deseado.

 

Esta posición — por encima del bien y del mal convencionales — será la más controvertida y peligrosa herencia del zoroastrismo transformado. Porque implica que los valores morales ordinarios son para los soldados rasos en la guerra cósmica, no para los generales. Y los generales, para ganar la guerra, pueden necesitar hacer cosas que los soldados considerarían inmorales. El fin cósmico justifica los medios terrenales — no por una ética situacional menor, sino por una comprensión superior del drama total.

 

Esta es la herencia zoroastriana que la corriente subterránea preserva y desarrolla: no la adoración de Ahura Mazda ni la práctica del ritual del fuego, sino la estructura dualista de la realidad combinada con la posición trascendente del iniciado que comprende que el conflicto es el motor de la historia, y que quien comprende este motor puede, no solo predecir su curso, sino dirigirlo hacia destinos de su propio diseño.

 

La entrada estatal de Ciro el Grande en Babilonia, c. 540 a. C., de la Historia de las Naciones de Hutchinson (1915)

 

Franz Cumont (1868-1947), erudito belga conocido por fundar el estudio moderno del mitraísmo.

 

Luego, en el año 538 a. C., Babilonia fue conquistada por los persas, liderados por Ciro el Grande (c. 600-530 a. C.). Ciro liberó a los judíos del cautiverio, tras lo cual muchos regresaron a Palestina, donde comenzaron a construir el Segundo Templo de Jerusalén, para reemplazar el Primer Templo, destruido en el año 586 a. C. Sin embargo, en lugar de reformar sus costumbres, los judíos con inclinaciones místicas reformularon las enseñanzas del judaísmo creando lo que se conocería como la Cábala. La Cábala es una interpretación esotérica de la religión judaica que representa la asimilación del culto al dios moribundo, junto con elementos de la magia, la astrología y la numerología babilónicas.

 

Los primeros cabalistas eran conocidos en el mundo antiguo como "Magos" y se les creía erróneamente herederos de Zoroastro, profeta de la religión persa del zoroastrismo. Se cree que el zoroastrismo fue originalmente monoteísta, pero posteriormente fue modificado por sus sacerdotes, los magos. Así, mientras la mayoría de las religiones postulan la existencia de un principio maligno inferior al Dios bueno, el zoroastrismo se convirtió en el origen de un tipo de dualismo en el que el mal se eleva al rango de dios, igual pero opuesto al bien, existiendo ambos eternamente en guerra. Uno es Ahura Mazda, el dios, señor de la bondad y la luz. El otro es Ahrimán, el Espíritu Destructivo o Atormentador, señor del mal y la oscuridad. Según Diógenes Laercio, erudito griego del siglo III d. C., “Aristóteles en el primer libro de su obra Sobre la filosofía dice que los magos son más antiguos incluso que los egipcios, y que según ellos hay dos primeros principios, un espíritu bueno y un espíritu malo, uno llamado Zeus y Ahura Mazda, el otro Hades y Ahriman”. [35]

 

Como describe Yamauchi, «la relación de los magos con Zoroastro y sus enseñanzas es un tema complejo y controvertido». [36] Durante la existencia del Imperio persa, siempre existió una distinción entre los magos persas, la casta sacerdotal oficial, y los magos babilónicos, a quienes a menudo se consideraba impostores. [37] En esencia, cuando los persas conquistaron Babilonia, los magos entraron en contacto con los caldeos, cuyas creencias y enseñanzas introdujeron en su versión del zoroastriano. Sin embargo, desde la época de Jerjes, comenzaron a gozar de creciente favor en la corte, hasta que el título de magos finalmente perdió sus connotaciones heréticas. Como señaló el asiriólogo francés Lenormant, «a su influencia se deben atribuir casi todos los cambios que, hacia el final de la dinastía aqueménida, corrompieron profundamente la fe zoroástrica, de modo que se convirtió en idolatría». [38]

 

Las palabras griegas y latinas para magia, mageia y magia, se derivaron originalmente en referencia a las supuestas artes de los magos, astrólogos conocidos por haber identificado el nacimiento de Yeshua [Jesús] con la aparición de la "Estrella de Belén". En aquella época, era común que la literatura mística atribuyera sus fuentes a antiguos sabios y patriarcas. Muchas de estas obras se atribuyeron a Abraham y Enoc, entre otros, y se conocen como pseudoepígrafos. Varias obras similares se atribuyeron a Zoroastro, así como a su supuesto discípulo Osthanes, o a su patrón, Hystaspes. Para el siglo I d. C., en su Historia Natural, Plinio convirtió a Zoroastro en el fundador de la magia:

