CRISTÓBAL COLÓN Y LOS JUDÍOS PARTE 3 DE 3
En esta tercera y última parte del libro
del rabino e historiador Meyer Kayserling “Cristóbal Colón y la Participación
de los Judíos en los Descubrimientos Españoles y Portugueses” escrito en 1894,
veremos los capítulos finales 7 y 8, en los cuales el autor narra de cómo los
bienes de los judíos expulsados de España ayudaron a financiar la segunda
expedición de Colón, de los descubrimientos que realizaron los navegantes
portugueses, de los "marranos" en el Nuevo Mundo y en otras partes, y
de la labor de la Inquisición.
Todo este
libro, cuyo eje son siempre los judíos en distintos escenarios históricos, deja
sin embargo un acopio de datos no comúnmente hallables en la información más
corriente, que complementan lo que se sabe de cómo se tejieron algunos
acontecimientos, en la interpretación de este leído rabí, información que
muchos han aprovechado desde su publicación.
CRISTÓBAL COLÓN Y LA PARTICIPACIÓN DE LOS JUDÍOS EN LOS DESCUBRIMIENTOS ESPAÑOLES Y PORTUGUESES POR MEYER KAYSERLING 1894
CAPÍTULO
VII
Regreso de
Colón — Sus Cartas a Santángel y Sánchez — Preparativos para la Segunda
Expedición; el Dinero de los Judíos Utilizado — El Segundo Viaje —
Descubrimientos Portugueses — Vasco da Gama y Abraham Zacuto — Gaspar da Gama —
Francisco de Albuquerque y Hucefe, o Alexander de Atayde.
Encantado por el éxito de su expedición y
con los grandes tesoros de oro, plata y especias que había encontrado, Colón
comenzó su viaje de regreso en Enero de 1493. Él agradecidamente recordó que
Luis de Santángel le había proporcionado los medios para emprender su viaje, y
de ahí que él consideró como su deber enviar a Santángel las primeras buenas
nuevas de su éxito, un detallado relato de su viaje y descubrimientos. Esa
carta fue escrita en castellano cerca de las Azores o las Canarias el 15 de
Febrero de 1493. En ella Colón habla del gran triunfo que Dios le había
concedido, y declaró que él y la armada que el monarca español había colocado a
su disposición habían alcanzado las Indias en veintitrés días, y que había
descubierto allí muchas islas habitadas. Él hizo un informe similar al tesorero
Gabriel Sánchez. Santángel y Sánchez inmediatamente hicieron llegar esas cartas
al rey y a la reina, quienes entonces estaban residiendo en Barcelona, y poco
después sus majestades recibieron al explorador con mucha ceremonia.
Las noticias de los descubrimientos se
difundieron rápidamente por la mayor parte de Europa [1]. Gabriel Sánchez dio
una copia de la carta de Colón a un librero en Barcelona, el cual la hizo
imprimir en letras góticas; dentro de un año dos ediciones fueron publicadas.
Leandro de Cosco preparó una traducción latina, de la cual cuatro ediciones
fueron impresas en el primer año, 1493. En años recientes diversas traducciones
inglesas e italianas de esas cartas han sido publicadas. Ellas siempre formarán
el monumento conmemorativo más notable de la historia americana.
[1] Colón y
los descubrimientos españoles tempranamente llamaron la atención de escritores
judíos. El primero de ellos que menciona el asunto es Abraham Farisol de
Aviñón, quien, cuando tenía diecinueve años de edad, se instaló en Mantua, y de
allí emigró a Ferrara. Los relatos de los descubrimientos de Colón que fueron
primero publicados en Vicenza, en 1507, en una colección de viajes al Nuevo
Mundo, sirvieron como la base del trabajo de Farisol titulado Carta acerca de
los Estilos de Vida, escrita en hebreo en Noviembre de 1524, y primeramente
publicada en Venecia en 1587. Ese trabajo, que es una especie de tratado
general sobre geografía, da algunas breves noticias acerca de América, y llama
al descubridor "Cristofol Colombo, un genovés".
Dicho tema fue estudiado más a fondo por
Joseph Cohen, un hijo de exiliados españoles, que nació en Aviñón en 1495. Él
fue educado en Génova, donde ejerció como médico hasta 1550, cuando él y sus
correligionarios fueron desterrados de aquella ciudad. Él fue a Voltaggio, y
luego se estableció en Castelletto Monferrato. Él tenía ochenta años cuando
murió. Tradujo al hebreo la Historia General de las Indias de Francisco López
de Gómara, que apareció en 1535, la segunda parte de la cual contiene La
Conquista de México y de la Nueva España. La traducción hebrea en dos libros,
que fue completada en 1557, existe sólo en manuscrito. Cohen también habla de
los descubrimientos portugueses y españoles en su tratado hebreo titulado Libro
de la Crónica de los Reyes de Francia y de los Grandes Duques Otomanos, que
primero apareció en Venecia en 1553 ó 1554. Cohen atribuye el descubrimiento de
América a Amerigo Vespucci.
A fin de protegerse contra los celos de
Portugal, y de asegurar para España las tierras descubiertas por Colón así como
aquellas que éste pudiera descubrir en el futuro, el astuto Fernando apeló al
Papa por ayuda. En ese entonces el trono papal era ocupado por el aragonés
Alejandro VI. La única cosa buena que puede ser dicha de él es que trató a los
judíos magnánimamente; él, de hecho, era comúnmente llamado "el
marrano" o "el judío". Aunque él no fuera un amigo de Fernando,
publicó su famosa Bula de Demarcación el 3 de Mayo de 1493, que pretendía
impedir futuras peleas entre España y Portugal en cuanto a la posesión del
territorio recién descubierto. Esa concesión fue concedida a España para todo
tiempo futuro, a condición de que sus gobernantes se esforzaran por propagar la
fe católica en las tierras recién descubiertas [2].
[2] Dicha
concesión fue modificada posteriormente por el Tratado de Tordesillas de 1494.
