CRISTÓBAL COLÓN Y LA CONTRIBUCIÓN DE LOS JUDÍOS EN EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA

CRISTÓBAL COLÓN Y LOS JUDÍOS PARTE 3 DE 3



     En esta tercera y última parte del libro del rabino e historiador Meyer Kayserling “Cristóbal Colón y la Participación de los Judíos en los Descubrimientos Españoles y Portugueses” escrito en 1894, veremos los capítulos finales 7 y 8, en los cuales el autor narra de cómo los bienes de los judíos expulsados de España ayudaron a financiar la segunda expedición de Colón, de los descubrimientos que realizaron los navegantes portugueses, de los "marranos" en el Nuevo Mundo y en otras partes, y de la labor de la Inquisición.

Todo este libro, cuyo eje son siempre los judíos en distintos escenarios históricos, deja sin embargo un acopio de datos no comúnmente hallables en la información más corriente, que complementan lo que se sabe de cómo se tejieron algunos acontecimientos, en la interpretación de este leído rabí, información que muchos han aprovechado desde su publicación.


CRISTÓBAL COLÓN Y LA PARTICIPACIÓN DE LOS JUDÍOS EN LOS DESCUBRIMIENTOS ESPAÑOLES Y PORTUGUESES POR MEYER KAYSERLING 1894


CAPÍTULO VII

Regreso de Colón — Sus Cartas a Santángel y Sánchez — Preparativos para la Segunda Expedición; el Dinero de los Judíos Utilizado — El Segundo Viaje — Descubrimientos Portugueses — Vasco da Gama y Abraham Zacuto — Gaspar da Gama — Francisco de Albuquerque y Hucefe, o Alexander de Atayde.


     Encantado por el éxito de su expedición y con los grandes tesoros de oro, plata y especias que había encontrado, Colón comenzó su viaje de regreso en Enero de 1493. Él agradecidamente recordó que Luis de Santángel le había proporcionado los medios para emprender su viaje, y de ahí que él consideró como su deber enviar a Santángel las primeras buenas nuevas de su éxito, un detallado relato de su viaje y descubrimientos. Esa carta fue escrita en castellano cerca de las Azores o las Canarias el 15 de Febrero de 1493. En ella Colón habla del gran triunfo que Dios le había concedido, y declaró que él y la armada que el monarca español había colocado a su disposición habían alcanzado las Indias en veintitrés días, y que había descubierto allí muchas islas habitadas. Él hizo un informe similar al tesorero Gabriel Sánchez. Santángel y Sánchez inmediatamente hicieron llegar esas cartas al rey y a la reina, quienes entonces estaban residiendo en Barcelona, y poco después sus majestades recibieron al explorador con mucha ceremonia.

     Las noticias de los descubrimientos se difundieron rápidamente por la mayor parte de Europa [1]. Gabriel Sánchez dio una copia de la carta de Colón a un librero en Barcelona, el cual la hizo imprimir en letras góticas; dentro de un año dos ediciones fueron publicadas. Leandro de Cosco preparó una traducción latina, de la cual cuatro ediciones fueron impresas en el primer año, 1493. En años recientes diversas traducciones inglesas e italianas de esas cartas han sido publicadas. Ellas siempre formarán el monumento conmemorativo más notable de la historia americana.

[1] Colón y los descubrimientos españoles tempranamente llamaron la atención de escritores judíos. El primero de ellos que menciona el asunto es Abraham Farisol de Aviñón, quien, cuando tenía diecinueve años de edad, se instaló en Mantua, y de allí emigró a Ferrara. Los relatos de los descubrimientos de Colón que fueron primero publicados en Vicenza, en 1507, en una colección de viajes al Nuevo Mundo, sirvieron como la base del trabajo de Farisol titulado Carta acerca de los Estilos de Vida, escrita en hebreo en Noviembre de 1524, y primeramente publicada en Venecia en 1587. Ese trabajo, que es una especie de tratado general sobre geografía, da algunas breves noticias acerca de América, y llama al descubridor "Cristofol Colombo, un genovés".

     Dicho tema fue estudiado más a fondo por Joseph Cohen, un hijo de exiliados españoles, que nació en Aviñón en 1495. Él fue educado en Génova, donde ejerció como médico hasta 1550, cuando él y sus correligionarios fueron desterrados de aquella ciudad. Él fue a Voltaggio, y luego se estableció en Castelletto Monferrato. Él tenía ochenta años cuando murió. Tradujo al hebreo la Historia General de las Indias de Francisco López de Gómara, que apareció en 1535, la segunda parte de la cual contiene La Conquista de México y de la Nueva España. La traducción hebrea en dos libros, que fue completada en 1557, existe sólo en manuscrito. Cohen también habla de los descubrimientos portugueses y españoles en su tratado hebreo titulado Libro de la Crónica de los Reyes de Francia y de los Grandes Duques Otomanos, que primero apareció en Venecia en 1553 ó 1554. Cohen atribuye el descubrimiento de América a Amerigo Vespucci.

     A fin de protegerse contra los celos de Portugal, y de asegurar para España las tierras descubiertas por Colón así como aquellas que éste pudiera descubrir en el futuro, el astuto Fernando apeló al Papa por ayuda. En ese entonces el trono papal era ocupado por el aragonés Alejandro VI. La única cosa buena que puede ser dicha de él es que trató a los judíos magnánimamente; él, de hecho, era comúnmente llamado "el marrano" o "el judío". Aunque él no fuera un amigo de Fernando, publicó su famosa Bula de Demarcación el 3 de Mayo de 1493, que pretendía impedir futuras peleas entre España y Portugal en cuanto a la posesión del territorio recién descubierto. Esa concesión fue concedida a España para todo tiempo futuro, a condición de que sus gobernantes se esforzaran por propagar la fe católica en las tierras recién descubiertas [2].

[2] Dicha concesión fue modificada posteriormente por el Tratado de Tordesillas de 1494.