 

Sin duda, la magia comenzó en Persia con Zoroastro, según coinciden las autoridades. Pero no hay suficiente consenso sobre si fue el único hombre con ese nombre o si existió otro Zoroastro posterior… Lo que resulta particularmente sorprendente es que la tradición y el oficio hayan perdurado durante tanto tiempo; no se conservan escritos originales, ni se conservan por ninguna línea conocida o continua de autoridades posteriores. Pues pocas personas conocen la reputación de quienes solo sobreviven de nombre y carecen de memoriales, como, por ejemplo, Apusoro y Zaratas de Media, Marmaro y Arabantífoco de Babilonia, o Tarmoendas de Asiria. [39]

 

Los magos veneraban el fuego como símbolo de lo divino y adoptaron la trinidad venerada por los babilonios, compuesta por un padre, una madre y su descendencia, un dios hijo, representado por el Sol, la Luna y Venus, que identificaban con las deidades persas de Ahura Mazda, Anahita y Mitra. Conservaban la doctrina caldea del panteísmo, que consideraba al universo como un solo ser vivo, regido por un destino determinado por las estrellas. La astrología estaba vinculada a las matemáticas, y el uso de la numerología estaba muy extendido en su literatura. El zodíaco de los caldeos se dividía según los cuatro elementos tradicionalmente venerados por los persas. Consideraban que el alma estaba sujeta a numerosas reencarnaciones, a veces en bestias, lo que les obligaba a abstenerse de comer carne de animales.

 

Plinio transmitió una definición de magia de un famoso mago llamado Osthanes: “hay varias formas de ella (es decir, magia); él profesa adivinar a partir del agua, globos, aire, estrellas, lámparas, cuencas y hachas, y por muchos otros métodos, y además conversar con fantasmas y aquellos en el inframundo”. [40] Aunque la comunión con espíritus malignos estaba estrictamente prohibida en la versión ortodoxa de la fe, los relatos de los autores griegos concuerdan en muchos aspectos con las doctrinas de aquellos a los que se hace referencia en el Avesta y otra literatura zoroastriana, como ciertas personas hostiles a la comunidad ortodoxa, llamados “brujos” o “adoradores de daeva”, o adoradores del diablo. [41] Por lo tanto, cuando el satírico romano Luciano desea enviar a uno de sus personajes al reino de los muertos, recurre a los renombrados expertos: «Mientras reflexionaba sobre estos asuntos, se me ocurrió ir a Babilonia y preguntar a uno de los magos, discípulos y sucesores de Zoroastro. Había oído que podían abrir las puertas del inframundo con ciertos hechizos y ritos, y conducir y resucitar sano y salvo a quien quisieran». [42]

 

Cumont sostenía que las creencias de estos magos estaban influenciadas por el culto herético zoroastriano a Zurvan, el dios del Tiempo. En los textos armenios, Saturno se llama Zurvan. [43] Los zoroastrianos ortodoxos adoraban al dios bueno Ahura Mazda, quien libraba una eterna batalla cómica con Ahriman, el dios maligno. Como criticó el Gran Bundahishn, el principal objeto de adoración de los falsos magos era Ahriman, pues «la religión de los hechiceros (Ahriman) inclina tanto a los hombres a amarlo y a odiar a Ahura Mazda que abandonan su culto y practican el de Ahriman». [44] El culto a Ahriman estaba parcialmente justificado por el zurvanismo. Según el mito zurvanita, en el principio, el gran dios Zurvan existía solo. Deseando una descendencia que creara «el cielo, el infierno y todo lo intermedio», concibió a Ohrmuzd y Ahriman, a quienes se les concede el gobierno alternado de la creación. [45]

 

RC Zaehner comentó que, en muchos casos, se trataba de algo más que zurvanismo: brujería y adoración a daevas. Zaehner continúa:

 