Mientras Colón estaba aún en Barcelona, se
hicieron rápidos preparativos para su segundo viaje. Fernando no carecía ahora
de medios. Según su propia declaración, él había averiguado que los judíos,
expulsados de su reino "para el honor y la gloria de Dios", habían
dejado dinero o su equivalente en propiedades personales e inmuebles, así como
muchas deudas que ellos habían sido incapaces de cobrar. Según una orden Real
del 23 de Noviembre de 1492, las autoridades debían confiscar para la tesorería
estatal toda la propiedad que había pertenecido a los judíos, incluída la que
los cristianos habían tomado de ellos o de la que se habían apropiado
ilegalmente o mediante la violencia.
El 23 de Mayo de 1493 al almirante de las
islas recién descubiertas y a Juan Rodríguez de Fonseca, el arcediano de
Sevilla, que supervisaba el equipamiento de la flota de parte de la corona, les
ordenaron ir a Sevilla y Cádiz para asegurar tales barcos, marineros y las
provisiones que fueran necesarias para la segunda expedición. Aquel mismo día
Fernando e Isabel firmaron un gran número de órdenes para funcionarios Reales
en Soria, Zamora, Burgos y muchas otras ciudades, instruyéndolos para que
aseguraran la posesión inmediata de todo el dinero, metales preciosos,
utensilios de oro y de plata, joyas, piedras preciosas y todo lo demás que
había sido tomado de los judíos que habían sido expulsados de España o que
habían emigrado a Portugal, y todo lo que esos judíos habían confiado para su
depósito a parientes marranos o amigos, y todas las posesiones judías que los
cristianos habían encontrado o de las que se habían apropiado ilegalmente. A
los funcionarios Reales también se les ordenó convertir toda esa propiedad en
dinero contante y entregarlo al tesorero Francisco Pinelo en Sevilla, para
solventar los gastos de la segunda expedición de Colón.
La corona, de esa manera, se apropió de
las grandes sumas de dinero que habían sido tomadas de los judíos desterrados.
Por ejemplo, varias letras de cambio que Juan Bran, un judío que había huído a
Portugal, debía pagar a Antonio de Castro, de Toledo, a Julián Catanes y
Bernaldo Pinolo, fueron encontradas en posesión de varios comerciantes, y
fueron confiscadas por la corona. Los beneficios, 4.120 ducados en oro, fueron
depositados en el monasterio de Las Cuevas por De la Torre, un funcionario de
la tesorería Real. El 23 de Mayo de 1493 el rey y la reina solicitaron que el
conde de Cifuentes tomara el dinero del monasterio inmediatamente y lo hiciera
transferir a salvo al tesorero Pinelo, a fin de que él pudiera usarlo para el
equipamiento de la flota que debía ser enviada a las Indias. Juan de Ocampo, el
alcaide de Orueña, tenía en su posesión oro, ornamentos, ropa y otros artículos
dejados por un judío que había huído a Portugal. Un detallado inventario de esa
propiedad, preparado por el secretario Real Fernando Álvarez de Toledo y
firmado por otros funcionarios Reales, fue enviado al conde Alonso, un pariente
de Fernando e Isabel; a él se le instruyó para que se hiciera cargo de los artículos,
los vendiera, y entregara los beneficios, hacia fines de Junio o como máximo el
10 de Julio, a Pinelo, para ayudar a pagar los gastos de la armada que debía
ser equipada "para el descubrimiento de las islas y continentes en el
océano".
De manera similar y para el mismo
propósito a Bernaldino de Lerma le ordenaron transferir a Pinelo el equivalente
en efectivo del dinero, objetos de valor, ropa y otros artículos que
pertenecían a los judíos desterrados que el administrador del rey, Juan de Soria,
la esposa de Diego Guiral, Antonio Gómez de Sevilla, Álvaro de Ledesma y otros
había recibido del orfebre Diego de Medina, de Zamora. Bernaldino recibió una
orden para tratar de manera parecida con todo el oro, plata, joyas y varias
otras cosas (especificadas en un inventario enviado con la orden) que el rabino
Efraím, el judío más rico en Burgos, antes de emigrar de España, había dejado
con Isabel Osorio, la esposa de Luis Núñez Coronel, de Zamora.
No simplemente la ropa, los ornamentos y
los objetos de valor que habían sido tomados de los judíos fugitivos fueron
convertidos en dinero, sino que también las deudas que ellos habían sido
incapaces de cobrar fueron declaradas por orden de la corona decomisadas para
la tesorería estatal, y se adoptaron rigurosas medidas para cobrarlas. Varios
comerciantes en Calahorra, Burgos y otras ciudades, a saber, Alonso de Lerma,
Juan de Torres, Alonso de Salamanca, Juan Alonso de Sahagund y otros, debían
grandes sumas de dinero al rico Efraím y a Benveniste de Calahorra, el cual en
el momento de la expulsión era un habitante de Burgos. A García de Herrera, un
funcionario de la casa Real, le ordenaron cobrar esas deudas inmediatamente,
así como todas las otras deudas por cobrar que los judíos habían dejado dentro
del territorio de Burgos, o al menos tales de estas reclamaciones que no habían
sido pagadas ya al corregidor García Cortés. De manera parecida se ordenó que
Luis Núñez Coronel pagara a Bernaldino de Lerma, sin oposición o tardanza, los
4.850 ducados que su esposa debía por casas compradas que habían sido de los
judíos.
Los inventarios mencionados de los
artículos confiscados encontrados en manos de cristianos o en manos de
parientes marranos de los judíos desterrados nos permiten estimar aproximadamente
la riqueza de los judíos, así como la avaricia de los gobernantes españoles.
Entre las posesiones de los judíos encontramos cucharas, tazas, escudillas,
teteras, ollas, candelabros, báculos, todo de plata, y también anillos de plata
y de oro, perlas y corales, y un número sorprendentemente grande de pulseras de
plata, broches, cinturones, cadenas, hebillas, botones y cintas para el pelo
[3]. En su ilimitada avaricia el rey y la reina no solamente ordenaron que
todos los confiscados objetos de valor y la ropa de los judíos fueran vendidos,
sino también los gastados damasquinados, terciopelos, sedas, y cubiertas de
lino y envoltorios de los rollos de la Torá, y los manteles de seda usados en
las sinagogas; todo aquello fue utilizado para el equipamiento de la expedición
de Colón.