     Mientras Colón estaba aún en Barcelona, se hicieron rápidos preparativos para su segundo viaje. Fernando no carecía ahora de medios. Según su propia declaración, él había averiguado que los judíos, expulsados de su reino "para el honor y la gloria de Dios", habían dejado dinero o su equivalente en propiedades personales e inmuebles, así como muchas deudas que ellos habían sido incapaces de cobrar. Según una orden Real del 23 de Noviembre de 1492, las autoridades debían confiscar para la tesorería estatal toda la propiedad que había pertenecido a los judíos, incluída la que los cristianos habían tomado de ellos o de la que se habían apropiado ilegalmente o mediante la violencia.

     El 23 de Mayo de 1493 al almirante de las islas recién descubiertas y a Juan Rodríguez de Fonseca, el arcediano de Sevilla, que supervisaba el equipamiento de la flota de parte de la corona, les ordenaron ir a Sevilla y Cádiz para asegurar tales barcos, marineros y las provisiones que fueran necesarias para la segunda expedición. Aquel mismo día Fernando e Isabel firmaron un gran número de órdenes para funcionarios Reales en Soria, Zamora, Burgos y muchas otras ciudades, instruyéndolos para que aseguraran la posesión inmediata de todo el dinero, metales preciosos, utensilios de oro y de plata, joyas, piedras preciosas y todo lo demás que había sido tomado de los judíos que habían sido expulsados de España o que habían emigrado a Portugal, y todo lo que esos judíos habían confiado para su depósito a parientes marranos o amigos, y todas las posesiones judías que los cristianos habían encontrado o de las que se habían apropiado ilegalmente. A los funcionarios Reales también se les ordenó convertir toda esa propiedad en dinero contante y entregarlo al tesorero Francisco Pinelo en Sevilla, para solventar los gastos de la segunda expedición de Colón.

     La corona, de esa manera, se apropió de las grandes sumas de dinero que habían sido tomadas de los judíos desterrados. Por ejemplo, varias letras de cambio que Juan Bran, un judío que había huído a Portugal, debía pagar a Antonio de Castro, de Toledo, a Julián Catanes y Bernaldo Pinolo, fueron encontradas en posesión de varios comerciantes, y fueron confiscadas por la corona. Los beneficios, 4.120 ducados en oro, fueron depositados en el monasterio de Las Cuevas por De la Torre, un funcionario de la tesorería Real. El 23 de Mayo de 1493 el rey y la reina solicitaron que el conde de Cifuentes tomara el dinero del monasterio inmediatamente y lo hiciera transferir a salvo al tesorero Pinelo, a fin de que él pudiera usarlo para el equipamiento de la flota que debía ser enviada a las Indias. Juan de Ocampo, el alcaide de Orueña, tenía en su posesión oro, ornamentos, ropa y otros artículos dejados por un judío que había huído a Portugal. Un detallado inventario de esa propiedad, preparado por el secretario Real Fernando Álvarez de Toledo y firmado por otros funcionarios Reales, fue enviado al conde Alonso, un pariente de Fernando e Isabel; a él se le instruyó para que se hiciera cargo de los artículos, los vendiera, y entregara los beneficios, hacia fines de Junio o como máximo el 10 de Julio, a Pinelo, para ayudar a pagar los gastos de la armada que debía ser equipada "para el descubrimiento de las islas y continentes en el océano".

     De manera similar y para el mismo propósito a Bernaldino de Lerma le ordenaron transferir a Pinelo el equivalente en efectivo del dinero, objetos de valor, ropa y otros artículos que pertenecían a los judíos desterrados que el administrador del rey, Juan de Soria, la esposa de Diego Guiral, Antonio Gómez de Sevilla, Álvaro de Ledesma y otros había recibido del orfebre Diego de Medina, de Zamora. Bernaldino recibió una orden para tratar de manera parecida con todo el oro, plata, joyas y varias otras cosas (especificadas en un inventario enviado con la orden) que el rabino Efraím, el judío más rico en Burgos, antes de emigrar de España, había dejado con Isabel Osorio, la esposa de Luis Núñez Coronel, de Zamora.

     No simplemente la ropa, los ornamentos y los objetos de valor que habían sido tomados de los judíos fugitivos fueron convertidos en dinero, sino que también las deudas que ellos habían sido incapaces de cobrar fueron declaradas por orden de la corona decomisadas para la tesorería estatal, y se adoptaron rigurosas medidas para cobrarlas. Varios comerciantes en Calahorra, Burgos y otras ciudades, a saber, Alonso de Lerma, Juan de Torres, Alonso de Salamanca, Juan Alonso de Sahagund y otros, debían grandes sumas de dinero al rico Efraím y a Benveniste de Calahorra, el cual en el momento de la expulsión era un habitante de Burgos. A García de Herrera, un funcionario de la casa Real, le ordenaron cobrar esas deudas inmediatamente, así como todas las otras deudas por cobrar que los judíos habían dejado dentro del territorio de Burgos, o al menos tales de estas reclamaciones que no habían sido pagadas ya al corregidor García Cortés. De manera parecida se ordenó que Luis Núñez Coronel pagara a Bernaldino de Lerma, sin oposición o tardanza, los 4.850 ducados que su esposa debía por casas compradas que habían sido de los judíos.

     Los inventarios mencionados de los artículos confiscados encontrados en manos de cristianos o en manos de parientes marranos de los judíos desterrados nos permiten estimar aproximadamente la riqueza de los judíos, así como la avaricia de los gobernantes españoles. Entre las posesiones de los judíos encontramos cucharas, tazas, escudillas, teteras, ollas, candelabros, báculos, todo de plata, y también anillos de plata y de oro, perlas y corales, y un número sorprendentemente grande de pulseras de plata, broches, cinturones, cadenas, hebillas, botones y cintas para el pelo [3]. En su ilimitada avaricia el rey y la reina no solamente ordenaron que todos los confiscados objetos de valor y la ropa de los judíos fueran vendidos, sino también los gastados damasquinados, terciopelos, sedas, y cubiertas de lino y envoltorios de los rollos de la Torá, y los manteles de seda usados en las sinagogas; todo aquello fue utilizado para el equipamiento de la expedición de Colón.