Clemente de Alejandría también se refiere a la práctica de adorar a los demonios: «Los magos», dice, «adoran a ángeles y demonios». [46] Como hemos visto, esta no es la práctica de los zoroastrianos ni de los zurvanitas, sino de los «adoradores del diablo», la tercera secta iraní mencionada en el Denkart. Con estos hechos en mente, quizás sea seguro concluir que Jerjes, al suprimir el culto a los daeva, provocó una emigración a gran escala de magos disidentes. Estos, tras absorber gran parte de la especulación babilónica, trasladaron sus creencias a Asia Menor; y de ellas surgió la religión grecorromana de Mitra. [47]

 

El culto al mal fue camuflado por los magos mediante su veneración a Mitra, la especie persa del dios moribundo, venerado en la India como Mitra, que los magos reintrodujeron en el zoroastrismo. Según Jeffrey Burton Russell:

 

En su afán por avanzar hacia el monoteísmo, Zaratustra enfatizó el poder de Ahura Mazda hasta el punto de ignorar a Ahura Mitra, y desconocemos qué pensaba el profeta de esta deidad. Sus seguidores restauraron el poder de Mitra, asimilándolo a Mazda y adorándolo como una manifestación del dios de la luz. Pero, al parecer, los adoradores de daevas no regenerados, ajenos a las reformas de Zaratustra, también continuaron adorando a Mitra, y algunos de los magos posteriores podrían haber seguido esta dirección. [48]

 

Mitra fue asimilado por los magos al dios-sol babilónico, Shamash, quien también se identificaba con Bel. Mitra era uno de los tres dioses adaptados de la trinidad de padre, madre e hijo, adorado por los babilonios e identificado con el Sol, la Luna y Venus, que los magos asimilaron a sus propias deidades persas antiguas. Según Cumont:

 

Babilonia, residencia de invierno de los soberanos, era la sede de un numeroso cuerpo de clérigos oficiales, llamados magos, que ejercían su autoridad sobre los sacerdotes indígenas. Las prerrogativas que el protocolo imperial garantizaba a este clero oficial no podían eximirlo de la influencia de la poderosa casta sacerdotal que florecía junto a ellos. La erudita y refinada teología de los caldeos se superpuso así a la primitiva creencia mazdeísta, que era más un conjunto de tradiciones que un cuerpo bien establecido de dogmas definidos. Las leyendas de ambas religiones se asimilaron, sus divinidades se identificaron, y el culto semítico a las estrellas (astrolatría), fruto monstruoso de prolongadas observaciones científicas, se fusionó con los mitos de la naturaleza de los iraníes. Ahura-Mazda fue confundida con Bel, quien reinaba sobre los cielos; Anahita fue comparada con Ishtar, quien presidía el planeta Venus; mientras que Mitra se convirtió en el Sol, Shamash. [49]

 

El primer indicio del culto al dios Mitra entre los persas se encuentra en una placa esculpida sobre la tumba de Darío I, quien ascendió al trono en el 521 a. C., en la que los símbolos de Mazda y Mitra se colocaron en posiciones igualmente visibles, práctica que continuaron sus sucesores. Heródoto conocía el culto persa a un dios llamado Mitra, quien mencionó que «Zeus, en su sistema, representa el círculo completo de los cielos, y le ofrecen sacrificios desde las cimas de las montañas. También adoran al sol, la luna, la tierra, el fuego, el agua y los vientos [los Cuatro Elementos], que son sus únicas deidades originales: más tarde aprendieron de los asirios y los árabes el culto a la Afrodita uraniana. El nombre asirio para Afrodita es Mylitta, el árabe Alilat, el persa Mitra».

 

El legado de Zoroastro no es una religión específica, sino una ESTRUCTURA MENTAL DUALISTA que transformaría para siempre la comprensión occidental de la realidad. Su visión de un conflicto cósmico eterno entre Luz y Oscuridad — no como metáfora moral, sino como estructura ontológica fundamental del universo — proporcionó el molde conceptual para todas las cosmovisiones conflictivas posteriores.

 

Pero la verdadera herencia para la corriente subterránea no es el dualismo simple de "bien contra mal". Es la transformación de este dualismo por los magos persas en algo mucho más sofisticado: la comprensión de que ambos polos son necesarios en el drama cósmico, y que la verdadera maestría espiritual no consiste en elegir un bando, sino en comprender el juego completo y utilizar ambos polos según convenga a objetivos superiores.