[3] La ley
prohibía a las judías llevar puestos ornamentos hechos de oro. Véase
Kayserling, Das Castilianische Gemeinde-Statut, en Jahrhuch für die Geschichte
der Juden, IV, 278, 331.
Es completamente cierto que las
medidas adoptadas por Fernando e Isabel para Soria, Zamora y Burgos también
fueron aplicadas a todas las otras ciudades y provincias en las cuales los
judíos habían vivido. De los inventarios que todavía existen podemos deducir
que solamente en dinero efectivo —en la forma de ducados, doblones, reales,
castellanos, florines, justos [4] y cruzados— al menos dos millones de
maravedíes [5] fueron tomados de los judíos desterrados. Si añadimos a eso los
beneficios de las letras de cambio confiscadas que vinieron de Portugal, las
grandes deudas debidas a los judíos solamente en Burgos que la corona cobró, y
los beneficios de los muchos artículos de oro y plata, joyas y gemas,
especificados como requisados, la suma que la tesorería estatal ganó por la
expulsión de los judíos —calculada simplemente sobre la base de los inventarios
existentes— ascendió a aproximadamente seis millones de maravedíes. Eso era más
de cuatro veces lo que fue gastado por la primera expedición de Colón. A esa
suma deben ser añadidos los dos millones que la Inquisición en Sevilla entregó
al comerciante florentino Juonato Beradi, que vivía en Sevilla y a quien se le
había confiado el equipamiento de la armada.
[4] Un justo
es una moneda de oro portuguesa que valía 600 reis; medio justo era llamado un
espadín.
[5] En el
tiempo de Fernando e Isabel, 1 marco de plata = 2.210 maravedíes; 1 ducado =
383 maravedíes; 1 doblón = 490 maravedíes.
Es imposible calcular las enormes sumas
que la Inquisición arrebató a judíos y moros, o las que la tesorería estatal
ganó por la expulsión de los judíos. ¡Pobre España! Según una orden del 23 de
Mayo de 1493, fue del dinero de los judíos que a Colón se le pagaron los diez
mil maravedíes que los monarcas españoles habían prometido como una recompensa
para el primero que divisara tierra; y el 24 de Mayo él recibió un regalo
adicional de mil doblones de la misma fuente. Como hemos indicado ya, fue
también con el oro judío que fueron pagados los gastos de su segunda
expedición.
El 28 de Mayo de 1493 Colón dejó Barcelona
para hacer los preparativos necesarios para su segundo gran viaje, y él navegó
desde Cádiz para América el 25 de Septiembre. Él fue acompañado por mil
doscientos hombres, entre quienes había, como en el caso del primer viaje,
varias personas de linaje judío. La lista de la tripulación no ha llegado hasta
nosotros.
Colón descubrió las islas de Dominica,
Marigalante, Guadalupe y Puerto Rico, y finalmente llegó a Jamaica; pero él
pronto cayó del pináculo de renombre al cual había subido tan laboriosamente.
Los hidalgos que lo acompañaron fueron decepcionados en sus expectativas; el
éxito alcanzado no era correspondiente con el gran costo del viaje que habían
hecho. Los gobernantes de España, el desconfiado Fernando y la voluble Isabel,
le retiraron a Colón su favor, hasta que finalmente él cayó en desgracia.
Aquello en parte se debió a los descubrimientos que los portugueses hicieron en
aquel tiempo.
El éxito de Colón había animado a los
portugueses a continuar sus propias exploraciones a lo largo de la costa del
sur de África, en busca de la tierra de piedras preciosas y especias y una ruta
por el océano hacia India. El plan que João II había formado para emprender un
nuevo viaje de descubrimiento, pero que su muerte le impidió ejecutar, fue
asumido por su sobrino y sucesor, Dom Manuel, poco después de su ascenso al
trono. El comandante que él designó para que se hiciera cargo de la escuadra
equipada para ese fin fue Vasco da Gama, un hombre de gran determinación,
versado en cosmografía y ciencia náutica.
Antes de enviar la flotilla, sin embargo,
el rey convocó a su astrólogo confidencial a Beja, la residencia Real, a fin de
consultar con él una vez más acerca del plan de exploración. Ese astrólogo era
Abraham Zacuto, mencionado en un capítulo precedente, quien, a consecuencia del
edicto español de expulsión del 31 de Marzo de 1492, había seguido a su anciano
profesor, el piadoso rabino Isaac Aboab, a Portugal, y se había instalado en
Lisboa. De allí en adelante él dedicó sus servicios a la tierra que, al menos
por un tiempo, lo recibió hospitalariamente a él y a sus correligionarios
españoles. Debido a su extenso conocimiento de astronomía y matemáticas, él fue
altamente estimado tanto por el rey João como por Dom Manuel. En 1494 João le
hizo un presente honorífico de diez espadines de oro, o tres mil reis; Manuel
lo designó como su astrólogo, y tuvo frecuentes conferencias con él acerca de asuntos
astronómicos y marítimos. A petición del rey Manuel, Zacuto se dedicó con mucho
celo a la elaboración de una teoría acerca de las tormentas, e indicó cómo los
barcos podrían hacer sin peligro el viaje al Cabo de Buena Esperanza y volver
en un tiempo comparativamente breve.
El rey Manuel mostró su gratitud a Zacuto,
y pidió el consejo de éste acerca de la propuesta expedición a India. El
astrólogo no ocultó al rey los grandes peligros que tendrían que ser
encontrados en un viaje a una tierra tan distante, pero dijo que, en su
opinión, aquello resultaría en el sometimiento de una gran parte de India a la
corona portuguesa. Las obras de Zacuto facilitaron materialmente la ejecución
de los grandes planes de Vasco da Gama y otros exploradores. Da Gama tenía a
Zacuto en alta estima, y antes de navegar desde Lisboa el 8 de Julio de 1497,
conferenció con él y recibió información suya en presencia de toda su
tripulación [6].