[3] La ley prohibía a las judías llevar puestos ornamentos hechos de oro. Véase Kayserling, Das Castilianische Gemeinde-Statut, en Jahrhuch für die Geschichte der Juden, IV, 278, 331.

     Es completamente cierto que las medidas adoptadas por Fernando e Isabel para Soria, Zamora y Burgos también fueron aplicadas a todas las otras ciudades y provincias en las cuales los judíos habían vivido. De los inventarios que todavía existen podemos deducir que solamente en dinero efectivo —en la forma de ducados, doblones, reales, castellanos, florines, justos [4] y cruzados— al menos dos millones de maravedíes [5] fueron tomados de los judíos desterrados. Si añadimos a eso los beneficios de las letras de cambio confiscadas que vinieron de Portugal, las grandes deudas debidas a los judíos solamente en Burgos que la corona cobró, y los beneficios de los muchos artículos de oro y plata, joyas y gemas, especificados como requisados, la suma que la tesorería estatal ganó por la expulsión de los judíos —calculada simplemente sobre la base de los inventarios existentes— ascendió a aproximadamente seis millones de maravedíes. Eso era más de cuatro veces lo que fue gastado por la primera expedición de Colón. A esa suma deben ser añadidos los dos millones que la Inquisición en Sevilla entregó al comerciante florentino Juonato Beradi, que vivía en Sevilla y a quien se le había confiado el equipamiento de la armada.

[4] Un justo es una moneda de oro portuguesa que valía 600 reis; medio justo era llamado un espadín.
[5] En el tiempo de Fernando e Isabel, 1 marco de plata = 2.210 maravedíes; 1 ducado = 383 maravedíes; 1 doblón = 490 maravedíes.

     Es imposible calcular las enormes sumas que la Inquisición arrebató a judíos y moros, o las que la tesorería estatal ganó por la expulsión de los judíos. ¡Pobre España! Según una orden del 23 de Mayo de 1493, fue del dinero de los judíos que a Colón se le pagaron los diez mil maravedíes que los monarcas españoles habían prometido como una recompensa para el primero que divisara tierra; y el 24 de Mayo él recibió un regalo adicional de mil doblones de la misma fuente. Como hemos indicado ya, fue también con el oro judío que fueron pagados los gastos de su segunda expedición.

     El 28 de Mayo de 1493 Colón dejó Barcelona para hacer los preparativos necesarios para su segundo gran viaje, y él navegó desde Cádiz para América el 25 de Septiembre. Él fue acompañado por mil doscientos hombres, entre quienes había, como en el caso del primer viaje, varias personas de linaje judío. La lista de la tripulación no ha llegado hasta nosotros.



     Colón descubrió las islas de Dominica, Marigalante, Guadalupe y Puerto Rico, y finalmente llegó a Jamaica; pero él pronto cayó del pináculo de renombre al cual había subido tan laboriosamente. Los hidalgos que lo acompañaron fueron decepcionados en sus expectativas; el éxito alcanzado no era correspondiente con el gran costo del viaje que habían hecho. Los gobernantes de España, el desconfiado Fernando y la voluble Isabel, le retiraron a Colón su favor, hasta que finalmente él cayó en desgracia. Aquello en parte se debió a los descubrimientos que los portugueses hicieron en aquel tiempo.

     El éxito de Colón había animado a los portugueses a continuar sus propias exploraciones a lo largo de la costa del sur de África, en busca de la tierra de piedras preciosas y especias y una ruta por el océano hacia India. El plan que João II había formado para emprender un nuevo viaje de descubrimiento, pero que su muerte le impidió ejecutar, fue asumido por su sobrino y sucesor, Dom Manuel, poco después de su ascenso al trono. El comandante que él designó para que se hiciera cargo de la escuadra equipada para ese fin fue Vasco da Gama, un hombre de gran determinación, versado en cosmografía y ciencia náutica.

     Antes de enviar la flotilla, sin embargo, el rey convocó a su astrólogo confidencial a Beja, la residencia Real, a fin de consultar con él una vez más acerca del plan de exploración. Ese astrólogo era Abraham Zacuto, mencionado en un capítulo precedente, quien, a consecuencia del edicto español de expulsión del 31 de Marzo de 1492, había seguido a su anciano profesor, el piadoso rabino Isaac Aboab, a Portugal, y se había instalado en Lisboa. De allí en adelante él dedicó sus servicios a la tierra que, al menos por un tiempo, lo recibió hospitalariamente a él y a sus correligionarios españoles. Debido a su extenso conocimiento de astronomía y matemáticas, él fue altamente estimado tanto por el rey João como por Dom Manuel. En 1494 João le hizo un presente honorífico de diez espadines de oro, o tres mil reis; Manuel lo designó como su astrólogo, y tuvo frecuentes conferencias con él acerca de asuntos astronómicos y marítimos. A petición del rey Manuel, Zacuto se dedicó con mucho celo a la elaboración de una teoría acerca de las tormentas, e indicó cómo los barcos podrían hacer sin peligro el viaje al Cabo de Buena Esperanza y volver en un tiempo comparativamente breve.

     El rey Manuel mostró su gratitud a Zacuto, y pidió el consejo de éste acerca de la propuesta expedición a India. El astrólogo no ocultó al rey los grandes peligros que tendrían que ser encontrados en un viaje a una tierra tan distante, pero dijo que, en su opinión, aquello resultaría en el sometimiento de una gran parte de India a la corona portuguesa. Las obras de Zacuto facilitaron materialmente la ejecución de los grandes planes de Vasco da Gama y otros exploradores. Da Gama tenía a Zacuto en alta estima, y antes de navegar desde Lisboa el 8 de Julio de 1497, conferenció con él y recibió información suya en presencia de toda su tripulación [6].