 

El ZURVANISMO — con su elevación del Tiempo/Destino por encima del bien y del mal — establece el paradigma trascendente: los valores morales ordinarios son para los participantes en el drama, no para sus directores. Los directores comprenden que el conflicto es el motor de la historia, y que controlar este motor requiere una posición por encima de la moralidad convencional.

 

Esta perspectiva justificará, a lo largo de los siglos, todas las formas de maquiavelismo espiritual: la creencia de que los fines trascendentes (salvación cósmica, evolución espiritual, nuevo orden mundial) justifican medios que serían inaceptables en contextos ordinarios. La corriente subterránea heredará esta lógica, pero la llevará más lejos: no se trata solo de que el fin justifique los medios, sino de que los medios aparentemente "malos" pueden ser instrumentos necesarios en la realización del "bien" cósmico final.

 

LA INFLUENCIA ZOROASTRIANA EN LA ESCATOLOGÍA JUDÍA, CRISTIANA E ISLÁMICA — con sus batallas finales, juicios cósmicos y renovaciones del mundo — demuestra cómo esta estructura dualista puede ser injertada en tradiciones aparentemente diferentes. La corriente subterránea perfeccionará esta técnica de injerto conceptual: tomar estructuras de pensamiento de una tradición e implantarlas en otra, creando formas híbridas que preservan la apariencia externa de la tradición receptora mientras transforman su núcleo interno.

 

Zoroastro, en última instancia, proporciona el marco dramático dentro del cual la corriente subterránea opera: el universo como gran teatro de conflicto cósmico, la historia como drama con actos y desenlace, la humanidad como actores reclutados en una guerra que no comenzaron, pero deben pelear. Pero los verdaderos iniciados no son actores en este drama; son los dramaturgos, directores y productores — los que escriben el guion, dirigen a los actores, y diseñan el desenlace, todo mientras permanecen entre bastidores, invisibles para el público que cree que el drama surge espontáneamente de las pasiones humanas.

 

Esta posición — detrás del drama, no en él — será la aspiración constante de la corriente subterránea: no gobernar visiblemente, sino diseñar los sistemas dentro de los cuales los gobernantes visibles operan; no luchar en las batallas, sino planear las guerras que otros pelearán; no predicar la moral para las masas, sino comprender las leyes cósmicas que hacen necesaria cierta apariencia de moralidad para el funcionamiento del sistema.

 

La dualidad zoroastriana, así transformada, se convierte en la lógica operativa del poder oculto: crear conflictos aparentes para dirigir energías sociales, mantener tensiones controladas para evitar el estancamiento, utilizar el "mal" aparente como herramienta para producir un "bien" mayor según un diseño conocido solo por los arquitectos del sistema. El universo no es armonioso; es dialéctico — y quien domina la dialéctica domina el universo.

 

Este análisis ha desentrañado los orígenes más profundos de la corriente subterránea, remontándonos a las fuentes babilónicas del siglo VI a.C. donde se forjó el núcleo doctrinal que alimentaría siglos de tradición oculta occidental. Lo que hemos rastreado no es una serie de eventos desconectados, sino la formación consciente de un paradigma espiritual diseñado para perpetuarse a través del tiempo y transformar la realidad según un diseño específico.

 

LOS HALLAZGOS FUNDAMENTALES:

 

1.  EL ARQUETIPO DEL DIOS MORIBUNDO NO ES FOLCLORE, ES PROGRAMA El patrón universal identificado por Frazer —el dios que muere y resucita sincronizado con ciclos astrales— no surgió espontáneamente en múltiples culturas. Fue codificado sistemáticamente en Babilonia durante el exilio judío del siglo VI a.C., donde los magos caldeos (sacerdotes heréticos del zoroastrismo) fusionaron la magia babilónica con elementos del judaísmo para crear el sistema operativo que la corriente subterránea preservaría.

2.  LOS ANUNNAKI SON LOS PROTOTIPOS DE TODOS LOS ÁNGELES CAÍDOS Estos "dioses del inframundo" babilónicos —jueces del destino, custodios de conocimiento prohibido— establecieron el paradigma de la caída como misión: seres celestiales que descienden voluntariamente para transmitir sabiduría ilícita a la humanidad. No son villanos mitológicos; son los modelos arquetípicos de todos los mediadores caídos que en la teología oculta se convierten en héroes gnósticos que desafían al dios creador opresor.