[6] Antes de
1502 Zacuto fue a Túnez, donde escribió su valiosa crónica, Jochasin. Él murió
en Esmirna alrededor del año 1515.
Durante el viaje de regreso de Da Gama a
Europa, mientras estaba en la pequeña isla de Anchediva, a sesenta millas de
Goa, un europeo alto con una larga barba blanca se acercó a su barco, en un
bote con una pequeña tripulación. Él había sido enviado por su señor Sabayo, el
gobernante musulmán de Goa, para negociar con el navegante extranjero. Dicho
visitante era un judío, el cual, según algunos cronistas, había llegado desde
Posen [en Polonia], y según otros desde Granada. Expulsados de sus casas debido
a su religión, sus padres habían emigrado a Turquía y Palestina. Desde
Alejandría, que según algunos cronistas había sido su lugar de nacimiento, él
se dirigió a través del Mar Rojo a La Meca y de allí a la India. Allí él estuvo
en cautiverio durante mucho tiempo, y más tarde fue hecho almirante (capitao
mór) por Sabayo [7].
[7] Según
Damião de Goes, Chron. de D. Manuel, parte I, cap. 44, "era judeu de Reyno
do Polonia do Cidade de Posna". Según Barros, Asia, dec. I, lib. 4, cap.
II, él nació en Alejandría. Correa, I, 125, lo llama "judeo granadi...
este judeo na tomada de Granada sendo homem mancebo desterrado"; esto no
está de acuerdo, sin embargo, con la propia declaración del judío de que antes
de la llegada de los portugueses a Goa, en 1498, él había pasado cuarenta años
en prisión. Su nombre es desconocido.
Cuando el judío llegó a los barcos
portugueses con sus flameantes banderas, él saludó a la flota en la lengua
castellana con el saludo náutico "Dios bendiga a los barcos, a los
capitanes, y a todos los marineros". Grande fue la alegría de los
portugueses de oír tan lejos de casa un lenguaje estrechamente relacionado con
su lengua materna. Grande fue también el deseo del judío de obtener noticias de
su tierra natal, que todavía le era querida. Confiando en la promesa de
seguridad completa que los portugueses le dieron, él subió a bordo de uno de
sus barcos. Allí fue recibido con señales de respeto, y los marineros
escucharon con placer sus reminiscencias. Su deseo de prolongar la conferencia
llevó a Vasco da Gama a sospechar que él era un espía. A una señal del
comandante, el judío, para su gran sorpresa, fue repentinamente agarrado y
atado de manos y pies. Después de ser desvestido, fue despiadadamente azotado
por dos sirvientes del barco. Da Gama juró por la vida de su rey que él lo
haría azotar hasta que confesara la verdad entera. Para evitar los tormentos de
la tortura él finalmente se sometió a los portugueses, y a fin de salvar su
vida, prometió permitir que él fuera bautizado. Él fue llamado Gaspar da Gama,
a partir del nombre del almirante, quien actuó como su padrino.
El marinero judío Gaspar, o, como es a
veces llamado, Gaspar de las Indias, fue llevado a Lisboa por Vasco da Gama. El
rey Manuel, que se agradó mucho del recién llegado y le gustaba conversar con
él, le dio ricos presentes en ropa, caballos y criados, y también le concedió
una carta de privilegios. Como Peschel realmente afirma, Gaspar prestó
servicios inestimables a Vasco da Gama y a varios comandantes posteriores de la
flota portuguesa. Él era un marinero de experiencia, bien versado en idiomas y
totalmente informado de todos los asuntos referentes a India.
En el año 1500 él acompañó a Pedro Álvares
Cabral en su expedición al Este. Eso él lo hizo por expreso deseo del rey, que
instruyó a Álvares Cabral para que consultara con Gaspar en todos los asuntos
importantes. Álvares lo empleó principalmente como intérprete. Espléndidamente
vestido Gaspar negoció con el rey de Melinde, con quien ya se había relacionado
cuando él estaba empleado por Sabayo. Asumiendo el vestido musulmán como un
disfraz y simulando rezar como un musulmán, él descubrió un rebelde complot de
los nativos de Calicut para masacrar a los portugueses.
Desde Calicut Álvares Cabral navegó hacia
el Sur a Cochín. Gaspar había aconsejado que él hiciera eso. El judío había
expresado la opinión de que, con vientos favorables, Cochín podría ser
alcanzado en un solo día. Él también había informado al almirante de que allí
se encontraría un mejor puerto y mucho más pimienta y otras especias que en
Calicut [8].
[8] Según
Gaspar Correa, Lendas da India, fue por seguir el consejo de Gaspar que Álvarez
Cabral descubrió la costa de Brasil.
En Cabo Verde, en su viaje a casa, Álvares
se topó con los barcos que habían sido enviados desde Portugal expresamente
para descubrir Brasil. Amerigo Vespucci, que estaba en esa flota, se dio prisa
para aprovecharse del conocimiento y la experiencia de Gaspar da Gama, el
hombre mejor informado entre los seguidores de Álvares Cabral. Gaspar le dio la
información deseada acerca de la situación y condición, la riqueza y el
comercio, de las distantes tierras que Vespucci tenía la intención de visitar.
Este último, puede ser observado incidentalmente, nunca menciona a Colón y sus
descubrimientos; él lo ignota como si nunca hubiera existido. Pero él habla de
Gaspar en términos de alta alabanza. En una de sus cartas Vespucci se refiere a
él como "un hombre digno de fe, que había viajado desde El Cairo hasta una
provincia que se denomina Malaca [en Malasia], la cual está situada en la costa
del Mar Índico... el dicho Gaspar, que sabía muchas lenguas y los nombres de
muchas provincias y ciudades. Como digo, es un hombre de mente alta, porque ha
hecho dos veces el viaje desde Portugal al Mar Índico. Él también visitó la
isla de Sumatra, y me dijo que él sabía de un gran reino en el interior de
India que era rico en oro, perlas y otras piedras preciosas" [9].