[6] Antes de 1502 Zacuto fue a Túnez, donde escribió su valiosa crónica, Jochasin. Él murió en Esmirna alrededor del año 1515.

     Durante el viaje de regreso de Da Gama a Europa, mientras estaba en la pequeña isla de Anchediva, a sesenta millas de Goa, un europeo alto con una larga barba blanca se acercó a su barco, en un bote con una pequeña tripulación. Él había sido enviado por su señor Sabayo, el gobernante musulmán de Goa, para negociar con el navegante extranjero. Dicho visitante era un judío, el cual, según algunos cronistas, había llegado desde Posen [en Polonia], y según otros desde Granada. Expulsados de sus casas debido a su religión, sus padres habían emigrado a Turquía y Palestina. Desde Alejandría, que según algunos cronistas había sido su lugar de nacimiento, él se dirigió a través del Mar Rojo a La Meca y de allí a la India. Allí él estuvo en cautiverio durante mucho tiempo, y más tarde fue hecho almirante (capitao mór) por Sabayo [7].

[7] Según Damião de Goes, Chron. de D. Manuel, parte I, cap. 44, "era judeu de Reyno do Polonia do Cidade de Posna". Según Barros, Asia, dec. I, lib. 4, cap. II, él nació en Alejandría. Correa, I, 125, lo llama "judeo granadi... este judeo na tomada de Granada sendo homem mancebo desterrado"; esto no está de acuerdo, sin embargo, con la propia declaración del judío de que antes de la llegada de los portugueses a Goa, en 1498, él había pasado cuarenta años en prisión. Su nombre es desconocido.

     Cuando el judío llegó a los barcos portugueses con sus flameantes banderas, él saludó a la flota en la lengua castellana con el saludo náutico "Dios bendiga a los barcos, a los capitanes, y a todos los marineros". Grande fue la alegría de los portugueses de oír tan lejos de casa un lenguaje estrechamente relacionado con su lengua materna. Grande fue también el deseo del judío de obtener noticias de su tierra natal, que todavía le era querida. Confiando en la promesa de seguridad completa que los portugueses le dieron, él subió a bordo de uno de sus barcos. Allí fue recibido con señales de respeto, y los marineros escucharon con placer sus reminiscencias. Su deseo de prolongar la conferencia llevó a Vasco da Gama a sospechar que él era un espía. A una señal del comandante, el judío, para su gran sorpresa, fue repentinamente agarrado y atado de manos y pies. Después de ser desvestido, fue despiadadamente azotado por dos sirvientes del barco. Da Gama juró por la vida de su rey que él lo haría azotar hasta que confesara la verdad entera. Para evitar los tormentos de la tortura él finalmente se sometió a los portugueses, y a fin de salvar su vida, prometió permitir que él fuera bautizado. Él fue llamado Gaspar da Gama, a partir del nombre del almirante, quien actuó como su padrino.

     El marinero judío Gaspar, o, como es a veces llamado, Gaspar de las Indias, fue llevado a Lisboa por Vasco da Gama. El rey Manuel, que se agradó mucho del recién llegado y le gustaba conversar con él, le dio ricos presentes en ropa, caballos y criados, y también le concedió una carta de privilegios. Como Peschel realmente afirma, Gaspar prestó servicios inestimables a Vasco da Gama y a varios comandantes posteriores de la flota portuguesa. Él era un marinero de experiencia, bien versado en idiomas y totalmente informado de todos los asuntos referentes a India.

     En el año 1500 él acompañó a Pedro Álvares Cabral en su expedición al Este. Eso él lo hizo por expreso deseo del rey, que instruyó a Álvares Cabral para que consultara con Gaspar en todos los asuntos importantes. Álvares lo empleó principalmente como intérprete. Espléndidamente vestido Gaspar negoció con el rey de Melinde, con quien ya se había relacionado cuando él estaba empleado por Sabayo. Asumiendo el vestido musulmán como un disfraz y simulando rezar como un musulmán, él descubrió un rebelde complot de los nativos de Calicut para masacrar a los portugueses.

     Desde Calicut Álvares Cabral navegó hacia el Sur a Cochín. Gaspar había aconsejado que él hiciera eso. El judío había expresado la opinión de que, con vientos favorables, Cochín podría ser alcanzado en un solo día. Él también había informado al almirante de que allí se encontraría un mejor puerto y mucho más pimienta y otras especias que en Calicut [8].

[8] Según Gaspar Correa, Lendas da India, fue por seguir el consejo de Gaspar que Álvarez Cabral descubrió la costa de Brasil.

     En Cabo Verde, en su viaje a casa, Álvares se topó con los barcos que habían sido enviados desde Portugal expresamente para descubrir Brasil. Amerigo Vespucci, que estaba en esa flota, se dio prisa para aprovecharse del conocimiento y la experiencia de Gaspar da Gama, el hombre mejor informado entre los seguidores de Álvares Cabral. Gaspar le dio la información deseada acerca de la situación y condición, la riqueza y el comercio, de las distantes tierras que Vespucci tenía la intención de visitar. Este último, puede ser observado incidentalmente, nunca menciona a Colón y sus descubrimientos; él lo ignota como si nunca hubiera existido. Pero él habla de Gaspar en términos de alta alabanza. En una de sus cartas Vespucci se refiere a él como "un hombre digno de fe, que había viajado desde El Cairo hasta una provincia que se denomina Malaca [en Malasia], la cual está situada en la costa del Mar Índico... el dicho Gaspar, que sabía muchas lenguas y los nombres de muchas provincias y ciudades. Como digo, es un hombre de mente alta, porque ha hecho dos veces el viaje desde Portugal al Mar Índico. Él también visitó la isla de Sumatra, y me dijo que él sabía de un gran reino en el interior de India que era rico en oro, perlas y otras piedras preciosas" [9].