3.  LA TIERRA PROMETIDA ES EL PRIMER PROTOTIPO DE JUSTIFICACIÓN PARA EL DOMINIO El pacto de Abraham —un pueblo elegido, un territorio designado divinamente, habitantes originales estigmatizados como obstáculos cósmicos— estableció la plantilla maestra para todas las narrativas de "destino manifiesto" posteriores. Esta estructura sería despojada de su contenido específicamente judío y aplicada por cualquier grupo que se autoproclamara los nuevos "elegidos" con derecho a gobernar territorios (o el mundo) tras eliminar a los actuales ocupantes.

4.  LA EPOPEYA DE BAAL CODIFICA LA TEOLOGÍA DE LA USURPACIÓN COMO VIRTUD Baal, el dios joven que derroca a los antiguos poderes, desciende al inframundo y renace triunfante, establece el modelo divino del revolucionario espiritual. Su mito no es sobre lluvias y cosechas; es un manual de ingeniería cósmica que glorifica la rebelión, la transformación violenta y la creación de nuevos órdenes sobre las ruinas de los antiguos.

5.  SATURNO ES EL DIOS DEL TIEMPO COMO HERRAMIENTA DE PODER La deidad del tiempo que devora sus propios hijos no representa simple tiranía mitológica. Encarna el principio de que el tiempo es una fuerza activa que puede ser dominada — y quienes lo dominan se convierten en cronócratas, arquitectos del destino, tejedores del gran tapiz histórico donde los eventos aparentemente espontáneos siguen patrones diseñados.

6.  EL TEMPLO DE SALOMÓN ES ARQUITECTURA CODIFICADA Lejos de ser un simple santuario, el Templo fue el primer gran experimento de sincretismo estratégico: arquitectura cananea (pilares Boaz y Jachin = aseras fálicas), construcción dirigida por un sacerdote de la diosa (Hiram), leyendas de control demoníaco (sello de Salomón). Estableció el paradigma de usar estructuras ortodoxas para albergar contenidos heterodoxos — una técnica que se replicaría en catedrales góticas, logias masónicas y finalmente en el diseño de órdenes sociales completos.

7.  LOS CALDEOS SON LOS ARQUITECTOS INTELECTUALES DEL SISTEMA: Estos sacerdotes-astrónomos-matemáticos babilónicos no fueron simples observadores del cielo. Crearon el primer sistema integrado de conocimiento oculto que fusionaba observación empírica, matemática avanzada y interpretación teológica. Su gran innovación: transformar la observación del cielo en tecnología espiritual — un conjunto de herramientas para leer, predecir e influir en el destino cósmico y humano.

8.  ZOROASTRO PROPORCIONA LA ESTRUCTURA DUALISTA DEL DRAMA CÓSMICO: La visión de una guerra eterna entre Luz y Oscuridad no es solo teología persa; es el marco dramático dentro del cual opera la corriente subterránea. Pero su verdadera herencia no es el dualismo simple, sino su transformación por los magos persas en la comprensión de que ambos polos son necesarios, y que la verdadera maestría consiste en utilizar el conflicto como motor para objetivos superiores.

 

A lo largo de nuestro análisis, hemos dejado las bases de:

 

1.  IDENTIFICACIÓN DEL PATRÓN PRIMORDIAL (el dios moribundo, la dualidad cósmica, el tiempo cíclico)

2.  CODIFICACIÓN EN SISTEMAS COMPLEJOS (zodíaco caldeo, geometría templaria, ciclos temporales)

3.  FUSIÓN SINCRÉTICA CON TRADICIONES ESTABLECIDAS (judaísmo + babilonismo, cristianismo + mitraísmo)

4.  TRANSMISIÓN A TRAVÉS DE ÉLITES INICIÁTICAS (magos, cabalistas, templarios, masones)

 

Este análisis babilónico no existe en un vacío. Se conecta directamente con todo lo que hemos estudiado anteriormente:

 

  • Los magos caldeos son los precursores directos de los magos persas que influyeron en el hermetismo.
  • La Cábala babilónico-judía del exilio evolucionará en la Cábala medieval que estudiaremos en análisis posteriores.
  • El Templo de Salomón como estructura codificada será el modelo directo para las logias masónicas.
  • La dualidad zoroastriana alimentará el gnosticismo y todas las herejías dualistas cristianas.
  • Los ciclos caldeos de tiempo serán la base de todas las teorías cíclicas de la historia, desde la astrología mundana hasta Spengler y Toynbee.