[9] F. A. de
Varnhagen, Amerigo Vespucci; Son Caractère, Ses Écrits, Sa Vie, Lima, 1865;
Humboldt, Examen Critique de l'Histoire de la Géographie, V, 82.
En el año 1502 Gaspar hizo otro viaje a la
India con una flota que fue comandada por Vasco da Gama. Él negoció con el rey
de Quiloa, que era conocido por ser astuto e ingenioso. En Cochín, unos días
más tarde, él encontró de nuevo a su esposa. Esa mujer, que era notoria por sus
conocimientos, había resistido todos los incentivos para abandonar el judaísmo.
Cuando el primer Virrey de India, Francisco de Almeida, fue a tomar posesión de
su cargo en 1505, él fue acompañado por Gaspar y, entre otros, por el hijo del
doctor Martín Pinheiro, el juez de la Corte Suprema en Lisboa. El joven
Pinheiro llevó consigo un tronco completamente lleno de rollos de la Torah, que
habían pertenecido a las sinagogas recientemente destruídas de Portugal. Él
tenía la intención de venderlas en Cochín, donde había muchos judíos y
sinagogas [10]. La esposa de Gaspar negoció la venta; por trece rollos de la
Torah Pinheiro obtuvo cuatro mil pardaos. Cuando el virrey oyó de esa
transacción, reprochó a Pinheiro con un lenguaje violento, y luego, después de
confiscar los beneficios de la venta para la tesorería estatal, inmediatamente
envió un informe de todo ese asunto a Lisboa.
[10] En
1504, cuando Isaac Abravanel escribió sus comentarios sobre el Libro de
Jeremías, él vio una carta, escrita por comerciantes portugueses que venían
desde la India con especias. En esa carta el indicó que ellos habían encontrado
a muchos judíos en aquella tierra. Abravanel, Comentarios sobre Jeremiah, cap.
3.
Gaspar volvió a Lisboa con Vasco da Gama
en 1503. El rey Manuel, que todavía lo tenía en alta estima, le confirió el
rango de cavalleiro de sua casa en reconocimiento a sus servicios.
Una relación similar a la que Gaspar tuvo
con Vasco da Gama, otro judío la tuvo con Alfonso de Albuquerque, el comandante
de la flota portuguesa y gobernador de la India. En 1510, cuando Diogo Mendes
de Vascogoncellos fue enviado por el rey de Portugal para ayudar al apremiado
Albuquerque a reconquistar Goa, él encontró un barco en el cual iban dos judíos
castellanos muy ricos. Su destino era Cananor, y allí Albuquerque fue informado
por ellos. En respuesta a sus preguntas, ellos le dieron una detallada
información acerca del reino del Preste Juan (el cual, dijeron ellos, tenía a
un almirante judío a su servicio), y acerca del Golfo Árabe, el comercio de
aquellas regiones, y varios otros asuntos. Albuquerque dio a los dos judíos
españoles muchas señales de su estima, y los indujo a abandonar el judaísmo, al
menos durante un corto tiempo. Uno de ellos se llamó a sí mismo Francisco de
Albuquerque, en honor a su patrón, a quien él lealmente sirvió como intérprete
[11]. El otro, cuyo verdadero nombre era Cufo o Hucefe, pero que se llamó
Alexander de Atayde, era un hombre muy experimentado y confiable, que conocía muchos
idiomas, y de ahí que Albuquerque lo designara como su secretario. Él llegó a
ser consejero de Albuquerque, su constante compañero, y su muy íntimo amigo; y
en la rendición de la fortaleza de Ormuz él prestó a su patrón importantes
servicios. Él disfrutó de la completa confianza del almirante, y cuando este
último, difamado por sus enemigos y desacreditado por su soberano, murió en Goa
abrumado de dolor, Hucefe a petición del rey Manuel hizo un viaje a Lisboa. Él
logró dar al rey una mejor opinión del gran héroe y estadista que había sido
difamado en la corte Real.
[11]
Albuquerque empleó como intérpretes a otros judíos que habían sido expulsados
de la península ibérica; por ejemplo, a un cierto Samuel de El Cairo. Barros,
Asia, dec. 2, lib. 7, cap. 8.
En Lisboa, Hucefe estaba en peligro de ser
despojado de su propiedad, que él siempre llevaba consigo en la forma de oro y
piedras preciosas; pero él encontró refugio en la casa de García de Noronha, el
sobrino de Albuquerque, con quien él se había relacionado en India. García lo
recibió hospitalariamente y manifestó su estima por él en presencia de la
nobleza de Lisboa. Él pronto dejó Lisboa y comenzó de su viaje de regreso a la
India. Él se dirigió a El Cairo, donde otra vez profesó abiertamente el
judaísmo.
CAPÍTULO
VIII
Caída de
Colón — Favores Reales Concedidos a Luis de Santángel — Muerte de Santángel y
de Gabriel Sánchez; Sus Descendientes — Primeros Establecimientos de Marranos
en La Española y en las Colonias Portuguesas — La Inquisición y Sus Víctimas en
las Colonias.
La recepción con la que Colón se encontró
en su vuelta a España después de su segundo viaje fue muy diferente de la que
se le había dado en Barcelona tres años antes. Las constantes quejas acerca de
su avaricia, arrogancia y crueldad habían arruinado su reputación. La reina
Isabel, que despiadadamente había ordenado que judíos y moros fueran quemados,
lo había instruído para que fuera amable e indulgente hacia los indios. Pero él
trató a los nativos cruelmente; él los acosó con fuego y espada. Por su
dominante conducta él también despertó la enemistad de Juan Rodríguez de
Fonseca, mencionado en el capítulo precedente, quien después llegó a ser el
obispo de Plasencia. En una explosión de rabia él pateó y atacó violentamente
al marrano Ximeno de Briviesca, el contable de Rodríguez de Fonseca.