[9] F. A. de Varnhagen, Amerigo Vespucci; Son Caractère, Ses Écrits, Sa Vie, Lima, 1865; Humboldt, Examen Critique de l'Histoire de la Géographie, V, 82.

     En el año 1502 Gaspar hizo otro viaje a la India con una flota que fue comandada por Vasco da Gama. Él negoció con el rey de Quiloa, que era conocido por ser astuto e ingenioso. En Cochín, unos días más tarde, él encontró de nuevo a su esposa. Esa mujer, que era notoria por sus conocimientos, había resistido todos los incentivos para abandonar el judaísmo. Cuando el primer Virrey de India, Francisco de Almeida, fue a tomar posesión de su cargo en 1505, él fue acompañado por Gaspar y, entre otros, por el hijo del doctor Martín Pinheiro, el juez de la Corte Suprema en Lisboa. El joven Pinheiro llevó consigo un tronco completamente lleno de rollos de la Torah, que habían pertenecido a las sinagogas recientemente destruídas de Portugal. Él tenía la intención de venderlas en Cochín, donde había muchos judíos y sinagogas [10]. La esposa de Gaspar negoció la venta; por trece rollos de la Torah Pinheiro obtuvo cuatro mil pardaos. Cuando el virrey oyó de esa transacción, reprochó a Pinheiro con un lenguaje violento, y luego, después de confiscar los beneficios de la venta para la tesorería estatal, inmediatamente envió un informe de todo ese asunto a Lisboa.

[10] En 1504, cuando Isaac Abravanel escribió sus comentarios sobre el Libro de Jeremías, él vio una carta, escrita por comerciantes portugueses que venían desde la India con especias. En esa carta el indicó que ellos habían encontrado a muchos judíos en aquella tierra. Abravanel, Comentarios sobre Jeremiah, cap. 3.

     Gaspar volvió a Lisboa con Vasco da Gama en 1503. El rey Manuel, que todavía lo tenía en alta estima, le confirió el rango de cavalleiro de sua casa en reconocimiento a sus servicios.

     Una relación similar a la que Gaspar tuvo con Vasco da Gama, otro judío la tuvo con Alfonso de Albuquerque, el comandante de la flota portuguesa y gobernador de la India. En 1510, cuando Diogo Mendes de Vascogoncellos fue enviado por el rey de Portugal para ayudar al apremiado Albuquerque a reconquistar Goa, él encontró un barco en el cual iban dos judíos castellanos muy ricos. Su destino era Cananor, y allí Albuquerque fue informado por ellos. En respuesta a sus preguntas, ellos le dieron una detallada información acerca del reino del Preste Juan (el cual, dijeron ellos, tenía a un almirante judío a su servicio), y acerca del Golfo Árabe, el comercio de aquellas regiones, y varios otros asuntos. Albuquerque dio a los dos judíos españoles muchas señales de su estima, y los indujo a abandonar el judaísmo, al menos durante un corto tiempo. Uno de ellos se llamó a sí mismo Francisco de Albuquerque, en honor a su patrón, a quien él lealmente sirvió como intérprete [11]. El otro, cuyo verdadero nombre era Cufo o Hucefe, pero que se llamó Alexander de Atayde, era un hombre muy experimentado y confiable, que conocía muchos idiomas, y de ahí que Albuquerque lo designara como su secretario. Él llegó a ser consejero de Albuquerque, su constante compañero, y su muy íntimo amigo; y en la rendición de la fortaleza de Ormuz él prestó a su patrón importantes servicios. Él disfrutó de la completa confianza del almirante, y cuando este último, difamado por sus enemigos y desacreditado por su soberano, murió en Goa abrumado de dolor, Hucefe a petición del rey Manuel hizo un viaje a Lisboa. Él logró dar al rey una mejor opinión del gran héroe y estadista que había sido difamado en la corte Real.

[11] Albuquerque empleó como intérpretes a otros judíos que habían sido expulsados de la península ibérica; por ejemplo, a un cierto Samuel de El Cairo. Barros, Asia, dec. 2, lib. 7, cap. 8.



     En Lisboa, Hucefe estaba en peligro de ser despojado de su propiedad, que él siempre llevaba consigo en la forma de oro y piedras preciosas; pero él encontró refugio en la casa de García de Noronha, el sobrino de Albuquerque, con quien él se había relacionado en India. García lo recibió hospitalariamente y manifestó su estima por él en presencia de la nobleza de Lisboa. Él pronto dejó Lisboa y comenzó de su viaje de regreso a la India. Él se dirigió a El Cairo, donde otra vez profesó abiertamente el judaísmo.


CAPÍTULO VIII



Caída de Colón — Favores Reales Concedidos a Luis de Santángel — Muerte de Santángel y de Gabriel Sánchez; Sus Descendientes — Primeros Establecimientos de Marranos en La Española y en las Colonias Portuguesas — La Inquisición y Sus Víctimas en las Colonias.

     La recepción con la que Colón se encontró en su vuelta a España después de su segundo viaje fue muy diferente de la que se le había dado en Barcelona tres años antes. Las constantes quejas acerca de su avaricia, arrogancia y crueldad habían arruinado su reputación. La reina Isabel, que despiadadamente había ordenado que judíos y moros fueran quemados, lo había instruído para que fuera amable e indulgente hacia los indios. Pero él trató a los nativos cruelmente; él los acosó con fuego y espada. Por su dominante conducta él también despertó la enemistad de Juan Rodríguez de Fonseca, mencionado en el capítulo precedente, quien después llegó a ser el obispo de Plasencia. En una explosión de rabia él pateó y atacó violentamente al marrano Ximeno de Briviesca, el contable de Rodríguez de Fonseca.