 

BABILONIA en el siglo VI a.C. no fue simplemente un imperio antiguo; FUE EL LABORATORIO DONDE SE DISEÑÓ EL SISTEMA OPERATIVO ESPIRITUAL QUE LA CORRIENTE SUBTERRÁNEA HA ESTADO EJECUTANDO DURANTE MILENIOS. Cada elemento — el dios moribundo como núcleo teológico, la astrología como tecnología predictiva, el templo como arquitectura codificada, la dualidad como motor dramático — fue perfeccionado allí y luego transmitido, adaptado y reactivado en diferentes contextos históricos.

 

El "por qué" último — el objetivo trascendente que justifica este proyecto milenario — se hace más claro: no es riqueza material ni poder político convencional. Es la realización de un diseño cósmico donde una élite iniciática, poseedora del conocimiento babilónico original transformado y ampliado, orquesta la historia humana hacia una culminación específica — la instauración de un orden mundial que sea la manifestación terrenal del patrón celestial, con ellos como arquitectos-sacerdotes-gobernantes de este nuevo templo global.

 

Habiendo establecido los fundamentos babilónicos, nuestro próximo análisis saltará hacia adelante en el tiempo para rastrear cómo este sistema operativo sobrevivió a la caída de Babilonia y se transmitió al mundo grecorromano a través de:

 

1.  Los Misterios Eleusinos y órficos — la helenización del dios moribundo

2.  El hermetismo alejandrino — la fusión greco-egipcia de la sabiduría caldea

3.  El neoplatonismo — la filosofización del sistema babilónico

4.  El mitraísmo romano — la militarización del culto solar persa

 

Este puente grecorromano es crucial, pues será a través de él que el legado babilónico llegará a la Europa medieval — primero a través del imperio bizantino, luego a través del mundo islámico durante la Edad de Oro, y finalmente a través de las Cruzadas cuando los caballeros europeos redescubrirán en Tierra Santa no solo lugares sagrados, sino conocimientos sagrados que habían sido preservados y desarrollados en Oriente mientras Europa estaba sumida en la "oscuridad" medieval.

 

La próxima serie, titulada provisionalmente "EL PUENTE HELENÍSTICO: DE BABILONIA A GRECIA", demostrará cómo la corriente subterránea no se interrumpió con la caída de los imperios antiguos, sino que mutó de forma, adoptando ropajes filosóficos, misterios iniciáticos y finalmente estructuras imperiales, siempre preservando el núcleo babilónico que ahora conocemos en su forma originaria.

 

Babilonia no cayó; se dispersó — y desde esa dispersión nació la civilización occidental como la conocemos, llevando en su código genético espiritual las semillas plantadas junto al Éufrates hace 2.600 años.

 

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SHALOM A TODOS

ATENTAMENTE RICARDO ANDRES PARRA RUBI

MALKIYEL BEN ABRAHAM

 

REFERENCIA:

 

[1] K. Karbiener y G. Stade. Enciclopedia de escritores británicos, 1800 hasta la actualidad, Volumen 2, (Infobase Publishing, 2009), págs. 188-190.

[2] Albert Pike. Moralidad y dogma, pág. 819.

[3] William Ramsey. Espiritismo, un engaño satánico y una señal de los tiempos, Capítulo 2: El caso expuesto (Peace Dale, Rhode Island: HL Hastings, 1856), pág. 33.

[4] Se encuentra en Rabí Shimon bar Yochai, San Agustín, Sexto Julio Africano y las Cartas atribuidas a San Clemente, Biblia Ortodoxa Etíope Amárica: Henok 2:1–3 y El conflicto de Adán y Eva con Satanás.

[5] George Rawlinson. Las siete grandes monarquías del antiguo mundo oriental. Vol. 1, págs. 347–350.

[6] James Frazer. La rama dorada. Capítulo 24: El asesinato del Rey Divino y Capítulo 58: Los chivos expiatorios humanos en la Antigüedad clásica.