Desde ahí Rodríguez se convirtió en el
mayor enemigo del explorador. Por su conducta arrogante y despiadada él también
se ganó la enemistad del médico del barco, el marrano Maestre Bernal. La
conspiración de Porras en Jamaica instigada por Bernal y por un cierto Camacho
afectó seriamente el destino del almirante. Hasta su muerte, que ocurrió el 20
de Mayo de 1506 en Valladolid, el descubridor del Nuevo Mundo tuvo que soportar
una considerable mala fortuna. Mientras estuvo en esa angustiosa situación, él
frecuentemente pidió a su antiguo benefactor Gabriel Sánchez que intercediera
con Fernando e Isabel en su nombre; él también con frecuencia pidió ayuda a
Luis de Santángel, quien había sido su ferviente partidario en el pasado.
Debido al altruísmo de Santángel, el rey
Fernando siempre permaneció como su amigo leal, y le dio muchas distinguidas
muestras de gratitud, por sus grandes servicios a la corona y al Estado. Fue
por respeto a Santángel que fue concedida la igualdad de derechos a aragoneses
y castellanos en el Nuevo Mundo. De su matrimonio con Juana, que pertenecía a
la distinguida y extensamente ramificada familia marrana De la Caballeria,
Santángel tuvo varios hijos varones y una hija, Luisa. En la primavera de 1493
Luisa se casó con Ángel de Villanueva, que fue designado después gobernador del
condado de Cerdeña [1]. El rey le dio un presente de bodas de treinta mil
sueldos, "en reconocimiento a los muchos servicios que su padre, el bien
amado consejero y escribano de ración de su casa, le había prestado y que
todavía lo hacía". La envidia debida a esa señal de distinción molestó al
tesorero Gabriel Sánchez. Él insinuó al rey que sus servicios a la corona y al
Estado eran tan grandes como los de Santángel. De ahí que su hijo Pedro, en su
matrimonio con María del Ijar, también recibió treinta mil sueldos como regalo
de bodas.
[1] Él era
un sobrino de Moisés Pazagón de Calatayud.
La señal más alta de distinción concedida
a Luis de Santángel, "en recompensa por los muchos grandes y notables
servicios que él había prestado al rey con celo incansable y con gran prontitud
y solicitud", fue un privilegio otorgado por Fernando el 30 de Mayo de
1497. Dicho privilegio lo eximía a él así como a sus hijos Fernando, Gerónimo y
Alfonso, y a su hija Luisa, junto con los hijos y herederos de aquéllos, de
toda acusación de apostasía. En ese documento la corona también les concedió la
posesión absoluta de toda propiedad personal y de bienes raíces que le
perteneciera a ellos, a sus hijos, o a sus herederos durante su vida o después
de su muerte, y que podrían ser confiscados por la Iglesia o el Estado con
motivo de cualquier acusación de apostasía. Finalmente, los sirvientes de la
Inquisición en Valencia y en otras partes fueron amonestados, so pena de pagar
una gran multa, para no molestarlos a ellos, ni a sus hijos ni a sus
descendientes.
Luis de Santángel y Gabriel Sánchez
murieron un año antes que Colón. Después del fallecimiento de Sánchez, que
ocurrió el 15 de Septiembre de 1505, el cargo de tesorero pasó a su hijo Luis,
que lo tuvo hasta su muerte el 4 de Diciembre de 1530. El 30 de Enero de 1506
el rey Fernando designó como sucesores de Luis de Santángel a su hijo Fernando
y a su pariente Jaime de Santángel; cada uno debía tener un salario de 8.000
sueldos y los gajes y emolumentos acostumbrados. Las designaciones fueron
confirmadas el 24 de Julio de 1512. Poco después de la muerte del rey, sin
embargo, Fernando fue privado de su cargo, y Pedro Celdrán fue designado
escribano de ración. Por esa razón Fernando de Santángel se sintió obligado a
defender sus derechos ante la Justitia, la Corte Suprema de Aragón.
En ese entonces el jurista Luis de
Santángel, quien había sido designado diputado del Zalmedina para el año 1492,
con todos los honores y derechos anexos a aquella posición, era el
representante de la Justitia de Aragón, y Salvador de Santángel, de Zaragoza,
era el concejal. En 1517 el tribunal aragonés decidió a favor de Fernando. Con
Miguel Luis de Santángel, quien en 1586 era un distinguido profesor de leyes y
un concejal de Zaragoza, los Santángel desaparecen de la historia de España.
Aquel país siempre apreciará y honrará la memoria de Luis de Santángel, el
orgullo de aquella familia y el prominente promotor del descubrimiento de
América.
Desde el comienzo, Colón dio a las tierras
recién descubiertas un color decididamente religioso o eclesiástico. Ellas
habían sido descubiertas para la gloria del cristianismo y para la propagación
del catolicismo, y de ahí que él deseaba que ellas debieran ser habitadas
exclusivamente por católicos. A moros y judíos no debía permitírseles
establecerse allí; incluso los marranos, incluyendo a aquellos que habían sido
perseguidos y castigados por la Inquisición, les estaba prohibido emigrar al
Nuevo Mundo. Sin embargo, la primera persona que obtuvo el permiso del rey para
llevar a cabo comercio con las tierras recién descubiertas fue Juan Sánchez de
Zaragoza, un judío secreto, la lealtad de cuyo padre a su fe ancestral le había
costado su vida. Él vivía en Sevilla, y era un sobrino del tesorero Gabriel
Sánchez; de ahí también que fuera con frecuencia llamado "Juan Sánchez de
la Tesoreria". En el año 1502 él recibió permiso de Isabel para llevar
cinco carabelas cargadas con trigo, cebada, caballos y otros artículos a La
Española sin pagar impuestos. Dos años más tarde, el 17 de Noviembre de 1504,
cuando la reina estaba muy enferma en Medina del Campo [moriría el día 26],
Fernando permitió que él exportara mercaderías y artículos a La Española, y que
los vendiera o cambiara por los productos de aquella tierra. Ese favor fue
concedido a cambio de ciertos "buenos servicios" que él había prestado
a la corona, y en el entendido de que tales servicios debían continuar en el
futuro.