     Desde ahí Rodríguez se convirtió en el mayor enemigo del explorador. Por su conducta arrogante y despiadada él también se ganó la enemistad del médico del barco, el marrano Maestre Bernal. La conspiración de Porras en Jamaica instigada por Bernal y por un cierto Camacho afectó seriamente el destino del almirante. Hasta su muerte, que ocurrió el 20 de Mayo de 1506 en Valladolid, el descubridor del Nuevo Mundo tuvo que soportar una considerable mala fortuna. Mientras estuvo en esa angustiosa situación, él frecuentemente pidió a su antiguo benefactor Gabriel Sánchez que intercediera con Fernando e Isabel en su nombre; él también con frecuencia pidió ayuda a Luis de Santángel, quien había sido su ferviente partidario en el pasado.

     Debido al altruísmo de Santángel, el rey Fernando siempre permaneció como su amigo leal, y le dio muchas distinguidas muestras de gratitud, por sus grandes servicios a la corona y al Estado. Fue por respeto a Santángel que fue concedida la igualdad de derechos a aragoneses y castellanos en el Nuevo Mundo. De su matrimonio con Juana, que pertenecía a la distinguida y extensamente ramificada familia marrana De la Caballeria, Santángel tuvo varios hijos varones y una hija, Luisa. En la primavera de 1493 Luisa se casó con Ángel de Villanueva, que fue designado después gobernador del condado de Cerdeña [1]. El rey le dio un presente de bodas de treinta mil sueldos, "en reconocimiento a los muchos servicios que su padre, el bien amado consejero y escribano de ración de su casa, le había prestado y que todavía lo hacía". La envidia debida a esa señal de distinción molestó al tesorero Gabriel Sánchez. Él insinuó al rey que sus servicios a la corona y al Estado eran tan grandes como los de Santángel. De ahí que su hijo Pedro, en su matrimonio con María del Ijar, también recibió treinta mil sueldos como regalo de bodas.

[1] Él era un sobrino de Moisés Pazagón de Calatayud.

     La señal más alta de distinción concedida a Luis de Santángel, "en recompensa por los muchos grandes y notables servicios que él había prestado al rey con celo incansable y con gran prontitud y solicitud", fue un privilegio otorgado por Fernando el 30 de Mayo de 1497. Dicho privilegio lo eximía a él así como a sus hijos Fernando, Gerónimo y Alfonso, y a su hija Luisa, junto con los hijos y herederos de aquéllos, de toda acusación de apostasía. En ese documento la corona también les concedió la posesión absoluta de toda propiedad personal y de bienes raíces que le perteneciera a ellos, a sus hijos, o a sus herederos durante su vida o después de su muerte, y que podrían ser confiscados por la Iglesia o el Estado con motivo de cualquier acusación de apostasía. Finalmente, los sirvientes de la Inquisición en Valencia y en otras partes fueron amonestados, so pena de pagar una gran multa, para no molestarlos a ellos, ni a sus hijos ni a sus descendientes.

     Luis de Santángel y Gabriel Sánchez murieron un año antes que Colón. Después del fallecimiento de Sánchez, que ocurrió el 15 de Septiembre de 1505, el cargo de tesorero pasó a su hijo Luis, que lo tuvo hasta su muerte el 4 de Diciembre de 1530. El 30 de Enero de 1506 el rey Fernando designó como sucesores de Luis de Santángel a su hijo Fernando y a su pariente Jaime de Santángel; cada uno debía tener un salario de 8.000 sueldos y los gajes y emolumentos acostumbrados. Las designaciones fueron confirmadas el 24 de Julio de 1512. Poco después de la muerte del rey, sin embargo, Fernando fue privado de su cargo, y Pedro Celdrán fue designado escribano de ración. Por esa razón Fernando de Santángel se sintió obligado a defender sus derechos ante la Justitia, la Corte Suprema de Aragón.

     En ese entonces el jurista Luis de Santángel, quien había sido designado diputado del Zalmedina para el año 1492, con todos los honores y derechos anexos a aquella posición, era el representante de la Justitia de Aragón, y Salvador de Santángel, de Zaragoza, era el concejal. En 1517 el tribunal aragonés decidió a favor de Fernando. Con Miguel Luis de Santángel, quien en 1586 era un distinguido profesor de leyes y un concejal de Zaragoza, los Santángel desaparecen de la historia de España. Aquel país siempre apreciará y honrará la memoria de Luis de Santángel, el orgullo de aquella familia y el prominente promotor del descubrimiento de América.

     Desde el comienzo, Colón dio a las tierras recién descubiertas un color decididamente religioso o eclesiástico. Ellas habían sido descubiertas para la gloria del cristianismo y para la propagación del catolicismo, y de ahí que él deseaba que ellas debieran ser habitadas exclusivamente por católicos. A moros y judíos no debía permitírseles establecerse allí; incluso los marranos, incluyendo a aquellos que habían sido perseguidos y castigados por la Inquisición, les estaba prohibido emigrar al Nuevo Mundo. Sin embargo, la primera persona que obtuvo el permiso del rey para llevar a cabo comercio con las tierras recién descubiertas fue Juan Sánchez de Zaragoza, un judío secreto, la lealtad de cuyo padre a su fe ancestral le había costado su vida. Él vivía en Sevilla, y era un sobrino del tesorero Gabriel Sánchez; de ahí también que fuera con frecuencia llamado "Juan Sánchez de la Tesoreria". En el año 1502 él recibió permiso de Isabel para llevar cinco carabelas cargadas con trigo, cebada, caballos y otros artículos a La Española sin pagar impuestos. Dos años más tarde, el 17 de Noviembre de 1504, cuando la reina estaba muy enferma en Medina del Campo [moriría el día 26], Fernando permitió que él exportara mercaderías y artículos a La Española, y que los vendiera o cambiara por los productos de aquella tierra. Ese favor fue concedido a cambio de ciertos "buenos servicios" que él había prestado a la corona, y en el entendido de que tales servicios debían continuar en el futuro.