[7] Dorothy Morrison. Yule: Una celebración de luz y calidez (St. Paul, Minnesota: Llewellyn Publications). pág. 4.

[8] Josefo. Antigüedades de los judíos, II:3.

[9] Números, 13:27-29.

[10] Michael David Coogan, ed. y traducción de Historias de la antigua Canaán (Louisville: The Westminster Press, 1978), pág. 22

[11] HD Müller. "Mitología del Griech". Stimme, II 39 y siguientes; KO Müller, Esquilo, Eumeniden, pág. 146 f;. Stengel, “Die griech”, Sakralalterthimer, pág. 87; citado en Arthur Fairbanks, “The Chthonic Gods of Greek Religion”, The American Journal of Philology, vol. 21, núm. 3 (1900), págs. 241-259.

[12] ML West. La cara oriental del Helicón: elementos de Asia occidental en la poesía y el mito griegos (Oxford: Claredon Press, 1997), pág. 277.

[13] “Crono”. Encyclopædia Britannica (Encyclopædia Britannica Ind, 26 de septiembre de 2018).

[14] Oeste. La cara este del Helicón, pág. 277.

[15] Libro XX, Cap. I.

[16] Oeste. La cara este del Helicón, pág. 302.

[17] Ibíd., págs. 298-99.

[18] Ibíd., pág. 490.

[19] 1 Samuel 8:4-6

[20] 1 Samuel 8:7-9

[21] “judaísmo”. Enciclopedia Británica. Recuperado de https://www.britannica.com/topic/Judaism/The-Davidic-monarchy

[22] 1 Crónicas 22:1-10.

[23] Raphael Patai. Enciclopedia del folclore y las tradiciones judías (Routledge 2015), pág. 39.

[24] Ibíd.

[25] Joseph Jacobs, M. Seligsohn. “Salomón”. Enciclopedia Judía.

[26] Basado en el Códice de Munich del Talmud de Babilonia (Gittin 68a-b).

[27] Corán 34: 14

[28] Ibn Kathir. Historias del Corán.

[29] Muhammad Saed Abdul-Rahman e Ibn Kathir. Tafsir Ibn Kathir Juz' 1: Al-Fatihah 1 a Al-Baqarah 141, segunda edición. Publicación limitada de MSA.

[30] Historias, I: 178.

[31] Bibliotheca Historica, Libro II, 28:29.

[32] Bartel van der Waerden. El despertar de la ciencia II: El nacimiento de la astronomía, pág. 180.

[33] Cumont. Astrología y religión entre los griegos y los romanos, pág. 26

[34] “Influencia iraní en el judaísmo”. Cambridge History of Judaism, citado en Nigosian. The Zoroastrian Faith, pág. 96

[35] Vidas de filósofos eminentes, I: 8

[36] Edwin Yamauchi. Persia y la Biblia. Grand Rapids (Míchigan: Baker Books, 1996), pág. 468

[37] Francois Lenormant. Magia caldea: su origen y desarrollo (York Beach, Maine: Samuel Weiser, 1999), pág. 221.

[38] Ibíd.

[39] Historia Natural, XXX: 3-6.

[40] Ibíd., 5. 14.

[41] Greater Bundahishn, 182. 2. citado en Richard Charles Zaehner. Zurvan, un dilema zoroastrio (Oxford: Clarendon, 1955), pág. 15.

[42] Menipo 6, citado en Mary Boyce y Franz Grenet. Historia del Zoroastrismo, vols. Dos y Tres (Leiden: EJ Brill, 1982), vol. 3, pág. 518.

[43] Bartel L. van der Waerden. El despertar de la ciencia II: El nacimiento de la astronomía (Nueva York: Oxford University Press, 1979), pág. 194.

[44] Gran Bundahishn, 182. 2. citado de Zeahner, Zurvan, pág. 15

[45] Zaehner. Zurvan, un dilema zoroastriano, págs. 419–428.

[46] Estromas, III. 6. 48.

[47] Zaehner. Zurvan, Un dilema zoroástrico, pág. 19

[48] ​​Jeffrey Burton Russell. El Diablo: Percepciones del mal desde la Antigüedad hasta el Cristianismo Primitivo (Ithica, NY: Cornell University Press, 1987), pág. 120

[49] Cumont. Los misterios de Mitra, pág. 9

 

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