A pesar de las rigurosas leyes que
prohibían la emigración, grandes cantidades de españoles y portugueses
fugitivos de las infernales llamas de los Autos de Fe —nobles, hombres de
conocimiento, médicos y comerciantes prósperos— pronto se instalaron en La
Española y en las otras islas de las Indias. Ellos cultivaron la tierra,
practicaron el comercio, promovieron la industria [2], y llenaron los cargos
públicos. De ahí que ya en 1511 la reina Juana I de España se viese obligada a
adoptar medidas contra los judíos secretos, "los hijos y nietos de los
quemados", que tenían cargos públicos. Cada judío secreto que, sin el
permiso de la corona, estuviera en posesión de tal cargo, debía perderlo, y
debía ser, además, castigado con la confiscación de su propiedad [véase anexo
al final]. Ese decreto también introdujo la Inquisición española en las tierras
recientemente descubiertas, y se le dio una amplia área de competencia a su
impía actividad. Una de las primeras víctimas del Santo Oficio en La Española
fue Diego Caballero de Barrameda, cuya madre y también su padre (Juan
Caballero), según la declaración de dos testigos, habían sido perseguidos y
condenados por la Inquisición en España.
[2] Los
judíos expulsados de Portugal primero introdujeron en América el cultivo del
azúcar desde la isla de Madera. Antonio de Capmany y de Montpalau, Memorias
Históricas sobre la Marina, Comercio y Artes de Barcelona, Madrid, 1779, II, 43.
Muchos judíos secretos de España y
Portugal también pronto se instalaron en las Indias portuguesas, especialmente
en Brasil. Ellos se dispersaron a lo largo de toda la costa de las colonias
portuguesas, y llevaron a cabo un extenso comercio de piedras preciosas con
Venecia, Turquía y otros países. Tan pronto como ellos se sintieron seguros, se
sacaron la máscara de disimulación y profesaron abiertamente el judaísmo. De
ahí que no sea extraño que, tal como en la madre patria —en Lisboa, Évora y Coimbra—,
también en Goa, la metrópolis del dominio portugués en la India, fuera
establecida la Inquisición, con jurisdicción sobre las posesiones portuguesas
en Asia y África hasta el Cabo de Buena Esperanza.
Para impedir la emigración de marranos a
las Indias, el rey, o mejor dicho el regente, el cardenal Enrique [rey Enrique
I], publicó un edicto el 30 de Junio de 1567, que les prohibía severamente
salir de Portugal sin el permiso especial de la corona; cualquier marrano, sin
embargo, podía abandonar el reino a condición de que él dejara una garantía de
por al menos quinientos cruzados, que debían pasar al Estado si él no volvía
dentro de un año. Como esa ley no impidió a los judíos secretos emigrar a las
Indias para evitar las opresiones del Santo Oficio, un edicto similar pero más
riguroso del 15 de Marzo de 1568 decretó que las personas que infringían esa
ley deberían perder toda su propiedad; una mitad debía ser dada al informante,
y la otra mitad a la tesorería estatal.
Los capitanes de barcos recibieron órdenes
estrictas de encarcelar a todos los marranos encontrados en cualquier nave que
saliera hacia las Indias, y entregarlos al gobernador general. Dicha
prohibición de emigrar no fue rescindida sino hasta que los judíos y marranos
en las colonias ofrecieron pagar al Estado la enorme suma de 1.700.000
cruzados, con la nueva ley del 21 de Mayo de 1577. Esa ley les permitió
libertad de residencia y de comercio; en el futuro, nadie debía llamarlos
judíos, cristianos nuevos o marranos.
No obstante las grandes sumas de dinero
que ellos pagaron por el derecho de residir en las colonias, las persecuciones
de la Inquisición continuaron, y de ahí que los judíos en las Indias pronto
llegaron a ser una fuente de seria perturbación para el gobierno portugués.
Ellos hicieron causa común con los holandeses, que estaban en ese entonces
luchando por su libertad, y ellos les dieron ayuda financiera y de otro tipo.
En su entusiasta amor por la libertad los judíos incluso equiparon barcos
expresamente para los holandeses. Una carta del rey Felipe II a Martín Alfonso
de Castro, el virrey de las Indias, declara que dos cristianos nuevos en
Colombo [en Ceilán] estaban en activa correspondencia con los holandeses, y que
cuatro o cinco judíos en Malaca [en Malasia] estaban dando información definida
a aquéllos acerca de los planes militares de los portugueses. Los marranos de
las Indias enviaron considerables provisiones a los judíos españoles y
portugueses que estaban en Hamburgo y Aleppo [en Siria], los cuales, por su
parte, las enviaban a Holanda y Zelanda [en los Países Bajos].
Tan pronto como el gobierno portugués oyó
de esas transacciones, al virrey de las Indias [Orientales] se le ordenó
adoptar rigurosas medidas contra los cristianos nuevos que estaban de esa
manera aliados con los holandeses. La ley del 15 de Marzo de 1568 fue renovada,
y los capitanes de barcos recibieron instrucciones perentorias para confiscar
para la tesorería estatal toda la propiedad de los cristianos nuevos que fueran
encontrados en sus buques, y enviarlos de vuelta a Portugal. Si ningún barco
resultara estar listo para volver a Portugal, esos cristianos nuevos debían ser
llevados a Goa, y debían ser allí retenidos en la prisión por la Inquisición
hasta que algún barco se dispusiese a salir para la madre patria. La
Inquisición debía tratar en una manera similar con los judíos y cristianos
nuevos que se habían establecido ya en las colonias; varios de ellos debían ser
devueltos anualmente a Portugal, y así las Indias debían ser gradualmente
purgadas.