     A pesar de las rigurosas leyes que prohibían la emigración, grandes cantidades de españoles y portugueses fugitivos de las infernales llamas de los Autos de Fe —nobles, hombres de conocimiento, médicos y comerciantes prósperos— pronto se instalaron en La Española y en las otras islas de las Indias. Ellos cultivaron la tierra, practicaron el comercio, promovieron la industria [2], y llenaron los cargos públicos. De ahí que ya en 1511 la reina Juana I de España se viese obligada a adoptar medidas contra los judíos secretos, "los hijos y nietos de los quemados", que tenían cargos públicos. Cada judío secreto que, sin el permiso de la corona, estuviera en posesión de tal cargo, debía perderlo, y debía ser, además, castigado con la confiscación de su propiedad [véase anexo al final]. Ese decreto también introdujo la Inquisición española en las tierras recientemente descubiertas, y se le dio una amplia área de competencia a su impía actividad. Una de las primeras víctimas del Santo Oficio en La Española fue Diego Caballero de Barrameda, cuya madre y también su padre (Juan Caballero), según la declaración de dos testigos, habían sido perseguidos y condenados por la Inquisición en España.

[2] Los judíos expulsados de Portugal primero introdujeron en América el cultivo del azúcar desde la isla de Madera. Antonio de Capmany y de Montpalau, Memorias Históricas sobre la Marina, Comercio y Artes de Barcelona, Madrid, 1779, II, 43.

     Muchos judíos secretos de España y Portugal también pronto se instalaron en las Indias portuguesas, especialmente en Brasil. Ellos se dispersaron a lo largo de toda la costa de las colonias portuguesas, y llevaron a cabo un extenso comercio de piedras preciosas con Venecia, Turquía y otros países. Tan pronto como ellos se sintieron seguros, se sacaron la máscara de disimulación y profesaron abiertamente el judaísmo. De ahí que no sea extraño que, tal como en la madre patria —en Lisboa, Évora y Coimbra—, también en Goa, la metrópolis del dominio portugués en la India, fuera establecida la Inquisición, con jurisdicción sobre las posesiones portuguesas en Asia y África hasta el Cabo de Buena Esperanza.

     Para impedir la emigración de marranos a las Indias, el rey, o mejor dicho el regente, el cardenal Enrique [rey Enrique I], publicó un edicto el 30 de Junio de 1567, que les prohibía severamente salir de Portugal sin el permiso especial de la corona; cualquier marrano, sin embargo, podía abandonar el reino a condición de que él dejara una garantía de por al menos quinientos cruzados, que debían pasar al Estado si él no volvía dentro de un año. Como esa ley no impidió a los judíos secretos emigrar a las Indias para evitar las opresiones del Santo Oficio, un edicto similar pero más riguroso del 15 de Marzo de 1568 decretó que las personas que infringían esa ley deberían perder toda su propiedad; una mitad debía ser dada al informante, y la otra mitad a la tesorería estatal.

     Los capitanes de barcos recibieron órdenes estrictas de encarcelar a todos los marranos encontrados en cualquier nave que saliera hacia las Indias, y entregarlos al gobernador general. Dicha prohibición de emigrar no fue rescindida sino hasta que los judíos y marranos en las colonias ofrecieron pagar al Estado la enorme suma de 1.700.000 cruzados, con la nueva ley del 21 de Mayo de 1577. Esa ley les permitió libertad de residencia y de comercio; en el futuro, nadie debía llamarlos judíos, cristianos nuevos o marranos.

     No obstante las grandes sumas de dinero que ellos pagaron por el derecho de residir en las colonias, las persecuciones de la Inquisición continuaron, y de ahí que los judíos en las Indias pronto llegaron a ser una fuente de seria perturbación para el gobierno portugués. Ellos hicieron causa común con los holandeses, que estaban en ese entonces luchando por su libertad, y ellos les dieron ayuda financiera y de otro tipo. En su entusiasta amor por la libertad los judíos incluso equiparon barcos expresamente para los holandeses. Una carta del rey Felipe II a Martín Alfonso de Castro, el virrey de las Indias, declara que dos cristianos nuevos en Colombo [en Ceilán] estaban en activa correspondencia con los holandeses, y que cuatro o cinco judíos en Malaca [en Malasia] estaban dando información definida a aquéllos acerca de los planes militares de los portugueses. Los marranos de las Indias enviaron considerables provisiones a los judíos españoles y portugueses que estaban en Hamburgo y Aleppo [en Siria], los cuales, por su parte, las enviaban a Holanda y Zelanda [en los Países Bajos].

     Tan pronto como el gobierno portugués oyó de esas transacciones, al virrey de las Indias [Orientales] se le ordenó adoptar rigurosas medidas contra los cristianos nuevos que estaban de esa manera aliados con los holandeses. La ley del 15 de Marzo de 1568 fue renovada, y los capitanes de barcos recibieron instrucciones perentorias para confiscar para la tesorería estatal toda la propiedad de los cristianos nuevos que fueran encontrados en sus buques, y enviarlos de vuelta a Portugal. Si ningún barco resultara estar listo para volver a Portugal, esos cristianos nuevos debían ser llevados a Goa, y debían ser allí retenidos en la prisión por la Inquisición hasta que algún barco se dispusiese a salir para la madre patria. La Inquisición debía tratar en una manera similar con los judíos y cristianos nuevos que se habían establecido ya en las colonias; varios de ellos debían ser devueltos anualmente a Portugal, y así las Indias debían ser gradualmente purgadas.

     Después de la muerte del rey-cardenal Enrique I en 1580, Felipe II de España, en su avaricia de nuevas adquisiciones de territorio, también puso a Portugal bajo su control. No simplemente Portugal fue añadido a España, sino que también las Indias del Este fueron unidas a las Indias occidentales; Asia así como América cayeron bajo el dominio de Felipe II. España estaba entonces en el cenit de su poder.