Después de la muerte del rey-cardenal
Enrique I en 1580, Felipe II de España, en su avaricia de nuevas adquisiciones
de territorio, también puso a Portugal bajo su control. No simplemente Portugal
fue añadido a España, sino que también las Indias del Este fueron unidas a las
Indias occidentales; Asia así como América cayeron bajo el dominio de Felipe
II. España estaba entonces en el cenit de su poder.
Felipe II era el hijo de una hija del rey
portugués Don Manuel, y era un nieto de aquel hermoso Felipe cuya infidelidad
causó la locura de su esposa Juana, una hija de Isabel la Católica. Bajo esa
melancólica y tiránica monarca la Inquisición renovó su nefasta actividad en
América. Los tribunales del Santo Oficio fueron establecidos en Perú, en Lima,
y judíos y marranos fueron entregados a las llamas.
Entre las primeras víctimas de la
Inquisición en Lima estuvo el médico Juan Álvarez de Zafra; él fue quemado
públicamente como un adherente del judaísmo, junto con su esposa, sus hijos y
su sobrino Alonso Álvarez. Unos años más tarde Manuel López, de Yelves en
Portugal, también llamado Luis Coronado, encontró el mismo destino. Él confesó
francamente que él era un judío, y no hizo ninguna tentativa de ocultar el
hecho de que él y sus correligionarios habían observado la ley mosaica y habían
realizado servicios religiosos en su casa. Duarte Núñez de Cea, un mercader de
cuarenta y un años de edad, también murió por su religión. Antes de subir a la
pira funeraria él admitió que había vivido como un judío, observando los
preceptos del judaísmo, y que era su simple deseo morir como un judío, como sus
antepasados lo habían hecho. Su ejemplo de lealtad religiosa fue seguido por el
docto médico Álvaro Núñez de Braganza, que vivía en La Plata, y por Diego Núñez
de Silva y Diego Rodríguez de Silveyra, de Perú. Los recién llegados de
Portugal fueron perseguidos con particular rigor. Durante un día, catorce de
tales inmigrantes fueron arrestados por orden del rey, y su propiedad fue
confiscada [3]. En el caso del rey Felipe y sus sucesores en el trono español
—como en el caso de sus antepasados Fernando e Isabel— el fanatismo tenía su
raíz en los intereses materiales del Estado.
[3] José
Toribio Medina, Historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en Lima,
Santiago, 1887.
A pesar de tales persecuciones, miles de
judíos secretos huyeron, durante los siglos XVI y XVII, desde la península
ibérica a las Indias, y especialmente a América, el Nuevo Mundo, que no era
simplemente una tierra rica en minas de oro y de plata sino también la tierra
donde la luz de la libertad primero brilló sobre los adherentes del judaísmo.–
ANEXO
LA REINA JUANA Y LOS MARRANOS DE LA ESPAÑOLA (1511)
[Archivo de
Indias, lib. I, fol. I20; Colección de Documentos Inéditos.
Seg. seria
(Madrid, 1890), V. 307 sq.]
Doña Juana por las gracias de Dios Reyna
de Castilla, [de Toledo, de León, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de
Murcia, de Jaén, del Algarve, de Algeciras, de Gibraltar, de las Islas
Canarias], de las Yndias yslas e tierra firme del mar oceano [y Señora de
Vizcaya y de Molina].
Por quanto yo he seydo ynformada que en la
ysla Española y las otras yslas yndias e tierra firme del Mar Oceano se an
pasado [y] se pasan destas partes muchos yjos e nyetos de quemados a causa de
les estar proyvido e bedado por leyes e premáticas destos Reynos que no puedan
tener ny usar nyngunos oficios Reales ny públicos por los poder aver y usar
allá deziendo no estenderse en esas dichas yslas e tierra firme la dicha
premática e provycion e vedamiento, e porque muy merced e voluntad es por lo
que a mí toca et atañe que tan bien se estiendan y entiendan allá lo suso dicho
et que agora ny de aqui adelante tanto quanto mi merced e voluntad fuere
nyngund fijo ny nyeto de quemado no pueda thener ny usar en las dichas yndias e
tierra firme nyngund oficio real ny público visto por algunos del dicho my
consejo fue acordado que devya mandar dar otra mi carta de la dicha Razon la
qual quiero que valga por premática asi como sy fuese fecha e promulgada en
cartes por la qual espresamente defiende que agora ny de aqui adelante tanto
quanto my merced e voluntad fuere por lo que a mí toca que nyngunos nyn algunos
nyetos ny fijos de quemados no puedan thener ny thengan ny usen ny exerciten
por sy por ninguna via directa ny yndirecta nyngunos oficios Reales nyn
públicos ny concejales ny otros algunos que les sean proyvidos e vedados por
leyes e premáticas destos Reynos en esa dicha ysla española ny en las otras
yslas e tierra firme del Mar Oceano so pena que los que tovyesen e usen sin
tener avilitacion de nos para ello por la primera vez caygan e yncurran en pena
de perdimiento de los tales oficios, e por la segunda pierda los dichos oficios
que toviere e mas la meytad de sus bienes, e por la tercera pierda los dichos
oficios que asi toviere e mas todos sus bienes para la camara e fisco del Rey
mi señor e padre e mya, e que podamos fazer merced de los tales oficios e
bienes a quien nuestra merced e voluntad fuere, e por esta mi carta mando a los
nuestro governador visorrey y capitanes e otras justicias qualesquiera que
agora son o fueran delas dichas yndias que esecutan e fagan esecutar las dichas
penas en las tales personas e oficios e sus bienes que fueren fijos e nyetos de
quemados luego que a su noticia venieren e tovieren ynformacion bastante que
los que ansi tovieren los tales oficios Reales Publicos concejiles son fijos o
nyetos de quemados como dicho es, e porque lo suso dicho sea notorio e dello
nynguno pueda pretender ygnorancia mando questa mi cedula sea pregonada por las
plaças e mercados e otros lugares e partes acostumbrados desas dichas yslas
yndias por pregonero e ante escrivano público.
Dada de Burgos a cinco dias del mes de
octubre año del nascimiento del nuestro señor de mill e quinientos e honze
años.
Yo el Rey.–
SHALOM A TODOS
ATENTAMENTE RICARDO ANDRES PARRA RUBI
MALKIYEL BEN ABRAHAM