     Felipe II era el hijo de una hija del rey portugués Don Manuel, y era un nieto de aquel hermoso Felipe cuya infidelidad causó la locura de su esposa Juana, una hija de Isabel la Católica. Bajo esa melancólica y tiránica monarca la Inquisición renovó su nefasta actividad en América. Los tribunales del Santo Oficio fueron establecidos en Perú, en Lima, y judíos y marranos fueron entregados a las llamas.

     Entre las primeras víctimas de la Inquisición en Lima estuvo el médico Juan Álvarez de Zafra; él fue quemado públicamente como un adherente del judaísmo, junto con su esposa, sus hijos y su sobrino Alonso Álvarez. Unos años más tarde Manuel López, de Yelves en Portugal, también llamado Luis Coronado, encontró el mismo destino. Él confesó francamente que él era un judío, y no hizo ninguna tentativa de ocultar el hecho de que él y sus correligionarios habían observado la ley mosaica y habían realizado servicios religiosos en su casa. Duarte Núñez de Cea, un mercader de cuarenta y un años de edad, también murió por su religión. Antes de subir a la pira funeraria él admitió que había vivido como un judío, observando los preceptos del judaísmo, y que era su simple deseo morir como un judío, como sus antepasados lo habían hecho. Su ejemplo de lealtad religiosa fue seguido por el docto médico Álvaro Núñez de Braganza, que vivía en La Plata, y por Diego Núñez de Silva y Diego Rodríguez de Silveyra, de Perú. Los recién llegados de Portugal fueron perseguidos con particular rigor. Durante un día, catorce de tales inmigrantes fueron arrestados por orden del rey, y su propiedad fue confiscada [3]. En el caso del rey Felipe y sus sucesores en el trono español —como en el caso de sus antepasados Fernando e Isabel— el fanatismo tenía su raíz en los intereses materiales del Estado.

[3] José Toribio Medina, Historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en Lima, Santiago, 1887.

     A pesar de tales persecuciones, miles de judíos secretos huyeron, durante los siglos XVI y XVII, desde la península ibérica a las Indias, y especialmente a América, el Nuevo Mundo, que no era simplemente una tierra rica en minas de oro y de plata sino también la tierra donde la luz de la libertad primero brilló sobre los adherentes del judaísmo.–


ANEXO

LA REINA JUANA Y LOS MARRANOS DE LA ESPAÑOLA (1511)




[Archivo de Indias, lib. I, fol. I20; Colección de Documentos Inéditos.
Seg. seria (Madrid, 1890), V. 307 sq.]

     Doña Juana por las gracias de Dios Reyna de Castilla, [de Toledo, de León, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia, de Jaén, del Algarve, de Algeciras, de Gibraltar, de las Islas Canarias], de las Yndias yslas e tierra firme del mar oceano [y Señora de Vizcaya y de Molina].

     Por quanto yo he seydo ynformada que en la ysla Española y las otras yslas yndias e tierra firme del Mar Oceano se an pasado [y] se pasan destas partes muchos yjos e nyetos de quemados a causa de les estar proyvido e bedado por leyes e premáticas destos Reynos que no puedan tener ny usar nyngunos oficios Reales ny públicos por los poder aver y usar allá deziendo no estenderse en esas dichas yslas e tierra firme la dicha premática e provycion e vedamiento, e porque muy merced e voluntad es por lo que a mí toca et atañe que tan bien se estiendan y entiendan allá lo suso dicho et que agora ny de aqui adelante tanto quanto mi merced e voluntad fuere nyngund fijo ny nyeto de quemado no pueda thener ny usar en las dichas yndias e tierra firme nyngund oficio real ny público visto por algunos del dicho my consejo fue acordado que devya mandar dar otra mi carta de la dicha Razon la qual quiero que valga por premática asi como sy fuese fecha e promulgada en cartes por la qual espresamente defiende que agora ny de aqui adelante tanto quanto my merced e voluntad fuere por lo que a mí toca que nyngunos nyn algunos nyetos ny fijos de quemados no puedan thener ny thengan ny usen ny exerciten por sy por ninguna via directa ny yndirecta nyngunos oficios Reales nyn públicos ny concejales ny otros algunos que les sean proyvidos e vedados por leyes e premáticas destos Reynos en esa dicha ysla española ny en las otras yslas e tierra firme del Mar Oceano so pena que los que tovyesen e usen sin tener avilitacion de nos para ello por la primera vez caygan e yncurran en pena de perdimiento de los tales oficios, e por la segunda pierda los dichos oficios que toviere e mas la meytad de sus bienes, e por la tercera pierda los dichos oficios que asi toviere e mas todos sus bienes para la camara e fisco del Rey mi señor e padre e mya, e que podamos fazer merced de los tales oficios e bienes a quien nuestra merced e voluntad fuere, e por esta mi carta mando a los nuestro governador visorrey y capitanes e otras justicias qualesquiera que agora son o fueran delas dichas yndias que esecutan e fagan esecutar las dichas penas en las tales personas e oficios e sus bienes que fueren fijos e nyetos de quemados luego que a su noticia venieren e tovieren ynformacion bastante que los que ansi tovieren los tales oficios Reales Publicos concejiles son fijos o nyetos de quemados como dicho es, e porque lo suso dicho sea notorio e dello nynguno pueda pretender ygnorancia mando questa mi cedula sea pregonada por las plaças e mercados e otros lugares e partes acostumbrados desas dichas yslas yndias por pregonero e ante escrivano público.

     Dada de Burgos a cinco dias del mes de octubre año del nascimiento del nuestro señor de mill e quinientos e honze años.

     Yo el Rey.–

SHALOM A TODOS
ATENTAMENTE RICARDO ANDRES PARRA RUBI
MALKIYEL BEN ABRAHAM